or motivos puramente económicos la mayor parte de los productores con oficio buscan que sus directores cuenten la historia sin rebasar las clasificaciones informativas como son la A, AA, B y B15. Tratan de evitar la clasificación restrictiva C, ya que estas películas sólo pueden ser vistas por mayores de 18 años.
En 2009, el mercado fílmico mexicano obtuvo con las cintas AA, es decir las conocidas como para niños, que aportaron 1.47 por ciento de los 340 estrenos del año, pero obtuvieron ingresos del orden de 4.51 por ciento de los 7,800 millones de pesos que recaudó la taquilla del país. Las películas para toda la familia, A, participaron con 19.41 por ciento de los títulos y lograron 30.63 por ciento de los ingresos del año. Las de adolescentes, es decir las B, dieron 37.05 por ciento de los estrenos y recibieron una sabrosa tajada de 43.04 por ciento; la de jóvenes mayores a 15 años, las B15, contribuyó con 32.94 por ciento de los títulos y sólo alcanzaron un mermado 19.21 por ciento de los ingresos, y por último las clasificadas en C, que fueron 9.11 por ciento de los títulos ofertados, sólo recibieron un escaso 2.52 por ciento de la riqueza del año.
En otras palabras, analizando los resultados de una película de acuerdo con el número de espectadores obtenido por copia, en las cintas AA, A, B el promedio de asistencia fue de 3,623, 3,306 y 3,742 espectadores por copia, respectivamente. Las B15 sólo obtuvieron 2,456, es decir 35 por ciento menos que la B normal y lo que sí resulta dramático es que las cintas para adultos sólo consiguieron 1,320 espectadores por copia, es decir 65 por ciento menos que la B.
En su primer fin de semana El infierno se estrenó con clasificación C con 317 copias y obtuvo 168,566 espectadores lo que le dio un promedio de 531 espectadores por copia. En su segundo fin de semana insusitadamente subió ligeramente a 553 espectadores por copia, producto de sus 175,472 asistentes.
Preocupada por la escasa respuesta del público, la senadora Maria Rojo, incansable promotora del cine mexicano y quien actúa en la película, impulsó, junto con los senadores Carlos Sotelo, Rosario Green y Ricardo Monreal, un punto de acuerdo para solicitar a la Dirección de Cinematografía el cambio de la clasificación de la película de C a B15, petición que en este momento tiene moción suspensiva hasta que los senadores vean la película y se manifiesten al respecto con conocimiento de causa.
La clasificación repercute sobre los ingresos probables de un filme, es cierto, pero, cuenta mucho más la calidad de la película y, sobre todo, la fecha de estreno.
Sobre la calidad no hay duda alguna. Su director Luis Estrada mantiene su oficio y calidad narrativa, que lo han caracterizado en su trilogía del poder. Lo que perjudica seriamente a El infierno en su comunicación con el público mexicano, es la fecha que le ofrecieron los exhibidores para su estreno. Septiembre es uno de los meses más bajos de asistencia. En un mes del verano se obtienen 26 millones en taquilla y en septiembre escasamente se llega a 10 millones. Es el tiempo en que pagamos las tarjetas de crédito por los gastos de las vacaciones, los costos de los útiles y uniformes del regreso a clases. Además nos preparamos para celebrar las fiestas patrias. Todo esto sin mencionar el alto costo del precio de entrada.
Prueba de lo anterior fue que en la semana en la que se estrenó El infierno, todas las cintas que empezaron exhibición obtuvieron promedios de asistencia muy semejantes. Las estadunidenses Una loca película de vampiros tuvo 559 espectadores por copia; Tinker Bell..., 660, y Loco por ella, 380; en tanto, la canadiense Pasión en el Cairo, 359, y la belga El silencio de Lorna, 555. Y la semana pasada sucedió lo mismo: El escritor fantasma tuvo 343 y Más allá de la duda, 234, etcétera.
Aunque se llegara a cambiar la clasificación del filme parece claro su destino. En su tercera semana se enfrentará a una de las peores del año en asistencia, cuando por las fiestas y desfiles todavía van menos espectadores a las salas y después la bancarrota de nuestros bolsillos.
Recuerdo que en tiempos no muy lejanos, cuando existía la empresa paraestatal de la exhibición Compañía Operadora de Teatros SA y se quería censurar una cinta que molestaba al PRIgobierno, de manera discreta se programaba esa película en la semana del 16 al 23 de diciembre, otra mala fecha, en la cual los mexicanos se ausentan de las salas por las fiestas y compras. Se estrenaba y después se decía que nadie quizo verla y por ese motivo salió de inmediato de la cartelera y se embodegó. ¿Estaremos volviendo a los viejos tiempos de la mano de los neoempresarios? (recuérdese el caso del documental Fraude de Luis Mandoki). Espero que no, que sea sólo un caso más del maltrato cotidiano a nuestro cine.
Qué bueno que los senadores van a ver cine mexicano y quizá soliciten la reclasificación de El infierno. Qué bueno que RTC y Cinematografía piensen en estudiar nuevas formas de clasificación. Pero, si realmente queremos ayudar al cine mexicano hay que tratar de mejorar sus condiciones de exhibición y comunicación con su público.
Las medidas tienen que ser otras, más radicales. No de una letra por otra: se debe reformar la ley de cine y cumplirla. Además se debe actualizar y democratizar la ley de radio y televisión. Mientras esto no suceda el cine mexicano seguirá consumiéndose en forma similar al infierno.