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Ver día anteriorDomingo 3 de octubre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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A la Mitad del Foro

Más tiene el rico...

H

ace años los llamaban líderes. Con el infantilismo democrático se impuso el título de coordinadores. Optimista eufemismo, de creer en las amargas quejas de los navegantes de la transición que atribuyen a los desacuerdos crónicos de las bancadas del Congreso el desgobierno. O, conforme a los lamentos de los 300 y algunos más, el yugo impuesto por la partidocracia al titular del Ejecutivo que le impide vencer la inercia, superar los desaciertos y recuperar el crecimiento, el desarrollo económico y la generación de empleos.

Atribuir la incapacidad de proponer y lograr acuerdos, de hacer programas y aprobar política económica y política social de Estado, permite condenar al cesarismo del priato tardío y, al mismo tiempo, levantar un pedestal al Supremo Poder Conservador; creer en la bondad de los reyes taumaturgos, cura para todo mal, bendición para todo bien. Y, sin embargo, se mueven los activistas del PAN y sus entenados, corre tinta en páginas de condena a la pluralidad que no deja hacer al gobierno soñado del dejar hacer, dejar pasar. Habría que recordar que la desparecida crónica parlamentaria llamaba pastores a los líderes de las diputaciones. Y el proverbio español que reza: Reunión de pastores, cordero muerto. Hay reunión de pastores en puerta; en San Lázaro van a definir si el poder de la bolsa es del Legislativo.

O si tiemblan ante el amago de veto del Ejecutivo. La diputada Josefina Vázquez Mota pronunció el úkase: si el PRI obtiene los votos para aprobar su propuesta de reducir el IVA de 16 a 15 por ciento, el presidente Calderón ejercerá su derecho a veto. Del impuesto directo al consumo se trata; del mecanismo eficaz para recaudar ingresos al erario sin agraviar a los dueños del dinero con menciones al ISR. Sin recordar a los que menos ganan que éste es un impuesto progresivo, en el que paga más el que más gana. Y eso en el pantano de la inequidad en la que crece el número de pobres y la riqueza se concentra en un número cada vez más reducido de mexicanos. ¿Cómo definirá el abismo entre pobreza y riqueza el secretario de Hacienda, quien comparece y declara que hace 18 años eran más los mexicanos cuyo ingreso diario era menos de un dólar, pero elude informar cuántos mexicanos dejaron de pertenecer a la clase media y cayeron en la pobreza extrema durante el amargo tiempo de recesión, desempleo y parálisis?

En San Lázaro hay junta de pastores. Francisco Rojas, el del PRI, cuenta con la mayoría y sabe contar; sabe que el veto presidencial es de ida y vuelta, que en la más obstinada confrontación toda victoria es pírrica; que las cuentas públicas no son asunto a cargo del Ejecutivo, sino de la Auditoría Superior de la Federación, con el aval del Congreso. Rojas fue el primer secretario de la bautizada Contraloría al iniciarse el sexenio delamadridista; conoce la tela y lo poco que rinde. Contador de votos, llevará la cuenta de los acuerdos incumplidos por los jóvenes turcos de Calderón, más papistas que el cardenal Sandoval. Reconoce los alcances de las diputaciones de cada estado. Así como el poder real que ejercen los gobernadores. Y que no están dispuestos a pagar las cuentas de la guerra de Calderón culpando a la indefensión municipal y con el costo de ser indiciados por la política mediática.

Francisco Rojas no puede eludir los combates de este periodo de sesiones y las consecuencias que tendrán sobre el debate por el futuro político que amenaza con el caos anarquizante. O peor aún, con perpetuar el estado de excepción de facto. ¿Y después del diluvio? Por eso vale la pena reactivar el quehacer político en el Congreso, reivindicar el poder de la bolsa, y sumarse al reclamo de los gobernadores, de la Conago, también plural, en la que también, diría Beatriz Paredes, el PRI es mayoría, es la mayor fuerza política. Por eso, con Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas bajo el agua y en el desastre, con centenares de miles de damnificados, pudo el grupo parlamentario del PRI lograr el respaldo de todas las fuerzas políticas para llamar al gobierno federal a crear un fondo nacional de reconstrucción y ampliar la partida presupuestal para ayudar a los afectados durante el resto del año.

La política se proyecta en el presupuesto de ingresos y se refleja en el gasto público. Mientras Ernesto Cordero llama al optimismo y revisa el recuento de los pobres y los efectos de la pobreza; ante la prepotencia de Javier Lozano, liquidador del sindicalismo, intencionado intérprete de imaginario aumento de empleos, con y sin los millones de la economía informal, con incorporaciones al empleo formal y sin incluir a los que se van o nunca llegaron; bajo los arcos triunfales erigidos por César Nava por el retorno del PAN a la victoria con rumbo al tercer sexenio en el poder, sale a escena Agustín Carstens para reafirmar la fe en el dogma neoconservador: No sirven las políticas de expansión del gasto público, ni financiarlo con deuda; se agotó la posibilidad de impulsar las economías con estímulos fiscales y monetarios... México salió de la parte más profunda de la recesión, dijo.

Ojalá no nos ahoguemos en la orilla. Hoy hay elecciones presidenciales en Brasil. Lula ya ganó. Durante su mandato se crearon 15 millones de empleos, mejoraron los salarios, y 35.7 millones de brasileños salieron de la pobreza para integrarse a una vigorosa clase media, activa en la política económica del antiguo obrero metalúrgico que ha llevado a su país a abandonar la fantasía del capitalismo sin capitales. Y a lograr un crecimiento del PIB de más de 7 por ciento anual, en este año en el que los del mundo del revés no creyeron en la expansión del gasto público para impulsar el empleo, el consumo y salir de la recesión. Cuando se derrumbó el castillo de naipes de Lehman Brothers, la banca de inversión y los fondistas del orden fiscal a toda costa y el déficit cero, habló la ironía del presidente Lula: lo bueno de todo esto es que están en quiebra todos los que nos decían qué hacer y pretendían obligarnos a seguir sus consejos.

Brasil es hoy uno de los motores de la economía mundial. Hoy celebran elecciones generales y pareciera segura la victoria en primera vuelta de Dilma Rousseff, candidata del Partido de los Trabajadores, el partido de Lula. Si la moneda está en el aire, pudieran atraparla los de la rancia y poderosa oligarquía brasileña. Pero cuando un antiguo obrero y líder sindical hace política, la crisis es oportunidad y Lampedusa toma nota del futuro que no cambió todo para que todo siguiera igual; de uno que usó los instrumentos del capital. Miles de millones de dólares colocó Petrobras en el mercado, aumentó el porcentaje de acciones del Estado y obtuvo el capital necesario para la inversión en el mejor negocio del mundo. No fue en Frankfurt, no fue en Londres, no fue en Nueva York: fue en la bolsa de valores de Sao Paulo, declaró Lula, en la ciudad que acogió a su familia cuando huía de la pobreza del nordeste de ese enorme país.

En México, la izquierda estalla en mil pedazos y los compañeros de viaje cobran cuota a nombre de un oportunismo barato y condenado a la derrota. En lugar de formular propuestas y un programa de política social, pretenden que la clave está en identificar al enemigo común, al poder autoritario del partido hegemónico (idos al otro lado del espejo), para que Manuel Camacho deslumbre a Jesús Ortega con el oropel de una alianza con la extrema derecha para llegar juntos al edén compartido, donde siempre tendrá más el rico cuando empobrece...