l país padece una forma grave de lo que se conoce como ignoratio elenchi. Corresponde, brevemente, a los argumentos cuyas premisas no tienen una relación directa con la afirmación que se propone. Vaya, se trata de que vivimos entre falacias.
En inglés lo llaman red herring, cuando un tema menos importante o incluso no relevante se presenta para desviar la atención del asunto original y, así, tratar de convencer sobre la posición propia.
Digo el país, aunque sé que incurro, así, en una abstracción, pero me refiero a la forma en que se hacen las cosas, la manera de actuar, de proponer y llevar a cabo las políticas públicas, de sostener posturas desde diversas áreas del poder económico, político y social.
El costo de esta práctica, ya endémica, ha sido muy grande por mucho tiempo y crece sin cesar. Con ello se reduce la capacidad de crear riqueza, de generar crecimiento en la economía, de hacer proyectos relevantes, de administrar bien los asuntos públicos, de provocar mayor competencia y productividad. Repercute de modo adverso sobre las actividades, los negocios y las condiciones de vida de la mayoría de la población.
La retórica gubernamental y, en muchos casos, la que proviene del sector privado y que tiene que ver con el asunto global del bienestar de la nación queda, pues, encasillada en esta trampa lógica.
Ilustro con dos asuntos recientes, botones de muestra de un mal que se extiende como la reciente mancha de petróleo en el Golfo de México. El primero se refiere a las condiciones del sector financiero.
La Secretaría de Hacienda y el Banco de México dicen que al someter a una prueba de resistencia a los bancos que operan en el país por parte de la Junta de Estabilidad Financiera (creada en 2009 por el Grupo de los 20), los resultados fueron sumamente positivos. Cito la conclusión de dicha junta: “México ha realizado impresionantes progresos en años recientes en la mejora de su marco de regulación y supervisión financiera… Debido… a la fortaleza de su sistema financiero… sobrellevó la reciente crisis financiera global relativamente bien”.
Así se amparan las autoridades responsables de regular y supervisar a las instituciones financieras. Pero nada se dice acerca de la disociación cada vez más grande entre el financiamiento y la producción, o sea, la falta de crédito para la inmensa mayoría de las empresas.
La Comisión Nacional Bancaria y de Valores afirma de modo claro en el segundo reporte de inclusión financiera (septiembre 2010) que el principal usuario del ahorro financiero es el sector público: entre 2000 y 2009 el 57 por ciento del financiamiento interno total fue absorbido por el sector público
. Esto ocurre en detrimento de financiamiento comercial, al consumo y la vivienda.
Las instituciones financieras son fuertes
porque no incurren en riesgos en el mercado, no prestan y están asiladas del proceso de creación de valor, o sea, producto, empleo, tecnología, innovación. Sus recursos están colocados en la deuda pública. Hay, además, una fuerte ineficiencia, pues los requerimientos de capital que se les imponen representan un desperdicio de recursos. El argumento de fortaleza del sistema acaba siendo una forma de complacencia de las autoridades, pero sin una manifestación en el campo en el que las instituciones financieras deben actuar: la producción. Aún así son altamente rentables, no tienen incentivo para moverse de donde están. Las autoridades tampoco.
El Banco Mundial afirma que entre 123 países en desarrollo México es una de las economías con el menor porcentaje de empresas con acceso a crédito o préstamo por parte de alguna institución financiera
. El financiamiento al sector privado equivale a 22 por ciento del PIB, menos de la mitad del 56 por ciento en Brasil, y la diferencia es bárbara si se compara con España, donde el crédito al sector privado equivale a 201 por ciento del producto. De ahí son tres de los bancos más grandes que operan en México.
En el país, con una economía sumamente concentrada en la actividad de unas cuantas empresas, la mayoría de las micro, pequeñas y medianas están fuera del juego del crédito. La inversión y el capital de trabajo se financian con recursos propios o de los proveedores. La CNBV concluye que hay una baja penetración del sistema financiero en el sector empresarial
. Tal conclusión está, cuando menos, subestimada, si no es de plano cándida. Y, así: ignoratio elenchi.
Otro caso que no debería soslayarse es el de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Dos asuntos clave pasan hoy por ahí. El primero es la quiebra de la línea aérea Mexicana, que pone al descubierto el enorme descuido en la gestión del sector del secretario responsable.
El segundo asunto, altamente contencioso, es el que se refiere al uso del espectro radioeléctrico. La falta de transparencia, las marrullerías, la manera de manipular a la Cofetel y usar a un presidente impuesto a modo, son de antología.
En todo esto se pone al descubierto la ausencia crasa de cualquier cosa que se parezca a una estrategia que haga viable el funcionamiento de este país. Otro caso de arenque rojo, la forma en cómo se plantean los asuntos clave de esta industria y su contraste con la manera de hacer las cosas.
Hace poco me pregunté: ¿cómo funciona la economía mexicana? No lo hice de modo retórico y la respuesta es sencilla. Así funciona, tal y como lo vemos en el ámbito financiero o en el de las telecomunicaciones, y en otros muchos más. Así está muy difícil acercarse a lo que esta sociedad demanda y merece.