Liliana, Gerry y Palafox
ada cual hace con sus monstruos lo que el talento o el miedo les permiten. Liliana Vélez los empapó primero en una suerte de happy punk, después los sintió más alternativos y se fueron juntos al Vive Latino con el membrete de Tanke, hasta que finalmente
se descubrió experimentando a solas en los terrenos del jazz; convocó entonces nuevas y más profundas monstruosidades, se puso a escribir arreglos para grandes clásicos, a componer temas más ad hoc con las rutas recién abordadas, tomó prestada una declaración de Duke Ellington y grabó el disco I’m just a lucky so and so.
Ahí, Liliana despliega sin miramientos una voz poco ortodoxa que se instala en la inmediatez; la ausencia de academicismos es sustituida por la naturalidad de la intemperie, por la volatilidad del polvo. Es un canto tribal, visceral, arenoso, atractivo. Sus composiciones no son especialmente grandiosas (con excepción de Unreachable you, un blues crudo y espeso), pero su intuición para arreglar los discursos de Ellington, Van Heusen, Kern y compañía la ponen del otro lado del aparador.
El disco va a ser presentado este sábado 9 de octubre, a las 17 horas, en la Plaza de las Artes del CNA (Río Churubusco y Tlalpan), donde Lili será acompañada (otra de sus virtudes) por músicos de excelencia, entre ellos Gerry López (sax alto).
Gerry gira ya en otros niveles. Originario de Ciudad Juárez, nos presenta su primer disco solista, New Generation, y con él te atrapa, te envuelve y te convence desde los primeros compases. Es una máquina de fantasías de muy temprana madurez, donde aparecen trazos y fraseos que reclaman superlativos o neologismos que no alcanzamos a concebir. Escúchenlo.
Puestos a escoger, nos vamos de inmediato con Just try, de su propia cosecha, donde los ecos del funk son apenas un pretexto para que Gerry muestre nuevos códigos, para que juegue, salte, dé maromas y se divierta con su cuarteto y con la guitarra de Ilan Bar-Lavi, que llega como invitado en dos temas. Poco antes aparecen los pilares mezzorientales de Fifth element, de Bar-Lavi (radicado ahora en Israel), donde el sax alto cambia tres o cuatro veces de discurso sin abandonar un solo instante ni la cohesión ni el modelo para armar. En el disco podría haber sido inmaculado, a no ser por una Bruja malvada que derrumbó las atmósferas durante seis minutos.
Arturo Palafox, pianista y compositor de Guadalajara, igual debuta con el disco Entre siluetas, formas y sonidos. En los primeros giros el discurso resulta un tanto lineal y predecible, aunque el aplomo de piano y flauta te mantienen atento. Pero al abrir el quinto track con Noche ácida, los conceptos se espesan y profundizan, los ritmos se entrecruzan, te catapultan, las atmósferas estallan e iluminan el aire. Parece otro disco.
El eclecticismo sienta sus reales. Poco más adelante nos encontramos con una excelente y barroca recreación de la corte del rey Arturo bajo el título de La reina y el arlequín. Los aires del blues levantan la mano con Paulatinamente y de inmediato llega un tema impresionante: Ni tlakatl tlen nochi ueli; guitarras eléctricas, chelos, trompetas y flautas suplen a las ocarinas, los teponaztles y los huesos de fraile, pero las descargas genéticas de estas tierras –y de los timbres mexicanistas– son contundentes, segundos antes de diluirse en flirteos con los bordes de la abstracción. Interesante y disfrutable de principio a fin.
Palafox es acompañado por una veintena de músicos tapatíos, donde el jazz, por fin, se hace patente en el rol de todos los días. Salud.