lega este miércoles. En el camino desde el aeropuerto de Beirut recibirá nuestros aplausos. ¿Un vehículo con la capota abierta? Podría ser. “Ahlah wa sahlan”, dicen los carteles en árabe que Hezbollah ha tenido la consideración de poner para nosotros. Y luego: “Hush amdid”, en persa. Ambos significan bienvenido
. Pero, ¿lo es en realidad? Mahmud Ahmadinejad es presidente de Irán, no de Líbano. Protocolo, dirán ustedes. Un amigo visita a otro, como se dice que Enrique VIII visitó a Tomás Moro en A Man for All Seasons. Pero, ¿es un amigo?
En el camino del aeropuerto se le rendirá pleitesía, se tenderán festones a su paso, será reverenciado sin duda por los musulmanes chiítas de los suburbios del sur de la capital. Los chiítas, cierto, son la mayor minoría del país. Su líder parlamentario libanés, Nabih Berri –presidente del Parlamento, nada menos, y anfitrión de la cena de honor de este miércoles por la noche–, dirigirá palabras melifluas al dignatario visitante (y no mencionemos las dudosas elecciones iraníes del año pasado), como también lo hará el presidente de Líbano, Michel Sleiman, cristiano maronita (porque tal es su deber conforme a la sectaria Constitución libanesa). Pero vayamos al grano.
Hezbollah, la milicia musulmana chiíta libanesa, el enemigo más poderoso de Israel, es armado y financiado por los iraníes. Ahmadinejad es el presidente del país que mantiene a esa milicia y la dota de armas. Pronunciará un discurso en el gran estadio deportivo de Beirut la noche de este miércoles, y toda la capital de Líbano se hace la misma pregunta: ¿se atreverá Sayed Hassan Nasrallah, el líder de Hezbollah, que echó a los israelíes de Líbano en 2006, a arriesgar su vida junto a Ahmadinejad? Desde que los israelíes lo pusieron en su lista de asesinatos, Nasrallah se ha mostrado un poco precavido en cuanto a aparecer en público. ¿Lo veremos, pues? ¿O aparecerá, como de costumbre, en una pantalla de video, más grande y más alto que su financiador?
Es probable que se presente en persona. Nasrallah lleva meses pronunciando discursos como si él fuera el presidente de Líbano. Fue él quien anunció la gira del presidente iraní. No, Ahmadinejad no lanzará piedras a Israel desde la frontera de Líbano. Sí, visitará el mausoleo de los 106 civiles libaneses (chiítas en su mayoría) que perecieron en el bombardeo israelí a una base de la ONU en Qana, en el sur de Líbano, en 1996 –y de más niños muertos por los israelíes en esa aldea en 2006–, y hablará en la villa de Bint Jbeil, donde Hezbollah destruyó tantos tanques israelíes en 2006 (luego que el pueblo fue destruido por los israelíes a raíz de que Hezbollah cruzó la frontera y capturó a dos soldados israelíes). Gracias, señor Ahmadinejad.
En suma, es un poco de propaganda, flagrante para los israelíes –que aguardan la guerra de la próxima primavera contra Hezbollah–, y también para Hezbollah, que también espera esa confrontación. Y es un recordatorio para los libaneses de que Irán decide el futuro de Líbano. Israel también, claro. Y Estados Unidos, que mantendrá casi absoluto silencio cuando el presidente iraní llegue este miércoles a Beirut para celebrar la democracia
libanesa, a la que el gobierno del presidente George W. Bush se refirió en términos tan elogiosos en 2005.
La embajada de Washington en Líbano ha venido realizando su trabajo ritual: advertir a los ciudadanos estadunidenses que no salgan a las calles de Líbano. Estén pendientes de este espacio, pues, en abril o mayo de 2011.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya