l rescate de los 33 mineros chilenos se ha convertido en un espectáculo. Estamos presenciando el mejor ejemplo de periodismo infame. Nadie faltó a la cita. Las agencias de prensa, los medios televisivos, los corresponsales extranjeros, reporteros, enviados especiales y desde luego las trasnacionales, ellas han financiado, en parte,con sus anuncios publicitarios, la fauna sedienta de sensacionalismo. En esta aventura, no había que escatimar gastos. Millones de dólares se han invertido en cubrir la operación. La forma en que fue construida la noticia supone un antes y un después en la teoría comunicativa.Las lecciones no pueden pasar desapercibidas para quienes tienen un poco de pudor. Una tragedia, un drama humano, acaba siendo una excusa para ganar dinero y mantener atentos a radioescuchas y telespectadores. Así, se diluyen las causas y los responsables de tal desaguisado.De la noche a la mañana se construye una historia de héroes.Una irresponsabilidad en las medidas de seguridad de una mina propiedad de una empresa privada, muta en un acontecimiento con ribetes de epopeya. Los informantes soslayan esta particularidad y se dan a la innoble tarea de relatar una ficción. Mientras tanto,nadie entrevista a los dueños, para preguntarles como eran las condiciones de trabajo y por qué sucedió el derrumbamiento. Menos aún se hace alusión a las demandas sindicales ni se da la voz a sus compañeros y dirigentes sindicales, hacerlo supondría poner al descubierto la cruda realidad. Mineros cobrando sueldos de miseria, sin seguros médicos, trabajando en condiciones infrahumanas y sometidos a todo tipo de vejámenes legales. Contratos basuras, horarios interminables y chantaje de despido si denuncian a la empresa. Eso no es noticia, es desestabilización informativa
. No aporta nada. Por ende, hay que desviar la atención. Lo fundamental es falsear los hechos y reconstruirlos bajo una nueva perspectiva: emerge un melodrama. Primero las muestras de solidaridad. Políticos de todo el mundo, artistas, intelectuales, deportistas, en definitiva, los llamados famosos o personajes públicos se hacen presentes, son la guinda del pastel. Todos los días se incorpora uno nuevo a la lista. Así se mantiene viva la unidad mundial contra la desgracia. Una nueva muestra de humanidad humana. Canciones, raps, poemas, todo vale. Inclusive, en el propio campamento se han instalado distintas iglesias, la católica, protestante, los testigos de Jehová y un sin fin de sectas, ofreciendo sus servicios de vigilia y rogando a Dios para que les proteja. Pero eso es una parte ínfima del montaje. Para los clubes deportivos, las empresas hoteleras, las agencias de turismo, las marcas de electrodomésticos, aparatos electrónicos, etcétera, es una ocasión de oro para promover sus marcas. Los responsables publicitarios han comprendido el tirón que supone tener una audiencia cautiva, millones de personas siguen las labores del rescate. Por consiguiente,un poco de publicidad gratuita no viene mal. Para llamar la atención mutan sus intereses en acciones altruistas. Regalan camisetas de futbol, ofrecen vacaciones pagadas a las islas griegas o les prometen cocinas, neveras, etcétera.
La noticia ya no está en el interior sino fuera de la mina. Tanta magnanimidad digna de elogio le hace pensar a uno que han ganado un concurso o les ha tocado la lotería. Incluso, siendo mal pensado, siento envidia y creo, por un momento, que los mineros han provocado el derrumbamiento para entrar en el libro Guiness de los récords y beneficiarse de los buenos samaritanos. Y por último no faltan las ofertas para contar su experiencia. Revistas del corazón, prensa, televisión se disputan a los mineros. Ellos pagarán para que les den exclusivas. Pero tampoco les darán sumas millonarias, al fin de cuentas son mineros, ignorantes y pobres. Por eso deben estar agradecidos a los medios de comunicación, no tendrán que seguir picando en la mina. Tendrán suficiente para vivir sin apuros, es cuestión que se administren. También los bancos pueden utilizar sus caras para hacer anuncios. En realidad ellos son una mina
de oro para tanto desaprensivo. Seguramente, estoy aguando la fiesta a quienes de manera sincera han caído en la trama urdida y se conforman con el relato oficial y hegemónico.
Salvados los mineros, la operación se considera un éxito. Las cámaras abandonan el lugar, se desmantelan las unidades especiales ya no hay nada que contar. Las aguas vuelven a su cauce. Ahora es el momento de las plusvalías políticas. Los réditos comienzan a cotizar en bolsa. Piñera, un golpista, empresario trasgresor de las leyes sindicales y los derechos de los trabajadores, emerge como un redentor de los mineros, responsable, una persona campechana y cercana. No los abandonó en la desdicha.La mentira está servida. Ahora es cosa de mantenerla en el tiempo y para ello contará con el apoyo de aquellos que se dejan llevar por el final feliz del rescate. La imagen del presidente y de su gobierno y gabinete, mutan definitivamente. Son depositarios de la unidad de los chilenos, mientras otro Chile se ignora. En el norte todo es alegría, en el sur, el gobierno y las fuerzas armadas reprimen a los mapuches, se les aplica la ley antiterrorista y se olvida que una veintena de sus dirigentes llevan más de dos meses en huelga de hambre. Tiempo superior al que los mineros pasaron bajo tierra. Pero eso no es noticia, a Sebastián Piñera lo han convertido en un estadista. Los dueños de las minas no hay sido inculpados por ningún delito. El mundo al revés. Tras el rescate no hay de que alegrarse, era la obligación sacar a los mineros con vida.