ace ocho días La Jornada Morelos publicó la buena nueva: no habrá Wal-Mart en Tlaltenango. Florecerá en su lugar un nuevo parque público, como habían exigido los ciudadanos. Al anunciar el acuerdo el cabildo subrayó que es una facultad de los gobiernos municipales, dentro de sus respectivas jurisdicciones, la creación y administración de zonas de preservación ecológica de los centros de población, parques urbanos, jardines públicos y demás áreas descritas en la Ley de Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente
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En Cuernavaca, los ciudadanos aprendieron de una derrota: no pudieron evitar que Costco destruyera el Casino de la Selva, pero triunfaron en su empeño no violento contra Wal-Mart. Los oaxaqueños aprenden de ellos y de su propia experiencia en su lucha actual contra Chedraui, que destruyó un espléndido bosque urbano para erigir una tienda superflua. La empresa, respaldada por la mafia política de Ulises Ruiz, está acelerando los trabajos de construcción para salirse con la suya, sin tomar en cuenta que los ciudadanos mantienen su decisión de no permitir el desaguisado, exploran democráticamente las características del parque y centro cultural que se creará en el lugar y confían en que pronto se harán valer la ley y la voluntad ciudadana.
De eso se trata hoy. En todas partes. Eso expresaron las organizaciones indígenas de Ecuador cuando enfrentaron un intento de golpe de Estado y al mismo tiempo reivindicaron los procesos de construcción de una auténtica democracia frente al presidente Rafael Correa. Así se manifestó en Colombia, al celebrarse del 8 al 12 de octubre el Congreso de los Pueblos.
Los protagonistas del congreso que se enumeran en su comunicado final revelan claramente su carácter: trabajadores y trabajadoras; corteros de caña y sus compañeras; campesinos y campesinas, jornaleros y cosecheras; gente hija de la tierra; pueblos indígenas; descendientes de africanos que nos estamos liberando; mujeres dignas y libres; gente pescadora de mares y ríos; mototrabajadores, taxistas, camioneras; estudiantes, maestras, educadores populares; experiencias de resistencia al capital, al Estado y a la guerra; los pobres, las marginadas, los excluidos; artistas y artesanos; gente desplazada por las balas, la amenaza, las motosierras, el latifundio, los grandes proyectos; los otros, las otras, quienes desde la diversidad sexual hacemos democracia; los habitantes de la calle, de los barrios, de los cerros de las grandes ciudades; detenidos y detenidas en las cárceles; defensoras de los derechos humanos, comunicadores y comunicadoras populares, los creyentes en nuestros dioses y sobre todo los creyentes en la justicia; los ausentes y las víctimas; las niñas y los niños, la risa y la imaginación sin límites; los jóvenes, que resistimos la opresión de un sistema policiaco; el país y los pueblos, el Congreso de los Pueblos.
Juntos, todos ellos, señalaron que el Congreso fue convocado para que el país de abajo legisle, que los pueblos manden, que la gente ordene el territorio, la economía y la forma de gobernarse
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Se trata de recuperar el carácter soberano de los pueblos.
Porque a pesar de la euforia de los poderosos, estamos convencidos que el sistema político y económico colombiano está agotado, casi muerto de corrupción y crimen. No esperamos gran cosa de los congresistas y los gobernantes. Lo que hemos confirmado en esta sesión de instalación es que en muchos lugares del país la gente no esperó más y se puso a legislar por su cuenta, a organizar el territorio y a darse su propia forma de mandar. Asambleas constituyentes municipales, pactos de convivencia barriales y regionales, territorios autónomos indígenas y afros, territorios de paz, experiencias de presupuestos participativos, redes de soberanía alimentaria, mesas de concertación de sectores populares, asambleas territoriales en los barrios, movimientos para consolidar reservas campesinas, ¡todos!, han encontrado en sus propios ejercicios legislativos más democracia, bienestar y justicia que toda la que puedan ofrecer y no han garantizado en 200 años de vida republicana.
El congreso empezó a articular innumerables experiencias de autonomía popular para pensar un nuevo país y elaborar un Mandato de los Pueblos, con una Agenda Alternativa. 17 mil delegadas y delegados de más de 200 organizaciones instalaron el congreso, pero lo mantienen abierto para que se le sumen paulatinamente todos los procesos de base, todas y todos los ciudadanos que, como ellos, están decididos a pensar una propuesta común de vida digna… y llevarla entre todos a la práctica.
En eso estamos. Frente a los futuros prometidos de los políticos, que hacen del presente un porvenir siempre pospuesto, los pueblos se entregan a la transformación concreta de su realidad, confiados en sus propias capacidades, no en la retórica o las promesas de emisarios del pasado o del futuro.