Beneficia proyecto para la seguridad alimentaria a 18 familias de esa localidad mexiquense
Capacitan a las amas de casa para producir invernaderos de hortalizas en patios de sus viviendas
Lunes 18 de octubre de 2010, p. 20
Acambay, Edomex, 17 de octubre. Salimos del purgatorio y entramos al cielo
, expresaron las mujeres de la comunidad La Teresa al mostrar satisfechas las estufas ahorradoras de leña
y las cisternas para captar el agua de lluvia; se entusiasman con los preparativos para empezar a cultivar jitomate, calabaza y otras hortalizas en el traspatio de sus casas, que les permitirán tener un invernadero en menos de tres años y dejar de ir hasta la cabecera municipal a surtir nuestro mandado
.
Al concluir la primera etapa del Proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria (PESA), que impulsan la Organización para la Agricultura y la Alimentación en coordinación con la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), el municipio y el gobierno estatal, el grupo de 18 mujeres mencionaron el cambio en sus vidas gracias al uso de dichas estufas y recordaron el sufrimiento
por tener unos cuantos litros de agua para cocinar y cubrir sus necesidades más elementales.
En esta comunidad serrana, con vista a una parte del valle de Acambay, Belem Valdés Mejía comentó que antes cocinaba en un fogón abierto, casi pegada al piso, el pequeño espacio lo rodeaba con nylon para evitar que el humo invadiera el resto de su vivienda. Me comía el humo; ahora con esta estufa puedo hacer tortillas, el desayuno y calentar el agua al mismo tiempo, además de ahorrar leña.
La recolección de leña es un momento de juego con su hijo Ignacio de 11 años. Como estamos al pie del cerro no es tan pesado ir por una carga, con mi hijo lo hago una diversión; lo que sí me costaba mucho esfuerzo era acarrear agua.
Por esa actividad se fracturó el brazo izquierdo y tuvo que ser operada. Con las cisternas para recolectar el agua de lluvia y la construcción del vaso seremos ricos.
Apoyo al México olvidado
Se trata de una estrategia para atender a la población de los municipios del México olvidado, explicó Francisco Aguirre Pineda, coordinador del PESA.
Agregó que el proyecto surgió de la necesidad de que los recursos del gobierno lleguen a las comunidades más pobres; sus objetivos son impulsar el desarrollo de sus pobladores generando su autoestima y cambio de actitud; ayudarlos a cubrir sus necesidades de agua; volver a convertirlos en productores de sus alimentos y fomentar la organización. Es un programa que depende mucho del compromiso de la gente.
Se capacita a las mujeres para que ellas construyan las estufas ahorradoras de leña, tipo patsari (nombre purépecha que significa lo que guarda), las cuales pueden terminarse en un promedio de tres horas; pero lo que más interesa del programa es que los habitantes mejoren su alimentación, ya que gastan 68 por ciento de su ingreso –estimado en 3 mil pesos mensuales por familia– en la compra de comida. Y una vez cubierto eso, se les ayudará a desarrollar un modelo productivo de hortalizas en invernaderos que puedan vender en los mercados locales y tener ingresos.
Es el retorno a la cultura comunitaria, a la producción de traspatio del rescate de la agricultura campesina con sus propias semillas y uso de fertilizantes orgánicos, y fomentar la conservación del bosque, comentó Virginia Galván, coordinadora de la Agencia de Desarrollo Rural, grupo operativo del PESA.
Para esas mujeres, cuyos esposos, hijos y hermanos migraron a Estados Unidos ante la falta de expectativas de desarrollo en esta región, el arribo del PESA ha significado salir del aislamiento
y darse cuenta de que las calabazas, habas, quelites, flor de calabaza, frijol, nopales, tunas, huitlacoche, hongos silvestres comestibles, además del maíz, son un buen alimento, y que con la crianza de aves de corral pueden reducir su gasto en alimentos.
En el país, la cobertura del PESA se inició en 2006; a septiembre de este año se han beneficiado a 111 mil 843 familias de 4 mil 198 localidades de 620 municipios de 14 estados. Se han llevado estufas ahorradoras de leña y sistemas de captación de agua de lluvia a 64 mil 909 hogares, desarrollado 90 mil 785 proyectos para la producción de alimentos y 19 mil 369 para la generación de ingresos.
En La Teresa, una fase del proyecto es construir un vaso para captar y almacenar 60 mil metros cúbicos de agua; los técnicos aceptan que la obra, que costó 2.1 millones de pesos, es muy ambiciosa ya que en esta región las precipitaciones no han sido abundantes. Parte de los recursos fueron aportados por el municipio.
A la comunidad La Teresa, por ubicarse en la parte más alta del cerro, es muy difícil llevar agua a través de pipas
, mencionó el presidente municipal, Salvador Navarrete Cruz. Aseguró que respaldará el programa, ya que representa la recuperación de un sistema de producción que se abandonó hace más de tres décadas.
En el paraje El Tule, de la comunidad Muytejé, Socorro y Alfredo González Ruíz, y Horacio González Villafuerte muestran con orgullo el rescate del vaso con una capacidad de 14 mil 809 metros cúbicos. Tras 12 años de solicitar la obra a diversas autoridades, con el Pesa nuestro sueño es una realidad y beneficiará a mil 500 personas de las comunidades La Palma, Muytejé y El Gallo, que caminaban una hora para obtener agua para el uso doméstico
.
Asientan que ese recurso les permitirá cambiar su vida y hasta hacen planes para el desarrollo de un parque recreativo, pues el vaso está rodeado por un bosque de pinos, cedros y ocote. Con esto podremos poner invernaderos y dejaremos de talar el bosque, tendremos otro tipo de trabajo
, dicen. Mencionan que los árboles son convertidos en carbón vegetal, ya que de sacarlos en rollo o en tablones corren el riesgo de ser detenidos y encarcelados. La necesidad nos obliga; por cada costal de carbón de 25 kilos pagan 100 pesos.
“Aquí los judiciales detenían a los que incluso tenían permiso para derribar algunos árboles; entraron a mi casa para quitarle la sierra a mi esposo, pero les dije: ‘¿Tú la compraste? No ¿verdad?, además no tienes ningún papel que diga que puedes llevártela’, narró Serapia, mejor conocida como la güera. A sus 62 años y con problemas en los ojos por la diabetes, no para de trabajar: teje, borda, cuida sus animales de traspatio, sus siembras de maíz. Un ritmo similar mantiene Ángela Petronila Ruíz Trejo, en la comunidad La Teresa: Las mujeres no paramos de trabajar, hacemos mil cosas
.