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Protestas bloquean paso al sureste del país

Olvidan a Minatitlán y Coatzacoalcos tras huracán y tormenta
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 19 de octubre de 2010, p. 35

Coatzacoalcos, Ver., 18 de octubre. Este municipio de más de 800 mil habitantes, considerado la puerta sur de Veracruz, aún padece los estragos causados por las inundaciones que dejaron el huracán Karl y la tormenta tropical Matthew, ante la indiferencia del gobierno federal y la escasa ayuda del estatal. Sus carreteras siguen dañadas, la actividad productiva continúa parcialmente paralizada y las continuas protestas de los pobladores se extienden a demarcaciones vecinas.

No consideraron a Coatzacoalcos zona de desastre. Nos dejaron solos al más alto nivel, y ante las adversidades no tenemos a nadie que nos tienda la mano, a pesar de que están documentados los paros de empresas y los quebrantos económicos, afirmó Enoch Castellanos Férez, presidente local de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación.

El gobierno municipal abrió un albergue para personas desalojadas de siete de 15 colonias de alto riesgo y, de acuerdo con fifras oficiales, sólo 876 familias resultaron damnificadas; sin embargo, también hubo graves daños en equipamiento urbano y carreteras federales y estatales.

El recorrido desde la ciudad de Veracruz puede durar siete horas o más, y en varios tramos las carreteras Transístmica y federal apenas han mejorado. Las obras de restauración avanzan a paso lento y en varios puntos el tráfico se estanca y se forman largas filas porque sólo hay un carril que controlan los operadores de grúas y trabajadores, a falta de agentes de tránsito federales o estatales.

Obras deficientes

Los 18 kilómetros que separan esta ciudad de la vecina Minatitlán quedaron totalmente cubiertos por aguas de pantano durante septiembre, y los habitantes de Coatzacoalcos –donde persiste el caos vial por falta de semáforos– vieron el 26 de septiembre cómo el agua alcanzaba casi un metro de altura en sus avenidas principales, mientras la sexta etapa del malecón era arrasada por los aguaceros que causó la tormenta Matthew, lo que puso al descubierto la mala calidad de los trabajos a cargo de la empresa Procore SA de CV.

El jueves y el viernes de la semana pasada la situación empeoró por las protestas de 300 taxistas de Coatzacoalcos que llevaron sus unidades al palacio municipal, en demanda de que la policía instale retenes y revise vehículos suspechosos hasta que el Ejército Mexicano se haga cargo de la seguridad, pues en menos de un mes cuatro choferes fueron asesinados.

La manifestación empezó a las 10 de la mañana y cuatro horas después brotó la ira entre los conductores de tráileres provenientes de Tabasco, Campeche y Yucatán, que al ver la indiferencia de las autoridades ante la enorme congestión vial atravesaron sus unidades en las carreteras y se unieron a los taxistas, lo que prácticamente interrumpió el tráfico hacia el sureste del país.

Ni una botella de agua

En Minatitlán se repite la historia. En el peor momento sólo oíamos del desastre en Tlacotalpan y preguntábamos: ¿y nosotros qué?, narra indignada Bernarda González Hernández, de la congregación de la isla de Capoacán, donde más de 2 mil vecinos viven al ras del río Coatzacoalcos, el cual –según los lancheros– todavía no desciende a sus límites normales.

Tuvimos que atravesar el río para recibir una despensa del municipio, y después ya no hubo ni una botella de agua de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso) ni de la alcaldesa priísta Guadalupe Porras, dice la señora, a quien aún le molesta que en su localidad nadie estuviera enterado del censo de damnificados que hicieron las autoridades.

Aquí el lecho del Coatzacoalcos se extendió a patios y casas. La inundación alcanzó casi dos metros de altura, y ahora los vehículos que llegaron en pangas levantan a su paso nubes de tierra de olor picante y nauseabundo.

Nadábamos en el patio y tuvimos que desalojar. Mi hermano y algunos hombres se quedaron en los techos de las casas para cuidar nuestras pertenencias, y no recibieron ayuda, dice Isabel Hernández.

Capoacán y el resto de las comunidades en la margen del Coatzacoalcos temen una epidemia de dengue por las tres sucesivas inundaciones y la falta de apoyo sanitario. Nomás vinieron a darnos una despensa, se queja.

En la cabecera municipal, Gladys del Carmen Gómez, de 33 años y vecina de la colonia Liberación, dice que para su familia todavía falta lo peor, pues su marido, Pedro Puga, fue despedido del ayuntamiento por faltar tres días durante la contingencia, una historia que conjuga las inclemencias de la naturaleza y las de la burocracia.