ema político central a discusión es el de las falsificaciones y distorsiones que vive hoy la democracia. Mil ejemplos se señalan, pero rara vez se toca el fondo de la cuestión, que casi siempre se limita a señalar las razones éticas, educativas, de inmoralidad que viven los protagonistas.
Sabemos bien que en sus orígenes (la Ilustración, siglo XVIII) la revolución burguesa propuso justicia, igualdad y fraternidad
. Pero su desarrollo efectivo (el capitalismo real
), en estos siglos de afirmación ha mostrado más bien una ilimitada capacidad de efectuar destrozos humanos, sociales y ecológicos, negando sus originales promesas de futuro. La actual crisis del capitalismo neoliberal nos muestra una vez más su incapacidad para satisfacer las necesidades humanas básicas, negando tajantemente las aspiraciones a la igualdad y al real desarrollo. La globalización capitalista profundiza la desigualdad entre las naciones y al interior de las mismas, logrando una espectacular concentración del capital en pocas manos y reproduciendo a escala planetaria y de manera escandalosa el fenómeno de la explotación.
La globalización neoliberal ha implicado no únicamente la extensión geográfica del capitalismo, sino la extensión universal
de las relaciones capitalistas de producción y consumo en prácticamente todas las áreas de la vida humana y social. En este proceso todos los aspectos de la vida se han convertido en mercancías, y desafiados y destruidos los más elementales derechos humanos, democráticos y laborales, lo cual va de la mano de una clara política represiva y de liquidación de los derechos básicos de los hombres y las mujeres. En el fondo, se ha avanzado enormemente en la restauración de un Estado no democrático y de permanente peligro
que se enmascara detrás de la guerra contra el terrorismo
y detrás de las nuevas guerras de recolonización y de conquista imperialista.
Por añadidura, el sistema capitalista de producción se muestra radicalmente incompatible con la preservación de los ecosistemas del planeta y amenaza la condición de sobrevivencia y reproducción de las especies animales, incluido el hombre. La crisis ecológica modifica de raíz las condiciones de la lucha por la emancipación; además, las luchas por la preservación del ambiente no pueden ignorar los conflictos de clase y la explotación social: de otra manera están destinadas al fracaso. Tal lucha no puede reducirse a un tono moral
o de recomendaciones
a la buena fe, sino que son inevitablemente políticas y sociales, porque también de ellas depende la suerte de la humanidad.
Naturalmente, una de las destrucciones más brutales del capitalismo ha sido la de su postulado democrático de origen. La lectura actual de Juan Jacobo Rousseau nos dice hasta qué punto se ha destruido la democracia soñada
en un momento, y como en la práctica, en los llamados sistemas democráticos
, el dinero acumulado funciona como su contrario, imponiendo la dictadura de sus intereses. La brutal concentración del ingreso no solamente impide que gobierne la voluntad general
, sino que la minoría adinerada impone su voluntad como si fuera la voluntad de todos
, haciendo imposible la construcción de una real voluntad democrática.
A esa dictadura minoritaria del dinero se le ha llamado oligarquía, y es a lo que Andrés Manuel López Obrador llama la mafia
que nos gobierna. Y cuando el dice al diablo con las instituciones
está mostrando su desprecio precisamente a esas instituciones que no representan el interés general de la nación, sino intereses particulares o de grupos reducidos, oligárquicos.
De allí también que se oponga tajantemente a una política de alianzas
de la izquierda (en el fondo un fragmento de la izquierda: PRD) con la derecha (el PAN). Porque sigue pensando que la política, en su sentido más genuino y constructivo, tiene al final de cuentas un significado emancipatorio y libertario, que la derecha está lejos de tener, y que las alianzas, confusas mezclas con un propósito puramente pragmático e inmediato, únicamente conducen al desconcierto ciudadano. No estimulan la democracia, sino que la convierten en algo oscuro y ambiguo, sin valor alguno.
Ante quienes aluden como ejemplos positivos para la alianza de partidos en el estado de México, contra Peña Nieto, los casos de Oaxaca y Puebla, debe decirse que ahí el candidato unitario hizo posible el frente común de diferentes partidos, pero ¿dónde está el Gabino Cué del estado de México? ¿Aceptaría el PAN a Alejandro Encinas como candidato de las alianzas en ese estado, quien sería el candidato más lógico de la izquierda? ¿O siquiera a Alejandro Gertz Manero, que ha sido propuesto por Convergencia? ¿O saldría el PAN con un candidato del Yunque, tratando de imponerlo como el candidato de la alianza
?
¿Verdad que la cuestión tiene muchos más bemoles, incluso de orden pragmático, de lo que pudiera parecer a primera vista? En todo caso, parece perfectamente claro que la idea de las alianzas electorales tiene su origen en Felipe Calderón.
Que las suscita para aprovecharlas: la cuestión es que parece del todo imposible que la derecha coincida con un candidato aceptable
para la izquierda, confirmándose que la operación alianzas
es para la derecha simplemente un esquema de provecho partidario (del PAN), y que no sería en absoluto favorable para la izquierda general (por eso dicen verdad quienes sostienen que se trataría simple y llanamente de una traición
).