El Imparcial*
Los acomodados y el censo
l Inspector del censo dió cuenta á la Dirección General de Estadística de que algunas familias acomodadas
se resistieron á proporcionar á los empadronadores los datos que ellos pedían, comunicándole también el hecho de que muchas familias humildes á las cuales no se les había dado cédula, la reclamaron en un tiempo oportuno.
No es raro que las gentes acomodadas
se rehusen á dar su nombre y á manifestar su estado civil, etc., etc., etc., tratándose de una operación á que –según recordaba hace pocos días El País
– no se rehusó hace diecinueve siglos, el mismo señor San José, que hizo expresamente un viaje para inscribirse en los padrones, ni se rehusan en la época actual los personajes más ilustres, las damas de más elevada alcurnia, los soberanos. El señor Presidente de la República nos dio el ejemplo hace varios años, empadronando una manzana y haciéndose inscribir en los registros que le correspondía.
Por eso, seguramente, no es extraño que haya en México familias acomodadas que se nieguen á dar nombres y datos. ¡Tienen razón!... Eso de que ilustres apellidos vayan á figurar al lado de los que llevan gentes humildes, es para renegar de haber nacido en un país donde ante la ley todos somos iguales.
Resulta, pues, que en la clase acomodada es donde los encargados de hacer el censo encontrarán mayores dificultades. La manera de vencerlas, afortunadamente, está en la mano: hay que denunciar á la autoridad los hechos, para que los responsables sean castigados. Solo así pueden llegar á comprender que existe una ley que los obliga á inscribirse, sea cual sea el apellido que lleven ó los bienes de que dispongan.
Se quemó la boca con pulque
En el Hospital Juárez se internó ayer á Genaro González, remitido por la quinta comisaría con quemaduras en la boca.
Declara él que un desconocido le invitó un vaso de pulque en una pulquería de Degollado y Guerrero, causándole las quemaduras aquel mal comprendido licor, que se supone tenía alguna substancia corrosiva.
*Se publicó de 1896 a 1914