omo todos los años, la misma canción en noviembre. Al votarse el Presupuesto de Egresos de la Federación, una de las cuestiones más discutidas es el Programa Especial Concurrente (PEC), que comprende todos los programas federales de gasto e inversión para el campo, de todas las dependencias. Como todos los años, al menos desde que se dio la alternancia, hay una estira y afloja entre la propuesta del Ejecutivo y la de los diversos grupos de interés y organizaciones presentes en el Legislativo. Como todos los años, las discusiones y votaciones serán sobre los pesos y los centavos, pero el gran debate sobre el proyecto de agricultura, el proyecto de campo que México necesita, quedará fuera de San Lázaro.
Como todos los años, el Ejecutivo ha presentado una propuesta de PEC inferior en 3.2 por ciento en términos nominales al PEC aprobado para 2010 (259 mil 852 millones de pesos contra 268 mil 406 millones), a pesar de que aumenta el gasto federal total en 6.2 por ciento. Dentro del PEC, el recorte no es parejo entre todos los componentes presupuestales: sufren grandes reducciones los programas financiero (51.4 por ciento), de competitividad (22.4 por ciento), de infraestructura agrícola (19.8 por ciento). Mientras que los grandes beneficiarios son los programas de asistencia social, que se incrementan en 27 por ciento. En tanto que la Sagarpa sufre una merma presupuestal de 11.9 por ciento, la Sedeso tiene un incremento de 33.7 por ciento (datos del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable de la Cámara de Diputados). O sea que la propuesta presupuestal del Ejecutivo federal para 2011 se dirige a los campesinos como pobres, receptores de programas de asistencia, y no como actores productivos. En la víspera de un año electoral, se ve que votan más las despensas que los surcos sembrados.
Los diputados de la Comisión de Agricultura y Ganadería, sobre todo los del PRI y del PRD, han contratacado con una propuesta diferente. Defienden que el gasto mantenga la misma estructura programática de 2010 y que se reasignen los incrementos de los programas sociales propuestos por el Ejecutivo y se redistribuyan entre los programas productivos. Proponen que el PEC no sólo mantenga su valor nominal de 2010, sino que se incremente. Específicamente, demandan que a las vertientes de competitividad, financiera y de infraestructura, se actualice su valor real y haya incremento adicional de 5 por ciento. Para esto proponen que se aumente en 41 mil 029 millones de pesos la propuesta del Ejecutivo, hasta llegar a 300 mil 881 millones de pesos.
Se enfrentan la visión asistencialista, electorera, del Ejecutivo y una visión más de impulso productivo al campo, representada por los diputados de oposición. Al final se tendrá que negociar y muy probablemente se apruebe un PEC superior al que plantea Calderón, pero no en el nivel que lo demandan los diputados de la Comisión de Agricultura y Ganadería. Como todos los años, todos irán contentos a celebrar sus posadas. Como todos los años, el Ejecutivo tomará revancha de las enmiendas que le hicieron, diseñará unas reglas de operación farragosas para que nadie pueda cumplirlas y sobrevendrán los subejercicios. Como todos los años, los gobernadores jalarán agua para su molino, para los programas que a ellos les convienen –no necesariamente a sus gobernados–, aportando lo menos posible de su peculio. Como todos los años, se ahondará la brecha entre el campo empresarial, exportador de frutas y hortalizas, y el campo de los campesinos, pauperizado, exportador de mano de obra.
Volveremos a tener el presupuesto mayor de la historia, pero nuestro campo seguirá empobrecido y seremos más dependientes del extranjero en nuestra alimentación. ¿Por qué?
Porque los gobiernos, la clase política, nos están convirtiendo en el país del menos con más. Cada día se gasta más en programas de asistencia a la pobreza, pero ésta se reduce cada vez menos. Se asignarán más recursos que nunca a seguridad en 2011, pero ahora estamos mucho menos seguros que antes. Así también en agricultura: más presupuesto, menos soberanía alimentaria, menos campesinos en el campo.
Detrás del presupuesto no existe una política de Estado, una estrategia de desarrollo con equidad y sustentabilidad, con un gran consenso social. Como resulta evidente que no la hay, los actores políticos y sociales mejor intencionados buscan rescatar los recursos que se pueda; los más interesados, sacar la mayor tajada posible. El interés general vencido por la piñata. Así no hay presupuesto que alcance, aun si fuéramos un opulento emirato petrolero.
Así como en lo presupuestal, sucede en lo político, en lo social, en la seguridad pública. Los intereses individuales sofocan la res publica. El país se nos sigue deteriorando. Urge un nuevo proyecto nacional, de gran densidad moral, como el de los liberales del siglo XIX. Los que hicieron mucho más con mucho menos. Comenzar a construirlo es la mejor manera de celebrar el sesquicentenario de su gran Reforma.