Deslucida visita papal
ijo que iba como humilde peregrino a honrar al apóstol Santiago en Compostela y a declarar basílica el templo de la Sagrada Familia construido en Barcelona por Antonio Gaudí, a quien tanto admira. Tanto que ya es beato. En realidad, Joseph Ratzinger fue como cruzado, con un séquito de 200 personas. Para garantizar su seguridad se movilizaron 6 mil efectivos de la fuerza pública, además de varios comandos de élite. Sus dos días de estancia en España costaron 45 millones de dólares cubiertos por el gobierno al que tanto denostó en su visita. La Iglesia católica de ese país recibe cada año del erario cientos de millones de euros y no paga impuestos por sus numerosas propiedades y negocios.
Como en su visita a Inglaterra, aquí también afloraron las protestas de miles: le reclamaron al peregrino-misionero su pasividad para con los curas pedófilos y sus posiciones doctrinales contrarias al aborto, el uso del condón, el matrimonio entre personas de un mismo sexo y las investigaciones con células madre.
Hubo voces que llamaron a la tolerancia, cuando el visitante predicó lo contrario. Que justificaron el gasto que hizo el gobierno de España, país laico, para la visita, arguyendo los beneficios que traería en promoción turística. No fue así. Pese a la publicidad machacona y a la movilización promovida desde los templos y los grupos de derecha, ni en Compostela ni en Barcelona los fieles acudieron en la cantidad esperada. Pero lo deslucido de la visita no ocultó otro propósito: darle todo el apoyo a la derecha con miras a las elecciones generales del 2012 en España.
De la Sagrada Familia, obra inconclusa de Gaudí, mucho se ha escrito y polemizado. Considerada como desmedida y fruto del periodo de máxima exaltación religiosa de su autor, fue considerada oportunamente como una afrenta a la cultura arquitectónica por grandes personalidades como Le Corbusier, Tàpies, Sert y Gropius, entre otros. Pese a la importancia de los opositores y las razones que expusieron, las obras de esta expresión kitsch la continuaron otros con mucho menos fortuna que Gaudí. De todas formas, hoy es la atracción más visitada de Barcelona, cual si fuera parque temático en tiempos de intolerancia por parte de la jerarquía eclesiástica.
Cuando el gobierno de Cataluña anunció que por debajo de la Sagrada Familia construiría un enorme túnel para dar paso al AVE, el tren rápido que comunicará con París, los jerarcas católicos y sus aliados aseguraron que el templo se vendría abajo. Mas la citada obra no lo afectó en nada. Milagro de la ingeniería moderna, no del Altísimo.
A raíz de la visita del cruzado-misionero, Fernando Savater acertó al decir que, por su intolerancia y atraso político, el Vaticano es una especie de Arabia Saudí pero decorada por Miguel Ángel y Rafael.