Economía
Ver día anteriorLunes 15 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Muchas deudas
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as deudas han ido creciendo alrededor del mundo. Los gobiernos de los países más ricos se han endeudado fuerte y rápidamente desde la crisis de finales de 2008, y la expansión continúa. El caso de Estados Unidos es muy patente, suman billones de dólares (trillones según se mide allá) sin que aún se revierta de modo decisivo la debilidad de la economía. También el sector de las familias está sobrendeudado y sus activos están subvaluados. Las empresas pequeñas y medianas siguen sin tener acceso al crédito para producir.

En otros países los gobiernos han tenido que intervenir también para evitar la quiebra de los sistemas financieros. Esto es lo que ahora se ha planteado entre los reguladores como los riesgos de tipo sistémico y que todavía no se resuelve cómo se habrá de tratar. Una cosa es que se sabe que hay que reordenar el sistema para evitar una crisis de la dimensión de la actual y, otra, es que se alcance en un compromiso político viable.

En algunas naciones europeas se resiente el efecto adverso de la deuda contraída antes del colapso de 2008, cada vez más cara de sostener y refinanciar. Esto ha exigido severos ajuste fiscales, es decir, recortes del gasto público y más impuestos que representan una carga social grande. Los casos de Grecia, Irlanda, Portugal y España han sido protagónicos.

Irlanda volvió a ser noticia en los días recientes, pues el costo de colocar nueva deuda en los mercados de bonos se eleva por la incertidumbre sobre cómo actuarán los gobiernos de la Unión Europea ante una nueva crisis. Alemania y Francia quieren que los inversionistas privados participen en mayor proporción en caso de incumplimiento de pago de los gobiernos deudores. La incertidumbre persiste y el horizonte de los inversionistas tiende a acortarse, buscando rendimientos a plazos cortos, lo que significa una distorsión del financiamiento de la producción, la construcción de infraestructura y la gestión de los sistemas de pensiones.

La crisis de 2008 provocó un enfrentamiento en los términos en cómo se reparte la carga de las pérdidas financieras entre el gobierno y el mercado, y los salvamentos con dinero público han perdido el apoyo popular. Obama perdió las elecciones, Sarkozy y Cameron enfrentaron protestas populares.

La globalización generó desequilibrios persistentes entre los déficit y superávit comerciales, y las corrientes de capital necesarias para financiarlos. La reunión del Grupo de los 20 en Seúl puso de manifiesto las contradicciones que se agravan y la poca disposición política para enfrentarlas.

El entorno financiero no alcanza para sostener la estructura de las deudas y, menos aún, para mantener el proceso de acumulación y generar riqueza. La producción es el ámbito ineludible para que este modelo se reproduzca. Las experiencias de los últimos 20 años con una gestión monetaria y la expansión del capital en el planeta generaron grandes ganancias y una redistribución regresiva del ingreso, y parece haber llegado a su límite.

Hoy la situación es cada vez más complicada para atender los desequilibrios. La Reserva Federal intenta forzar una forma de ajuste provocando la depreciación de dólar que empuje hacia arriba el valor del yuan chino y encarezca las importaciones de ese país. La estrecha interrelación monetaria y comercial impone condiciones a los ajustes posibles.

En todo caso, lo que sí se advierte es que las tasas de interés en los mercados de las economías más industrializadas son sumamente bajas. Los inversionistas buscan mejores rendimientos y desplazan sus capitales donde los encuentren.

Esos capitales llegan preferentemente a las llamadas economías emergentes, como la mexicana, que acumulan reservas internacionales, que no quieren que sus monedas se revalúen ni que sus productos de exportación se hagan más caros. Además, esas entradas de dinero tienden a presionar al alza la inflación.

La condición de alto endeudamiento, la necesidad de grandes intervenciones de los gobiernos para intentar restablecer la estabilidad financiera y la manera como se distribuyen las cargas económicas y los ajustes entre las naciones está creando un escenario de enfrentamiento.

Una expresión es la manera en que se provocan reacciones de tipo proteccionista, y que son manifestaciones de un nacionalismo que choca con los argumentos sobre la naturaleza y las consecuencias de la globalización, que se proponían con entusiasmo apenas unos meses antes de la quiebra de Lehman Brothers.

El fenómeno no es nuevo, por supuesto. Antes de la primera guerra mundial el liberalismo económico estaba en apogeo; luego de la guerra se forzó un plan de reparaciones de guerra sobre Alemania que acabó en el ascenso del nazismo. Keynes había advertido contra dicha política luego del Tratado de Versalles en 1919. Otro episodios que conviene recordar es el de las forzadas transferencias para el pago de la deuda externa en América Latina en la segunda mitad de la década de 1980. Las crisis han sido recurrentes y con efectos globales desde entonces.