Materia blanca
a realizadora Claire Denis, sin duda el talento femenino más sólido en el cine francés actual, regresa en Materia blanca (White material, 2009) al primer acercamiento, fuertemente autobiográfico, que tuvo con el continente africano en 1988 cuando filmó su primera cinta, Chocolate (aún inédita en México).
Aquella cinta fue una exploración muy interesante del colonialismo francés a partir de la relación erótica de una mujer blanca con un misterioso nativo llamado Proteo (Isaach de Bankolé, desde entonces actor fetiche de la directora), vista a través de los ojos de una niña francesa. Claire Denis aludía ahí a la fascinación irresistible del continente negro, encarnado en el sensual y vigoroso Proteo, y experimentada en grados diversos por la madre, su hija y los propios colonos. Una visión ciertamente romántica que oponía, de modo esquemático, la decadencia de la empresa colonial a la fuerza impenetrable, proteica, del territorio salvaje. Hubo poesía en esa mirada, algunos apuntes críticos, pero también una buena dosis de ingenuidad.
Veinte años después, la directora regresa a África para filmar, en un tono radicalmente distinto, la experiencia de María Vial (portentosa Isabelle Huppert), administradora francesa de una plantación de café en un país no identificado, que súbitamente se ve atrapada en el conflicto civil que opone al gobierno local, favorable a los intereses de los colonos, con un grupo de rebeldes que paulatinamente toman control del territorio. Desoyendo las advertencias de sus compatriotas que la instan a abandonar el país en caos, María se aferra a permanecer al lado de sus empleados nativos, también aterrorizados, sin darse cuenta de que en la obstinada defensa de sus intereses, y en su apego afectivo por el país ajeno y la raza negra, tiene asegurada una derrota absoluta.
Este relato irónico es un estudio muy perspicaz de la compleja personalidad de María, dividida entre la civilización que desprecia (los franceses y su triste arrogancia de conquistadores) y su amor no correspondido por la raza ajena que piensa conocer a fondo y que a medida que crece la violencia tribal le va dando la espalda hasta dejarla en una soledad completa. Isaach de Bankolé, el Proteo del filme Chocolate, es ahora un personaje de nueva cuenta enigmático, un guerrillero conocido como el boxeador, que se refugia herido en la residencia de los Vial, y que la renegada administradora en quiebra protege en un gesto de solidaridad, a la postre inútil.
La realizadora Claire Denis (Buen trabajo, 1999; 35 tragos de ron, 2008) ofrece en Materia blanca una obra depurada y sobria, despojada de ilusiones y romanticismo, una suerte de cuento negro buñueliano en el que María Vial aparece, con su triste capacidad de autoengaño, como una nueva Viridiana, rodeada ya no de menesterosos inclementes, sino de perfectos extraños que, presas del terror y la desconfianza, se desentienden de su suerte. El colapso de la empresa familiar, con el hijo delirante y rapado y un suegro obnubilado en un esplendor perdido, es el complemento del naufragio anímico y moral de la protagonista. El continente negro, diezmado por la miseria y las guerras civiles, arrastra consigo el destino de sus colonizadores, vieja materia blanca. Una épica sorda y memorable.