Cuando algo está muy mal, la queja es inevitable; la denuncia es necesaria. Pero ambas son insuficientes en sí mismas para cambiar las cosas. Falta la acción, pasar de las palabras a los hechos, no sentarse a esperar. Así lo han entendido las integrantes de la agrupación artística Las Mujeres de Fuego, quienes llevan 10 años infiltrando la vida cotidiana.

La premisa que define su leitmotiv es: donde hay un clavo, puede haber un cuadro. Su objetivo es promover y fomentar la integración social a través del arte y la cultura ahí donde las instituciones oficiales no quieren, no pueden o no saben llegar. En otras palabras, hacer efectivos los derechos culturales del público y los artistas.

Las Mujeres de Fuego son ocho y un hombre: Amérika Moreschi (productora y directora general); Ireri Solís, Yanet Miranda, Angélica Gutiérrez Gasca, Talía Valdez, Lya Morgana, Cynthia Martínez, Donají Sánchez y Alexandro Guerrero.

Su intervención más reciente es una obra de teatro callejero titulada Donde se mueve el sol o la Revolución no te lleva al Mictlán, que tiene como escenario la explanada de la iglesia del popular barrio de la Candelaria, situado a 10 minutos del centro de Coyoacán, pero carente de infraestructura cultural.

Luego de observar distintas comunidades para trabajar, optaron por La Candelaria. Dice Amérika Moreschi: Nos conmovió la situación específica de este barrio, donde no hay casas de cultura ni parques ni escuelas.

La vida comunal gira alrededor de la iglesia y las festividades religiosas, pero hay interés y necesidad de una oferta cultural distinta, variada y accesible.

Labor de puerta en puerta

Las Mujeres de Fuego llegaron al pueblo La Candelaria y se pusieron en contacto con esas otras mujeres de fuego que suelen hacer posible y llevadera la vida en las comunidades: las que organizan, gestionan, luchan, facilitan, cuidan, deciden. Les expusieron el plan y lograron su colaboración.

Empezaron con un Taller de teatro de la visibilidad y resolución de conflictos para mujeres de la comunidad, en el que participaron las artistas (actrices, bailarinas, cantantes, músicas) y las vecinas. No era de actuación o de música (aunque las incluía). Básicamente se trataba de que unas y otras se abrieran y pusieran en contacto con sus emociones, así como otro de Formación musical: Voces de La Candelaria, para niños.

La experiencia, fuerte en lo personal, las acercó y las igualó. Todas aprendieron de todas.

Aquí están varias de ellas, en entrevista en la explanada que preside el atrio de la iglesia; es una tarde a mitad de un ensayo días antes del estreno de Donde se mueve el sol o la Revolución no te lleva al Mictlán.

Sara Hernández Gutiérrez, vecina de La Candelaria, dice que nada de esto se había hecho en el barrio: Hay fiestas religiosas y todo eso, pero algo netamente cultural, no; nadie se había interesado por nosotros y nuestros niños.

Cuando Amérika Moreschi les informó de qué se trataba, “nos pareció bien y dijimos: hay que entrarle, a ver qué sale, no sabíamos si la comunidad iba a responder, porque no estamos acostumbrados a eso.

“Fuimos de puerta en puerta a hablar con los vecinos, a explicarles. La Candelaria es de gente de bajos recursos, no tenemos lana, pero cuando les decíamos a los padres que sus niños iban a aprender música gratis, dijeron que sí y una vecina hasta manifestó: ‘sirve que me deshago de los niños por un rato para que no estén frente a la televisión y, mientras, yo lavo y hago otras cosas’.”

Poco después notaron que el proyecto traía beneficios en el desarrollo personal de los participantes y para la seguridad. Otras madres empezaron a llevar a sus hijos y más de una se quedó a participar.

El grupo ahora está plenamente integrado a la comunidad y los vecinos se han familiarizado con las actividades que se realizan en la explanada.

Camelia Retiz Peralta se sobrepone a su timidez para dar su testimonio: en nuestra cotidianidad, con nuestro quehacer, no tenemos tiempo para reflexionar sobre nuestros sentimientos, y para aprender a respetar los sentimientos de los demás. Esa fue una de las cosas que aprendí en el taller. Hemos convivido, antes ni conocía a mis vecinas, ahora valoramos y apreciamos la convivencia. Estoy muy agradecida.

El aprendizaje, se insiste, ha sido mutuo. La actriz Ireri Solís no había trabajado antes para las comunidades: le ha dado mucho sentido a mi trabajo; el taller también me movió muchas cosas a nivel personal, y el trabajo en la calle ha sido muy enriquecedor.

Presentan documental

En cuanto a la obra Donde se mueve el sol o la Revolución no te lleva a Mictlán –que se presenta todos los sábados, con excepción de este 20 de noviembre– se trata de una ficción que retoma esa parte de la cosmogonía azteca según la cual los guerreros que mueren en batalla y las mujeres que fallecen durante el parto tienen el honor de acompañar al sol desde el amanecer hasta el mediodía.

Trasladada esa creencia a la Revolución, Las Mujeres de Fuego se preguntan: ¿qué ocurre con quienes mueren sin estar involucrados directamente en el conflicto, los que pasaban por el lugar en el momento de ser alcanzados por una bala: ¿Qué pasa con lo que hoy se llama daños colaterales?

La anécdota es sencilla: dos revolucionarias que luchan al lado de Emiliano Zapata mueren en una emboscada. Doña Cata (La Catrina) les enseña por medio de canciones, poemas y baile, cómo era la relación de los antepasados prehispánicos con la vida y la muerte.

Con motivo del centenario de la Revolución, el sábado 20, a las 20 horas, La Organización Cultural Mujeres de Fuego presentará el documental de Angélica Gutiérrez Gasca, Donde se mueve el sol: los derechos culturales de La Candelaria, una propuesta de visibilidad, en la Plaza Principal de ese pueblo, que documenta el trabajo comunitario en el montaje Donde se mueve el sol..., proyecto que recibió apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

Será la primera jornada cultural que se realice en La Candelaria. La cita es en la calle Zapata y Santa Cruz, La Candelaria, delegación Coyoacán.