laudia Herrera Beltrán, de este diario, ha publicado un excelente resumen de los cuatro años de Felipe Calderón, residente transitorio de Los Pinos. La periodista resalta algunos de los aspectos más significativos de este gobierno, y aporta o recuerda datos que son significativos. Ella dice que se han invertido más de 300 mil millones de pesos en su guerra contra la delincuencia organizada, principalmente contra el narcotráfico, guerra en la que han muerto alrededor de 30 mil personas.
Esa enorme cantidad de dinero no ha resuelto hasta ahora nada positivo para el país ni para los que lo habitamos a pesar de todo. Por cada narco asesinado (los menos son apresados) surgen dos, cinco o diez que entran al mercado en sustitución de los anteriores y, lo peor, es que al descabezar un cártel, la disputa por el territorio y el negocio no sólo genera más y mayores crímenes, sino menos seguridad incluso en ciudades donde antes se vivía con relativa tranquilidad. La violencia, dice Herrera Beltrán, no se detiene. Y tiene razón, ha crecido, y los mexicanos que queremos vivir como antes ya no sabemos para dónde hacernos. Cada vez que el gobierno cree tener un triunfo, los maleantes se lo cobran asesinando también a políticos, policías de alto rango y hasta candidatos a algún puesto de elección popular.
Referirse a esta situación de miedo y terror, de muertes y de violaciones al estado de derecho y a los derechos humanos, como daños colaterales
es, para decirlo con suavidad, una irresponsabilidad además de cinismo. El gobernante más protegido militarmente en la historia de México apenas (y sólo bajo presión) se ha condolido de algunas muertes, principalmente de políticos en activo, pues éstos son, aunque pertenezcan a otros partidos, parte de la llamada clase política. La mayoría de las víctimas de la guerra de Calderón –que insisto en llamar ilegal– son seres anónimos de los que sólo se conduelen sus allegados más próximos. Mientras tanto, el consumo de drogas ilegales y el tráfico de las mismas no han disminuido ni cerca estamos de que así ocurra.
Lo más lamentable es que Marcelo Ebrard, por más matices que quiso introducir en su deshilvanado discurso en Cuernavaca del sábado pasado, esté apoyando la política de Calderón en la materia, tal vez con la esperanza de que las alianzas de su partido con el del PAN puedan llevarse a cabo. En su oportunismo político, lo que nos plantea el jefe de Gobierno del Distrito Federal es que la cola agita al perro y no al revés, con lo cual exculpa, valga la metáfora, al animal.
En por lo menos dos de mis artículos en La Jornada he intentado retar a los precandidatos a que nos digan qué van a hacer con lo que nos deje Calderón en relación con su guerra. Todos queremos saber qué van a hacer de llegar a la Presidencia con las avispas alborotadas, con los militares en las calles (donde permanecerán hasta el último día de mi mandato
) y con la inseguridad que se ha generado al margen de la percepción del actual gobernante. Ebrard ya lo hizo y nos ha confirmado que no necesita tomarse la foto con Calderón para darnos a conocer sus posiciones electorales y sus perversas intenciones aliancistas. Nos falta conocer las propuestas de los demás precandidatos, pues muchos, si no todos los mexicanos, queremos saber si la pesadilla de este sexenio va a continuar o podremos tener la esperanza de que el país vuelva a la relativa normalidad en que vivíamos antes de que el PAN gobernara el país.
Claudia Herrera cita al final de su nota una declaración de Calderón a un grupo de reporteros: Lo bonito es lo feo que se está poniendo
. Si esta afirmación del gobernante intentó definir el panorama que se aproximaba con su gobierno, lo logró muy bien, pero no podrá negarse que se trata de un caso para un buen sicoanalista, pues revela una mentalidad tortuosa que no estoy capacitado de diagnosticar científicamente.
Nos faltan dos años de calderonismo y todavía no vemos luz alguna al final del túnel. ¿Se espera que nos acostumbremos a esta situación de zozobra? No lo creo, pues ni siquiera los esquemas interpretativos de hace algunos años se han mantenido. Todo está muy revuelto e imbricado y los ciudadanos comunes, que no tenemos información privilegiada ni un Wikileaks con archivos de nuestro país que podamos consultar, estamos prácticamente desarmados y sin brújula, pues, para colmo, la izquierda electoral vive en su propio laberinto haciéndose bolas tanto en la que debiera ser su perspectiva de izquierda como en su visión del país en su conjunto, incluyendo el avispero que, por instrucciones de Washington, se puso a golpear Calderón y que, según ha prometido, seguirá agitando hasta el 30 de noviembre de 2012. Todos somos Asterión, diría Borges, ¿quién será nuestro redentor, si acaso existe?
PD: El sábado 4 de diciembre a las 10 horas estaremos en la Feria del Libro (Guadalajara) Helguera, El Fisgón, Juan Luis Hernández Avendaño y yo para presentar a los medios La Iglesia contra México, publicado por el Grupo Editor Orfila. Moderará Guadalupe Ortiz.
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