ontinuando con la revolución educativa referida en mi artículo anterior (La Jornada, 5/11/10), me queda claro que uno de los cambios logrados por la Revolución Mexicana es la confirmación de la educación laica y la consolidación de la Secretaría de Educación Pública.
El espíritu liberal de la Revolución llevó a corregir los defectos que había sufrido la Constitución de 1857 durante el porfiriato y, después de acaloradas polémicas, el texto del artículo tercero se reformó. Al promulgarse la ley suprema del 5 de febrero de 1917 quedó como sigue:
La enseñanza es libre; pero será laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación, lo mismo que la enseñanza primaria elemental y superior que se imparta en los establecimientos particulares. Ninguna corporación religiosa, ni ministro de algún culto, podrán establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria. Las escuelas primarias sólo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia oficial. En los establecimientos oficiales se impartirá gratuitamente la enseñanza primaria.
La inestabilidad que arrastraba la Revolución dificultó la continuidad del proyecto educativo, así como el cumplimiento de la ley, pero la caída del gobierno de Carranza llevó a De la Huerta a constituir la Universidad Nacional como el organismo dedicado a la orientación y vigilancia de la educación de todo el país. Su rector, José Vasconcelos, realizó una gran tarea educativa y fue el motor para organizar la Secretaría de Educación Pública, de la cual fue titular por nombramiento del presidente Obregón. La principal deferencia con el modelo anterior fue la federalización de la enseñanza, se llevaron proyectos educativos a todo el territorio nacional: educación indígena, rural, técnica, creación de bibliotecas, publicación de textos clásicos. La tarea alfabetizadora convirtió en maestro a cada persona que sabía leer y otorgaba diploma de buen mexicano a cada persona que hubiese enseñado a escribir a cinco analfabetos. Las misiones culturales fueron una estrategia tomada de los misioneros que habían llevado la educación cristiana a todos los rincones del territorio en el siglo XVI, pero esta vez las misiones estaban normadas por la laicidad e integradas por un equipo de maestros de higiene, educación física, música y artes manuales. Durante el periodo del presidente Calles el país vivió una nueva etapa de violencia en gran medida originada por el artículo tercero constitucional. La noticia de una campaña iniciada por el Episcopado en 1926 para reformar los artículos constitucionales contrarios a la Iglesia atrajo una alerta al gobierno, desde donde se llegó a reglamentar la inspección y vigilancia de las escuelas primarias y los delitos del fuero común en materia de fuero religioso y cumplimiento del artículo tercero en planes, libros de texto y métodos educativos. La actitud rebelde y de franca sedición
por parte de los colegios católicos ocasionó el cierre de casi todas las escuelas particulares que habían pasado de la suspensión oficial del culto a una lucha armada que duró hasta 1929. El secretario de Educación del presidente Ortiz Rubio, Narciso Bassols, enfrentó nuevamente a las huestes católicas al llevar el laicismo a las escuelas secundarias. En 1934, un año después de que el Congreso declaró la autonomía de la Universidad Nacional, Bassols pretendió introducir un programa de educación sexual en las escuelas públicas, provocando una enorme movilización que lo obligó a renunciar ese mismo año.
La educación sexual oficial se logró hasta el año de 1974, cuando la Iglesia y los conservadores quemaron los libros de texto que hablaban por primera vez de la reproducción humana y de los anticonceptivos. Desde la llegada del sida en la década de los 80, la Iglesia y los grupos conservadores han difundido campañas de desprestigio del condón. Hoy hay que tomar en cuenta que la maternidad involuntaria y el sida son males que están vinculados a la violencia: del 8 por ciento de las mexicanas que han sido víctimas de violencia sexual 10 por ciento se embarazó y 20 por ciento adquirió una infección de transmisión sexual. Hasta la fecha, 26 por ciento de los casos de sida son femeninos: la mayoría son mujeres casadas cuyos maridos no utilizan condón, les siguen las migrantes a Estados Unidos, luego las transgéneros, las solteras y las trabajadoras sexuales. El único programa del país que trabaja integralmente el VIH es la Clínica Condesa, del Distrito Federal, donde este año se ha dado atención sicológica y médica a 107 hombres violados y a mil 90 mujeres violadas.
Las recientes declaraciones de Ratzinger en que valora al preservativo utilizado por un prostituto (o prostituta) como un paso a la moralización y un acto de responsabilidad
corrige esa mentira difundida urbi et orbi: el condón no es efectivo para prevenir el VIH
, y es también una cortina de humo para superar el desprestigio por la altísima incidencia de violaciones y abuso sexual de menores por parte de sus prelados. Hoy los logros de la educación revolucionaria se estén revirtiendo porque ya no contamos con un gabinete educativo de altas miras y los gobernadores panistas vuelven a quemar y almacenar libros de texto. Pero es un hecho que sin educación laica hoy no seríamos 112 millones de mexicanos sino más de 150, y no estaría comenzando a estabilizarse la epidemia del VIH.