La crisis de las utopías
Importante libro de Víctor Flores Olea
íctor Flores Olea (VFO) es una de las grandes figuras de las ciencias sociales en México. Cuando era estudiante del primer año en la entonces Escuela Nacional de Economía, en 1962, y aún no estudiaba el único curso de marxismo que se impartía en dicha escuela, asistí a una conferencia del joven profesor VFO en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales que nunca olvidaré. Quedé totalmente deslumbrado con la formidable explicación que el conferencista dio de la dialéctica idealista de Hegel, que estaba de cabeza, y de cómo Marx la hizo girar 180 grados y la puso sobre sus pies, dando origen a la dialéctica materialista. Fue mi introducción de lujo al pensamiento marxista. VFO no sólo es un académico, servidor público y articulista en diarios, sino también artista: novelista y fotógrafo. Hoy este hombre multidimensional nos entrega un regalo maravilloso, su nuevo libro La crisis de las utopías (Anthropos, Barcelona, en coedición con la UNAM) que el día de ayer se presentó en el Centro de Estudios Interdisciplinarios en Ciencias y Humanidades de la UNAM, con comentarios de Armando Bartra, Luis Arizmendi, Héctor Díaz-Polanco y Julio Boltvinik. Es un libro largo y denso (444 páginas en tipografía muy compacta), escrito en un lenguaje coloquial que no respeta (y lo digo como elogio) las reglas rígidas de los libros académicos. En el libro no hay una sola nota de pie de página. Parafrasea las ideas de los múltiples autores cuyo pensamiento examina minuciosamente a lo largo del libro, pero rara vez los cita y todavía más rara vez da la referencia de página y obra. Esto hace más ágil la lectura, pero dificulta la de ahondar en algún aspecto particular de los autores analizados.
En el Capítulo I (El marxismo occidental
), que es el único al que me referiré, aborda el pensamiento de György Lukács, de Antonio Gramsci, de la Escuela de Frankfurt y de Ernest Mandel. Esta selección la justifica diciendo que el conjunto seleccionado representa momentos culminantes del pensamiento marxista en occidente a lo largo del siglo XX, con diferentes matices y características
. En el caso de Lukács funda su selección “por su sostén casi sin desmayo a las instituciones del primer Estado socialista
de la historia, aunque seguramente tuvo infinidad de reparos morales e intelectuales“. Esta razón, sin embargo, se contradice en el largo texto dedicado a Lukàcs en el cual destaca sus aportaciones teóricas de gran relieve. La inclusión de Gramsci la justifica diciendo: “Más evidente fue la selección de Antonio Gramsci como representante sobresaliente del ‘marxismo occidental’ en su doble carácter de hombre de pensamiento excepcional y de dirigente obrero y político”. Respecto a Mandel, comenta:
para algunos, la selección de Ernest Mandel parecería menos evidente en que su trabajo teórico fue más especializado (la economía). Sin embargo, después de la caída del muro de Berlín su inclusión era más necesaria que nunca, en la medida en que su crítica al socialismo realmente existente, dentro de la tradición del trotskismo, ofrece análisis necesarios para entender el estalinismo y la caída de la URSS
.
Por último, la Escuela de Frankfurt, cuyo marxismo califica de (casi puramente) teórico, grupo de intelectuales que representó uno de los grupos o escuelas que contribuyó más poderosa y brillantemente a la consolidación del marxismo teórico en Europa, al que desarrollaron en varias direcciones, otorgándole una flexibilidad y un estatus teórico de gran calidad y nivel
. Hay una asimetría, probablemente justificada: VFO aborda la Escuela de Frankfurt pero no hace lo mismo con la Escuela de Budapest, integrada por Lukács y por sus seguidores (y críticos) entre los que destacan Agnes Heller, György Márkus e István Mészáros. Considero que estas dos escuelas constituyen lo más importante del pensamiento marxista occidental del siglo XX.
VFO asocia las derrotas que sufrieron los intentos revolucionarios de comienzos del siglo XX a la caracterización que hace del pensamiento de Lukács como marxismo hegeliano. Señala:
“Tales derrotas habrían sido asimiladas o interpretadas como un signo inequívoco de que la revolución era imposible, impracticable. La perspectiva del marxismo se convirtió en predominantemente teórica, abandonándose en alguna medida su aspecto central de praxis revolucionaria”.
También estas derrotas influyeron fuertemente en el pensamiento de la Escuela de Frankfurt, señala VFO, quien añade que la idea más general es que la ausencia de una real conciencia proletaria fue la verdadera causa de la derrota de los partidos obreros
. Habría que añadir que el triunfo del nazi-fascismo en Europa, y el Holocausto, contaron con la colaboración de una parte del proletariado, que según el pensamiento de Marx, habría de emancipar a la humanidad. Fue un baño de agua fría brutal que le quitó al marxismo la esperanza de que la revolución fuese posible. El marxismo entró en un periodo de búsqueda del sujeto revolucionario. VFO, en un brillante pasaje, de los que está lleno el libro, pone en duda el papel del concepto de totalidad de Lukács:
“No es el descubrimiento de los factores económicos en la historia lo que distingue a Marx de los pensadores burgueses, sino su concepto de totalidad, escribe Lukàcs en Historia y conciencia de clase. Sin embargo, siempre queda la cuestión de si la totalidad de la historia y de la sociedad, en un momento concreto de su desarrollo, por ejemplo cuando es controlada por un tirano como Stalin, se convierte no en un instrumento más inteligente de conocimiento sino en una realidad abrumadora y ‘totalitaria’, sin salidas ni alternativas”. (p.31)
De los autores de la Escuela de Frankfurt, VFO aborda con detalle sólo a Marcuse. Al describir dicha escuela, pone de relieve su carácter interdisciplinario en el cual participan la sociología, la economía, la sicología, el sicoanálisis y, desde luego, la filosofía. Y aquí VFO hace algunos comentarios sobre Fromm con los que discrepo, como lo señalé en la presentación del libro. Señala:
El sicoanálisis, como complemento a esta perspectiva crítica de la sociedad, se hacía también necesario para lograr una comprensión adecuada del individuo. Para ello se tomó a Freud como referente y se encargó a Erich Fromm la tarea de combinar las ideas esenciales del psicoanálisis con los presupuestos marxistas. El sicoanálisis y el marxismo se complementaban a nivel teórico en su dimensión crítica. Con todo, ambos pensamientos eran también divergentes, y estas diferencias fueron las que, con el tiempo, provocaron la salida de Fromm del Instituto para la Investigación Social. La interpretación de Fromm, influida quizá por prejuicios de tipo religioso o moral, restaba importancia a conceptos como el de libido y presentaba una visión del sicoanálisis que a los ojos del resto de sus colegas no era fiel a los textos de Freud; para ellos, el potencial crítico del sicoanálisis había sido sustituido por una divagación moralizante cuyos resultados no eran claros.
Pienso que la crítica de Fromm a Freud, particularmente a su teoría de la libido, como energía casi única y de las motivaciones superiores como sublimaciones de la libido reprimida, supone una visión sesgada, biologicista, de la humanidad. Fromm, si bien creció en una familia judía religiosa, no era religioso, sino lo que Deutscher ha llamado un judío no judaico, un ser universal que ha roto con el cordón umbilical de la familia, la tribu, la nación, el Estado.