Opinión
Ver día anteriorMartes 14 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Héroes en el Museo de San Carlos
E

n la plaza de San Fernando de esta ciudad se encuentra la efigie en bronce de Vicente Guerrero, cuyo autor es Miguel Noreña (1843-1894), a quien identificamos primordialmente como creador de la escultura en el monumento a Cuauhtémoc. La presencia de Guerrero, en yeso, es una de las esculturas heroicas que reciben a los visitantes en la rotonda del Museo de San Carlos, donde hasta mediados de enero guarda vigencia la muestra Gesto, identidad y memoria.

No sólo incluye héroes, sino personificaciones de instancias mitológicas, así como ejercicios académicos realizados por los estudiantes de San Carlos en la época de Manuel Vilar, tales piezas están dispuestas en pequeñas instalaciones y dan cuenta de la meticulosidad a la que los aspirantes a escultores y dibujantes debían acceder en sus prácticas académicas.

El Vicente Guerrero de San Carlos luce bastante idealizado, sus connotaciones mestizas no son perceptibles, pero se trata de un modelo bien pergeñado, que según mi leal saber y entender debió hacer pendant con su contraparte en el Ejército Trigarante. Me refiero a Agustín de Iturbide como gestador del Plan de Iguala, que Vicente Guerrero firmó; el resultado fue la consumación de la Independencia.

De todos modos ambos fueron fusilados, como entonces se acostumbraba. Iturbide lo fue en julio de 1824, después de declamar ante el pelotón: muero con honor; sucedió en un poblado cercano a Soto la Marina. Había abdicado en marzo de 1823 y regresaba del exilio.

Vicente Guerrero gobernó nuestro país por nueve meses en 1829 y su fusilamiento ocurrió en Cuilapan, Oaxaca en 1831.

Iturbide es proscrito de la iconografía oficial, pero también alcanzó proyectos escultóricos, incluso ecuestres y un yeso de iguales dimensiones al que personifica a Vicente Guerrero. El de Iturbide pertenece a las colecciones del Munal, pero no se exhibe, aunque sí pueden advertirse los proyectos de monumento que le dedicó Manuel Vilar, fechados en 1850, de modo que es su destino posterior el que lo descalifica.

Como caudillo realista, Iturbide fue sumamente cruel con sus adversarios insurgentes, e igual lo fue el padre Hidalgo con los realistas. Ambos eran criollos y poseían tierras y haciendas, lo que de algún modo los hermana.

Se exhibe un hermoso busto de Hidalgo que atrae fuertemente la atención, porque fue trabajado en barro por Timoteo Panduro probablemente a finales del siglo XIX, pertenece a la colección particular de Óscar Ibarra y es excelente pieza. Panduro, de quien poco se sabe, trabajó también en barro bustos de Carranza y de Francisco I. Madero, así como quizá otros más.

La pieza de resistencia, museografiada con esplendor es Suplicio a Cuauhétmoc, de Gabriel Guerra (1847-1893). No es un bajorrelieve, como quedó anotado por don Antonio Bonet Correa, sino un relieve con secciones de altorrelieve tan acusadas como las de las luchas de centauros y lapitas en algunas de las metopas del Partenón. El yeso corresponde a la peana en bronce del monumento a Cuauhtémoc de Noreña. Debido al tráfico continuo ahora es difícil apreciarlo, así que es buena opción observarlo en San Carlos.

Una cuestión museográfica, que en lo personal me pareció muy graciosa, es la colocación de tres bustos que corresponden respectivamente a Santa Anna, Maximiliano y Porfirio Díaz. Sólo este último ha alcanzado alguna jerarquía heroica, pero únicamente como general. Los tres bustos dan literalmente la espalda a los visitantes, como si no fueran dignos de mostrar sus fisonomías cara a cara, pero éstas quedan reflejadas en un espejo colocado frente a los bustos.

El de Santa Anna es sin duda el mejor, data de 1858 y el autor es Manuel Vilar (1812-1880), el escultor mejor representado de todos los que se exhiben y con sobrada razón. El de Maximiliano es de Felipe Sojo y fue realizado en 1869, dos años después del episodio del Cerro de las Campanas. La vestimenta que se le asignó corresponde a una toga romana y su boca ligerísimamente entreabierta forma hendidura. Me provocó la impresión de que más bien podría parecerse a la momia de Maximiliano. En la cúspide de Las Campanas hay una efigie en mampostería, de unos 20 metros de alto, que representa a Benito Juárez dominando el panorama.

San Carlos exhibe la máscara mortuoria del Benemérito, que le fue tomada por los hermanos Juan y Manuel Islas en el momento de su muerte (1872). Cerca hay un estupendo busto suyo, en bronce de autor desconocido y otro en mármol por el propio Manuel Islas, mucho menos afortunado que el bronce, aunque pareciera inspirado en éste.