Opinión
Ver día anteriorLunes 27 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Rebeldías
L

a APPO, la gloriosa APPO, la Comuna de Oaxaca, el experimento radical brutalmente reprimido el 25 de noviembre de 2006, parece ser hoy una mera bandera deshilachada que grupos de todos los colores arrastran ocasionalmente por las calles de Oaxaca y provocan indiferencia o rechazo.

¿Queda algo del experimento? Es un hecho que ahuyentó el turismo y contribuyó a agravar la situación económica. El movimiento dejó una sociedad intensamente polarizada –con bandos que se perciben como enemigos y lo demuestran a menudo a balazos. Y a esto debe agregarse el desencanto de muchos tanto los que dejaron las filas del movimiento al sentirse traicionados por quienes se apoderaron de sus mecanismos de coordinación para llevar agua a sus molinos ideológicos y políticos, como aquellos que se dieron por vencidos: aparentemente, de nada sirvió el rechazo espectacular contra un régimen económico y político y quien lo encarnaba. Como consecuencia, algunos se fueron a engrosar algún intento de emprender la que todavía se llama vía armada y otros convirtieron su desencanto en cinismo y apatía.

¿Es eso todo? Desastre económico y social, rabia, frustración, desencanto, ¿es éste el saldo? La pregunta se ha repetido en el país y en el mundo en los años recientes. ¿Se ha agotado la calle? 30 millones de personas fueron incapaces de impedir la insensata guerra contra Irak. Los trabajadores franceses o los italianos no han podido evitar o siquiera reducir las atrocidades de Sarkozy y Berlusconi. La más impresionante movilización pública de los indocumentados en Estados Unidos, una de las más grandes en la historia del país, no hizo sino agravar su situación. Así ocurre también en Grecia, cuando millones de personas padecen el agresivo ajuste estructural que se impuso al país para salvar a los bancos europeos y sus movilizaciones no logran detenerlo.

Merece reflexión cuidadosa el hecho de que los gobiernos parecen haber encontrado fórmulas de inmunidad ante la movilización en las calles. Muchos analistas, por ejemplo, se apresuraron a señalar que la movilización de los trabajadores franceses contra la reforma de las pensiones marcaría una gran derrota de la dictadura financiera. Tuvieron que tragarse sus palabras. Como nos tragamos las nuestras cuantos consideramos imposible que las clases políticas de México sostuvieran a Ulises Ruiz hasta el último día de su mandato, a pesar de sus crímenes evidentes y de su manifiesta incapacidad de gobernar a ciudadanos que lo rechazaron de forma tan general y contundente.

Antes que analizar ese aspecto necesitamos tomar en cuenta que lo de Oaxaca fue más que la calle. Se trató de un experimento radical muy hondo, para escapar a la falsa disyuntiva que parece confinarnos a escoger entre una vía armada que la mayoría de la gente rechaza y parece condenada al fracaso, y una vía electoral cada vez más ilusoria: quienes se aferran a ella contra toda experiencia y a pesar de la decadencia evidente de partidos e instituciones resultan atrapados en un empeño reaccionario de cambiarlo todo para que nada cambie –reduciendo la lucha a una mera sustitución de dirigentes que prometen proyectos alternativos de país.

Para explicar la necesidad de las organizaciones dirigentes, Trotsky empleó alguna vez una metáfora mecánica: consideraba que sin ellas la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera, aunque subrayó que los movimientos sociales no son impulsados por la caldera o el pistón, sino por el vapor. Al comentar estas ideas en 2007, en torno a los acontecimientos de Oaxaca, Adolfo Gilly consideró que esa materia real, inasible e indefinible que Trotsky llama energía de las masas y compara con el vapor tiene sentido, entendimiento y razón y por eso no se disipa, como el vapor, sino que perdura transmutada en experiencia, invisible para quien cree que el movimiento reside en el pistón y la caldera (es decir, en los aparatos organizativos), pero presente en aspectos posteriores inesperados de la vida cotidiana.

Oaxaca se mantiene a todo vapor y así ilustra de nuevo lo que parece estar ocurriendo en el mundo entero. En medio del desastre, cuando todo lo que es sólido se desvanece en el aire (por retomar la frase clásica), cuando gobernantes e instituciones muestran su incapacidad de enfrentar los desafíos actuales, hasta los más urgentes, la esperanza se nutre con las rebeldías que surgen en todas partes. La principal de ellas es la insurrección de las imaginaciones reprimidas que desgarra continuamente las prisiones del pensamiento constituido y se atreve a inventar los nuevos caminos. Se encuentra ahí la fuerza que permitirá esperar con entusiasmo el nuevo año.