Opinión
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Ruta Sonora

Sufjan Stevens. The Black Keys

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Sufjan Stevens
D

os mil diez termina con menos sorpresas creativas que antes, como si el entorno adverso se interpusiera cada vez más entre las musas y las armonías. Con todo, siempre hay por ahí mentes aferradas a generar música sobresaliente. Así, para cerrar estos 12 meses (y antes de que este espacio ataque con sus listados con lo mejor del año), dos álbumes en distintos extremos: por un lado, de Detroit, la auto-transformación infinita de Sufjan Stevens, y por el otro, de Ohio, The Black Keys y su blues-rock retro-futuro.

La era de los raros

Sufjan Stevens es de esos artistas que no figuran en las portadas, que no ganan premios televisivos, que dan pocas entrevistas, y que más bien hablan y sorprenden a través de su sigiloso pero calante trabajo. Discreto, ha ido forjando una carrera que va maravillando oídos, al ser capaz de generar un universo propio. Desde sus inicios, con Enjoy your rabbit (2001), Seven swans (2004), pero sobre todo con el despampanante y aclamado Illinoise (2005), su brillante vocación orquestal al servicio de un pop inteligente, delicado en sus modos, pero a la vez lleno de fuerza épica, le ha merecido un lugar destacado dentro de la primera década del siglo.

Así, tras cinco años y distintos trabajos, como la edición de tomas perdidas (The avalanche: outtakes and extras from the Illinoise album, 2006) y una grabación instrumental, Brooklyn-Queens Expressway (2009), encargada por la Academia de Música de Brooklyn, Stevens reaparece con The age of adz (2010, se pronuncia odds), una joya volátil, que desde su portada, con obra del artista plástico Royal Robertson, denota una obsesión con cierto futurismo cáustico, decadente, mismo que empata con la locura, el collage enfermo y la yuxtaposición de elementos sonoros tanto electrónicos como sinfónicos, de esta reciente placa. Se trata de una obra al mismo tiempo soñadora, melódica y suave, que una placentera pesadilla sónica, pues también implica a ratos, repeticiones hipnóticas tanto de ritmos como de melodías, muy a lo Animal Collective, lejos de lo cantabile y cercano a la generación de texturas sensoriales.

Coros angelicales, cornos, trombones, violines, celestas, flautas, conviven campechanamente con su voz juvenil angustiada, así como con bleeps, cortes y microbeats propios de la electrónica digital de fines de los años 90 e inicio de los dosmiles (como el Amnesiac de Radiohead, el Vespertine de Björk, ambos de 2001, y claro, todo Aphex Twin), pero con una melancolía existencial que prevalece, y con la personalidad armónica, bizarramente alegre, suave y luminosa, de este compositor, cantante y multi-instrumentista. Sin duda, uno de los más relevantes discos del año.

Hermanos

Por el lado del rock barbón, The Black Keys, dueto integrado por el guitarrista Dan Auerbach y el baterista Patrick Carney, sigue emitiendo un sonido emparentado con el de los White Stripes, no sólo por el tipo de alineación, sino por tener como base el hard-blues de los años 70. Sin embargo, desde su tercer gran álbum (Rubber Factory, 2004), así como su exitoso quinto plato (Attack and release, 2008), han demostrado que lo suyo no es remedar el pasado sino, sobre una base Hendrix-Zeppelineana, generar un sonido contemporáneo.

Así, una de las bandas mainstream jóvenes que siguen haciendo rock en la vena de antaño, emitió este año, ya con más atención mediática, el álbum Brothers, grabado y producido por ellos mismos en Alabama, salvo el tema Tighted up, a cargo de Danger Mouse, quien en su momento produjo Attack… A diferencia de tal álbum, en que las guitarras estuvieron muy al frente, y las composiciones incluyeron efectos provenientes de la electrónica e incuso rítmicas del hip hop, Brothers es menos escandaloso que aquél, y menos sicodélico que Rubber… Con un cover a Never gonna give you up, de Jerry Butler, se trata de un disco más tranquilo, con más soul y melodía vocal que antes, entre guitarras-blues de a mano lenta, teclados Rhodes desconsolados, letras desgarradas, corazones rotos y sangre sobre el polvo.

Pero aun siendo un disco notable, no es tampoco el portento que muchos medios señalan. Con todo, siguen construyendo una carrera de respeto, que puede seguir generando muy buen rock, amén de ser famosos por ofrecer en vivo radiantes ejecuciones.