a Procuraduría General de Justicia del DF ha tenido aciertos indudables en esa labor cotidiana y bastante complicada (me consta) que tiene a su cargo; un dato que merece ser reconocido es la disminución del índice de vehículos robados, delito en el que no hay cifra negra y por tanto, termómetro confiable de la realidad; actualmente, la cifra está alrededor de 65 vehículos diarios, lo que constituye un dato histórico.
Otra faceta del trabajo de la institución que llamó mi atención fue la detención de un personaje en el que la realidad supera a la imaginación. Se trata del obispo
de la llamada Iglesia del Ángel de la Santa Muerte, David Romo Guillén, investigado por haber cobrado dinero obtenido de secuestros y extorsiones. Dato importante para la credibilidad de la procuraduría es la negativa de negociar con él a cambio de delaciones en contra de sus posibles cómplices o feligreses; se demuestra que hay una forma de procurar justicia que no necesita recurrir ni a testigos protegidos, que siempre son dudosos, ni a procedimientos inquisitoriales.
La procuraduría tendrá ahora la posibilidad de conocer algo más del extraño culto a la Santa Muerte, que se ha expandido por la ciudad de México, y otros lugares del país y que según algunas opiniones, tiene conexiones no sólo con fieles surgidos en barrios y colonias urbanas, sino que también, según se ha dicho, con el hampa.
El culto es confuso e imita, en algunos aspectos, a la santería, muy desarrollada hace unos años, pero también a otros ritos y ceremonias. Se mimetiza e imitar el culto de la Iglesia católica, en sus capillas, clandestinas, puesto que no ha conseguido el reconocimiento de Gobernación como sociedad religiosa, generalmente en accesorias comerciales o en cuartos mal iluminados, se llevan a cabo actividades llamadas misas
o rosarios
, dirigidos a pedir la protección o a dar gracias por favores recibidos.
La Santa Muerte, llamada también La Niña Blanca, es la figura de una calavera vestida lujosamente, con una vaga referencia a las Catrinas de Posada, que aparecen en diversas artesanías, formando parte de los altares del Día de Muertos y nos recuerda también las creencias medievales sobre la muerte, causa de temor popular; en el antiquísimo Juego de la Oca, la encontramos por ello, con el pozo
y la cárcel
. Algo pudiera tener que ver también con los aquelarres y otras ceremonias nocturnas que la Iglesia ligaba al mal.
La organización, por lo poco que se sabe, además del obispo
, tiene padrinos
de las capillas o altares que son los que ponen las alcancías y recogen los donativos Un centro ceremonial importante es el de avenida Del Trabajo esquina con Rivero, en el corazón del popular barrio de Tepito, uno más se ubica en la esquina de Doctor Vértiz y Doctor Liceaga, en donde comparte sitio con otro personaje del culto popular que es Jesús Malverde, importado de Sinaloa, donde fue considerado como una especie de Robin Hood, que robaba a los ricos para ayudar a los pobres y que ahora se sabe tiene sus adeptos entre quienes se ocupan de la distribución de drogas.
Hay también capillas callejeras, por supuesto erigidas sin permiso de las autoridades delegacionales; una la he visto en la calle de Fernández del Castillo, colonia Nativitas, otra en la calle de Torres Bodet, muy cerca de San Cosme y recuerdo la que un jefe delegacional de la Benito Juárez, hace unos años, mandó desmantelar en una esquina de calzada de Tlalpan, en la colonia Portales.
No deja de llamar la atención el fenómeno sociológico, que debe ser motivo de interés para el gobierno de la ciudad, pues se refiere a un sector de la población en crecimiento, pero también para las Iglesias, católica y otras, con las que esta creencia popular compite. Por lo pronto es digno de interés, tanto la actitud de la procuraduría y de su titular, como la incursión en el mundo de la delincuencia de un personaje como el obispo
de la tan peculiar iglesia
.