Opinión
Ver día anteriorLunes 10 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
De misterios y apariciones
E

n el presunto secuestro y liberación del ex senador Diego Fernández de Cevallos (no hay denuncia), la variable de que los ex misteriosos desaparecedores (que sin dejar de serlo se autonombraron luego Red por la Transformación Global) sean producto de la unidad en la acción de distintas fuerzas revolucionarias, rebeldes y libertarias con experiencia en lucha y combate, no es contradictoria, como apuntábamos en nuestra entrega anterior, con el hecho de que el montaje telenovelero y los protagonistas mediáticos que intervinieron en la reaparición del ex candidato presidencial de Acción Nacional haya obedecido a una puesta en escena del poder. La no desmentida revelación de La Jornada de que El Jefe Diego fue liberado nueve días antes de su reaparición pública, confirma que hubo un operativo escénico con fines diversionistas.

Pero más allá del sospechosismo y la confusión que rodean el affaire Diego, pensamos que para la comprensión de un problema complejo no sirve la fe, que obnubila el pensamiento y es enemiga del esclarecimiento científico y de la verdad de los hechos. Siempre hay que partir de la crítica y la duda razonable, máxime en un país de intrigas, simulaciones y disimulos como México; inclusive, asumiendo la eventual existencia de estructuras político-militares de corte revolucionario que, en la coyuntura, superando una fase de acumulación de fuerzas en la clandestinidad, hayan optado por la unidad de acción, en la perspectiva de construir poder popular.

Cabe apuntar que el secuestro y la cárcel y justicia revolucionarias han sido medios tácticos utilizados por diferentes guerrillas. Entre 1968 y 1972, en el marco de un proceso de fascistización del Estado que desembocó en la dictadura militar, en un país tan chiquito como Uruguay, el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros llegó a tener 13 detenidos en las cárceles del pueblo. La justicia revolucionaria alcanzó a banqueros como Gaetano Pellegrini Giampietro y el ex ministro Carlos Frick Davies; terratenientes como Ulises Pereyra Reverbel y Ricardo Ferrés Terra; esbirros de la represión como el ex miembro del escuadrón de la muerte Nelson Bardesio, y a agentes extranjeros como el instructor en terrorismo de Estado Dan A. Mitrione.

Combinadas con una serie de operaciones militares que incluyeron el copamiento de la ciudad de Pando; acciones de pertrechamiento de armas como la del Centro de Instrucción de la Marina, y de finanzas como los asaltos a los casinos San Rafael y Carrasco, las cárceles del pueblo tupamaras y su justicia revolucionaria fueron utilizadas para garantizar la integridad física de los revolucionarios prisioneros y cierta mesura en los procedimientos gubernamentales habituales, en particular la tortura.

Por medio de esa metodología los tupas buscaban presionar al gobierno para obtener un canje de prisioneros y en algún caso cobraron rescate. Además le servía como una forma de propaganda armada, donde a partir de una terminología patriótica y nacional de lucha por el socialismo, la guerrilla urbana exhibía su signo político-ideológico clasista y el propósito de su accionar de manera comprensiva para la mentalidad popular. No hay guerrilla sin apoyo popular. Previo a esa práctica operacional, de manera silenciosa, el MLN había construido el edificio de una organización político-militar compartimentada, insertada en el pueblo, desde la cual discutieron con el gobierno de poder a poder.

El mundo cambió. En México, en los últimos cuatro años, ninguna organización de tipo revolucionario había reivindicado acciones militares o de finanzas, y la propaganda prácticamente se había limitado a comunicados vía Internet. Es posible que una red de grupos clandestinos haya logrado construir durante años la infraestructura material necesaria y tenga hoy la capacidad técnica para una acción como el secuestro de Fernández de Cevallos. No obstante, si persisten las especulaciones, el sospechosismo y la confusión, quiere decir que si el operativo incluía una acción de propaganda, ésta fracasó. Así parece admitirlo la Red de Transformación Global, cuando en su último comunicado atribuye que sus mensajes hayan sido malinterpretados a la perversa manera de actuar de quienes hoy son voceros de los poderosos (La Jornada, 29/12/2010).

Dos elementos que vinieron a complicar el entendimiento del asunto fueron el comunicado emitido por el Ejército Popular Revolucionario (EPR) el 29 de diciembre, y la provocación con olor a los servicios que, mediante un comunicado apócrifo, intentó adjudicar al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y a la otra campaña con el secuestro de Fernández de Cevallos.

El EPR volvió a desvincularse del hecho y de manera tácita lo asimiló a una acción del crimen organizado, carente de demandas políticas. Ergo, para el EPR la RTG no pertenecería al campo revolucionario sino al de la criminalidad. A su vez, el EZLN y la otra campaña desmintieron versiones periodísticas que con base en un cable de la agencia española Efe, les adjudicaba la coautoría del secuestro. En un documento firmado por Javier Elorriaga y Sergio Rodríguez Lazcano, quedó asentado que la otra campaña es un movimiento político, civil y pacífico, que, por tanto, no recurre a secuestros para obtener recursos ni para hacer propaganda. Con respecto al EZLN, dice que no ha desarrollado ni la estructura organizativa ni la infraestructura material para ese tipo de acciones.

Llama la atención, que en el caso Diego, desde un comienzo intelectuales y periodistas adscritos a la contrainsurgencia mediática buscaron imponer la versión policiaca: la de un secuestro guerrillero. También, que el autoritario Felipe Calderón, quien no ha vacilado en militarizar, paramilitarizar y mercenarizar al país, convirtiéndolo en una gran carnicería con más de 30 mil muertos, se haya compadecido de Fernández de Cevallos ¿Empatía? ¿Adhesión de clase?