Haití a un año del terremoto
Muchos discursos, poca ayuda
En 2010, 42 cadáveres por día
un año del terremoto Haití está peor que nunca, lo que ya es decir en un país que históricamente siempre ha estado muy mal. Trescientos sesenta y cinco interminables días han transcurrido desde el sismo, y la situación es verdaderamente catastrófica, aunque es conocido que en sus 207 años de vida independiente esta pequeña nación cada día que pasa es más dependiente, sin olvidar su abultado inventario de hambre, miseria, invasiones, dictaduras, Tonton Macoute, sistemática violación de los derechos humanos, corrupción, presidentes impuestos y una larga lista de etcéteras que la mantiene hundida en un profundo hoyo, siempre con tendencia a cavar aún más hondo.
La madre natura no pudo ser más cruel ni seleccionar peor su objetivo: descargó toda su furia sobre el país más pobre del hemisferio occidental y uno de los últimos del planeta en ingreso y bienestar, escribimos en este espacio un año atrás, y 12 meses después el balance es devastador: 300 mil muertos por el terremoto, un número similar de heridos, 1.3 millones de personas albergadas en refugios provisorios, más de 500 mil personas que abandonaron las zonas más afectadas, aproximadamente 105 mil viviendas destruidas, al igual que mil 300 centros educacionales y más de 50 centros hospitalarios; un número considerable de edificios públicos y comunitarios quedaron destruidos o inhabilitados; los daños y pérdidas ascendieron a 7 mil 800 millones de dólares, cifra que supera en 20 por ciento el valor total del PIB haitiano de 2009 (información de la Cepal). Y de remate, una epidemia de cólera que ha cobrado alrededor de 3 mil 800 vidas, en medio de muchos discursos de la lerda comunidad internacional prometiendo multimillonaria ayuda financiera, que en los hechos llega a cuenta gotas, si llega.
En una suerte de inventario de daños, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe ayuda a comprender el alcance de la tragedia haitiana: el terremoto que azotó a este país el 12 de enero de 2010 lo afectó profundamente en términos económicos y sociales, así como sus perspectivas de crecimiento. En 2010 se estima que el producto interno bruto se desplomó 8.5 por ciento. Los compromisos de ayuda internacional acordados en la conferencia de donantes celebrada en marzo de 2010 alcanzaron 3 mil 500 millones de dólares para ese año, pero los desembolsos efectivos a duras penas han representado tan sólo 25 por ciento del total. En el corto plazo (al cierre del año fiscal 2010), la ayuda presupuestaria que reciba esta nación será esencial para financiar un déficit fiscal más abultado (7 por ciento del PIB) sin recurrir al financiamiento del banco central y realizar un conjunto de proyectos sin los cuales el plan de acción de las autoridades (en contenido y plazos) difícilmente podría materializarse
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La reactivación productiva sólo se prevé en los sectores menos afectados directamente por el sismo (agricultura) o aquellos como la construcción, cuyo repunte obedecerá a la ejecución de actividades prioritarias surgidas como consecuencia del sismo (reconstrucción de viviendas, edificios públicos e infraestructura). Sin embargo, este impulso no bastará para imprimir dinamismo al resto de la economía, dada la limitada capacidad de absorción y las restricciones del lado de la demanda. La descapitalización de los hogares y el desmantelamiento físico y espacial seguirán afectando a algunos sectores clave (comercio) que representan aproximadamente la tercera parte del producto interno bruto. La dinamización sistemática de la inversión requerirá estudios previos de factibilidad, pese a que dada la magnitud del sismo probablemente sea necesario revisar muchos parámetros (ambientales, físicos y financieros) hasta ahora considerados para su ejecución. Dada la magnitud del desastre, se agudizaron los desafíos sociales del país, donde, antes del terremoto, 70 por ciento de la población sobrevivía con menos de un dólar diario.
Hasta antes del brote epidémico del cólera, las expectativas económicas eran optimistas para 2011 y apuntaban para un crecimiento del PIB de 9 por ciento, con una recuperación más marcada de los sectores de la agricultura, la construcción y la maquila, y mayores desembolsos de ayuda externa. Sin embargo, estos pronósticos podrían verse afectados ante el reto que enfrenta el país en materia de salud pública, que podría obligar a reasignar recursos. En 2010, los principales indicadores macroeconómicos arrojaron resultados menos pesimistas que los anticipados inicialmente. Sin embargo, el incremento moderado de las exportaciones (3.2 por ciento) y el fuerte aumento de las importaciones (33 por ciento) ensancharon considerablemente (48 por ciento) el déficit comercial (a un monto equivalente a 43 por ciento del PIB). Aun así, las transferencias corrientes por concepto de remesas y donaciones permitieron alcanzar un superávit de la cuenta corriente de la balanza de pagos (equivalente a 4.3 por ciento del PIB). La cuenta de capital se benefició de los programas de condonación de deuda externa en favor del proceso de reconstrucción nacional.
En materia de gasto público, sin obviar una deliberada contención, el grado de subejercicio se originó en las restricciones que enfrentaron las distintas instancias de gobierno en materia de recursos humanos, físicos y administrativos. Los retrasos asociados a la puesta en marcha de algunas instituciones, entre ellas la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití y el Fondo Fiduciario de Donantes Múltiples, dificultaron la ejecución de ciertos programas y proyectos. En esto también fue un factor crucial el desembolso relativamente lento de los fondos internacionales para la reconstrucción (sólo 900 millones de dólares, es decir, 42 por ciento de lo acordado para el año fiscal 2010).
Las iniciativas públicas, con fondos del programa Petrocaribe y recursos propios, priorizaron las áreas de agricultura, educación y salud, con programas que sumaron 212 millones de dólares. El sector educativo recibió dos terceras partes de esta cifra, mediante gastos directos y subsidios que permitieron la reapertura de algunas escuelas en abril, la rehabilitación de sus edificios y la creación de sedes alternas.
Las rebanadas del pastel
Pues nada, que en el calderonato, además de los discursos, lo único que crece sostenidamente en el país es el número de muertos asociados a su guerra
: 15 mil 273 cadáveres en 2010, a razón promedio de 42 por día.
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