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Ver día anteriorLunes 17 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a Morir

Marías intemporales

E

l lunes pasado en la bella Buenos Aires –un tanto malagradecida con Gardel, al que aún no puede hacerle una casa-museo a su altura ni mantener limpia la callecita que lleva su nombre– falleció la gran compositora, poeta, cantante y escritora argentina María Elena Walsh, cuya imaginativa creatividad y maravillosas melodías para niños –su emblemática La tortuga Manuelita– y para adultos –su inmortal Como la cigarra– recorren, conmovedoras, buena parte del mundo de habla hispana.

Sin embargo, hay otra intensa composición de María Elena, cantada por ella, titulada Endecha española, cuya letra y riqueza melódica la convierten en una de las mejores elegías, en una elegante lamentación frente a lo irremediable, cuyos primeros versos dicen: Ay, paloma,/ que bajas por las Ramblas de Barcelona/ con la muerte en las alas, sola./ Ay, cigüeña,/ que sobre un campanario por Valdepeñas/ asoleando tu nido, sueñas…

Esa canción magnífica fue incluida en el doble disco compacto con bellos poemas y fragmentos musicales que acompañan el extraordinario libro de otra mujer superior que también ya partió: María Rosa de Lera, titulado Reinas, mujeres y diosas. Volumen II, publicado por Noriega Editores en 2005, con sugestivos análisis sobre la trayectoria y la fuerza de féminas brillantes. Además María Rosa, quien fuera amiga de María Elena, incluyó otra de sus más sentidas canciones: Serenata para la tierra de uno. El cáncer pudo apagar la vida física de estas generosas Marías, nunca la luz de su evolucionado espíritu.

Pensaba destinar esta nota a responder algunas preguntas sobre la columna anterior, pero una María inevitablemente me llevó a la otra, ejemplar y entrañable, cuya memoria permanece en cuantos tuvimos el gozo de conocerla. Originaria de Melilla, ciudad autónoma española en el norte de África, María Rosa de Lera vivió hasta los 25 años en la ciudad de Barcelona, en cuya universidad, del mismo nombre, estudió literatura románica, actuación y dirección escénica. Posteriormente obtuvo un doctorado en letras en la Universidad de la Sorbona.

De perturbadora belleza, refinado timbre de voz y fascinante personalidad, María Rosa dedicó sus últimos 30 años a impartir conferencias y cursos sobre arte, historia y filosofía, acerca de mujeres y principalmente a mujeres, sabedora de que quizá sólo ellas podrán recuperar la conciencia de este aturdido planeta.