a determinación del sexo fue uno de los temas importantes para la ciencia al comenzar el siglo XX. Fue en Europa central, particularmente en Austria y Alemania, donde se desarrollaron las primeras teorías acerca de la intersexualidad, es decir, sobre la combinación de atributos masculinos y femeninos en un mismo sujeto.
El término intersexo se atribuye al zoólogo alemán Richard Goldschmidt, quien lo acuñó a partir de sus observaciones en la mariposa Lymantria dispar, las cuales empezó en 1909. Este tópico fue objeto de importantes debates en la biología, la medicina, el sicoanálisis y la filosofía, y quizás adquirió su mayor relevancia en los medios intelectuales de Austria, que vivía, al comenzar el nuevo siglo, una auténtica revolución de las ideas. Más que a la intersexualidad, a la que me he referido aquí en varias ocasiones, me voy a detener en el contexto en el que se desarrollaron los debates en este campo.
Austria se convirtió en los primeros años del siglo pasado en uno de los centros más importantes para la vida intelectual en Europa y el mundo. En las artes, el ímpetu por romper con las concepciones del pasado llevó a Adolf Loss a transformar la arquitectura, y a Arnold Schönberg la composición musical.
En la pintura, Egon Schiele es quizás uno de los artistas que mejor representan ese espíritu. Desarrolló una vigorosa propuesta que cortaría definitivamente con las raíces del conservadurismo europeo del siglo XIX. Sus desnudos muestran al cuerpo real, despojado de artefactos; personas de carne y hueso que pueden ser sus amantes, prostitutas, niñas, o él mismo, en sus célebres autorretratos. Fue tachado de pornógrafo y llegó a estar preso. Algunos estudios actuales acerca de su obra, descubren en algunos de sus cuadros la representación de la bisexualidad.
El examen de la vida intelectual en Austria, ha sido abordado en varias ocasiones para situar la obra de algunos de los más importantes pensadores del siglo XX. Por ejemplo, en mayo de 2006, en estas mismas páginas, José María Pérez Gay, se refirió de manera brillante al contexto vienés en relación con la obra de Sigmund Freud. Resulta importante profundizar además en el ambiente científico de la época. No fueron pocos los investigadores austriacos cuyas obras recibieron el más alto reconocimiento mundial.
En 1914, Robert Bárány obtuvo el premio Nobel en Fisiología y Medicina por sus estudios sobre el oído interno y el aparato vestibular. En ese mismo campo, fueron galardonados Julius Wagner Jauregg (1927), por sus trabajos en el tratamiento de padecimientos neurológicos y mentales, así como Karl Landsteiner (1930), quien descubrió y tipificó los grupos sanguíneos. En el área de la química, Fritz Pregl ganó el Nobel en 1923 por sus trabajos sobre ácidos biliares y el microanálisis de sustancias orgánicas; también lo obtuvo en esta área Richard Adolf Zsigmondy en 1925 por sus trabajos en la química de coloides, y Richrad Kuhn fue reconocido con ese premio por el estudio de los carotenos y la síntesis de vitaminas en 1938. En la física, fue galardonado en 1933 Erwin Schrödinger por sus contribuciones a la mecánica cuántica y la termodinámica y Víctor Franz Hess por sus estudios de la radiación cósmica en 1936.
Partícipe en la creación de este ambiente cultural y científico, el filósofo vienés Otto Weininger planteó al comenzar el siglo su teoría sobre la bisexualidad. Conocedor de lo más avanzado de su tiempo en el campo de la biología, incluido Darwin, propuso en 1903 una teoría por la cual la combinación de atributos de uno u otro sexo en un solo sujeto ocurría en todas las células. Para él, dos sustancias, una masculina (arrenoplasma) y la otra femenina (teliplasma), se combinaban en proporciones distintas a nivel celular dando lugar a diferentes grados intersexuales. Esta idea aparece luego en Goldschmidt y otros biólogos y genetistas, con los factores M (masculinos) y F (femeninos), localizados en los cromosomas, lo que influyó decisivamente en la explicación de los estados intersexuales en la medicina durante el primer tercio del siglo XX.
Fue esta teoría la causa que llevó a la ruptura entre Sigmund Freud y su íntimo amigo el médico alemán Wilhelm Fliess, quien acusó al creador del sicoanálisis de haberlo traicionado al revelar sus tesis acerca de la bisexualidad –de lo que, según Fliess, se habría aprovechado Weininger–.
Todo este ambiente luminoso y creativo en Austria fue despedazado por la ocupación nazi en 1938, y se transformó en la expulsión y persecución de los científicos de origen judío (como la mayoría de los citados) o de aquellos que simpatizaran con los opositores al régimen de Adolfo Hitler. Esto provocó la emigración masiva de talentos que buscaron refugio en otros países de Europa y América, un fenómeno que nunca se había visto, al que algunos se han referido con acierto como el éxodo de la razón.