Édgar Omar Avilés deplora la falta de ideas, como si nos hubieran castrado la fantasía
Domingo 23 de enero de 2011, p. 4
Imaginar es uno de los últimos reductos de rebeldía que le restan a la humanidad, sostiene el escritor michoacano Édgar Omar Avilés.
Quien imagina es muy difícil que lo dominen, que lo controlen, como tratan de hacerlo en el mundo desde el siglo pasado, sobre todo con la mercadotecnia
, sostiene el joven autor, en entrevista a propósito de la publicación de su libro Luna Cinema, publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro.
Este volumen fue ganador del Premio Nacional de Libro de Cuento San Luis Potosí 2008 y está integrado por relatos en el género fantástico, plagados de historias y personajes crudos, desoladores, en un entorno de fuerte carga sexual y escatológica, así como un sentido del humor caústico.
Dicen que cada cabeza es un mundo; estoy convencido de ello. Constantemente estamos haciendo un ejercicio por sobrevivir, y si nos coartan la capacidad de imaginar, irremediablemente somos esclavos de la imaginación de otros, de lo que digan los gobernantes y las trasnacionales
, señala.
Estamos comprando de manera constante los sueños y las fantasías ajenos. En realidad, ¿necesitamos ser ricos, tener determinados carro, teléfono celular o marca de ropa para ser felices? Son sueños de otros los cuales nos han sido impuestos como propios.
A sus 30 años, Édgar Omar Avilés considera a la literatura como uno de los principales agentes estimulantes de la imaginación. En particular, destaca en ese sentido el género que él desarrolla, el fantástico, por no imponer límites.
Sin embargo, considera que aun dentro de la propia literatura fantástica existe una tendencia a restringir la capacidad imaginativa y conformarse con copiar modelos de eficacia o éxito comprobados, como las historias de vampiros o magos.
Me parece que hay muy poco gusto por estar buscando ideas propias, y eso me entristece. Parece como si nos hubieran castrado la imaginación. Hay una cosa a la que llamo falsa fantasía, aquella en la que se carece del ejercicio de imaginar, el cual a su vez es un ejercicio intelectual
, indica.
“Cuando alguien hace una novela de vampiros, en realidad es una investigación, pues el autor está copiando un monstruo y cuáles son sus lineamientos. Entre eso y una novela sobre el caso Ruiz Massieu no hay mucha diferencia. ¿Por qué no inventar uno su propio monstruo en lugar de copiarlo?
“La fantasía es una proposición de ideas. No se vale hacer un cuento de fantasía sobre algo que ya se hizo. Dicen que todo ya se contó, de lo cual difiero. Quienes se escudan en eso, vuelven a escribir una y otra vez La Cenicienta o Edipo, y para mí, eso no sirve.”
Según el cuentista y novelista, su interés literario no busca crear una mitología personal, por lo menos no de manera consciente, porque eso sería como tener respuestas.
Y cada cuento o novela que hago son preguntas. Mi gran pregunta se la debo al escritor Philip D. Dick, quien se interrogaba sobre qué es la realidad. Creo que éso es lo que debería preguntarse constantemente la literatura
, abunda.
Entonces, más que una mitología, cada una de mis obras son tesis sobre qué puede ser la realidad; y si algo me tranquiliza es que nunca podré contestar a eso, ero disfruto mucho esa exploración.
–La posibilidad de imaginar está asociada más a un tono positivo, como medida de escape a los problemas y situaciones que agobian la vida humana. ¿Por qué su caso parece ir en contrasentido?
–Quizá tiene que ver con mi estado de ánimo cuando escribí esos cuentos; ciertamente prefiero la tragedia por encima de la comedia, y cuando me sale algo cómico, es más bien de humor negro.
“Tiene que ver con temperamento, también a que pertenezco a una generación de descreídos, y esta generación se remonta 200 años atrás, con la aparición del nihilismo.
“Soy franco, el mundo me parece poco esperanzador. Como los aviones, que llegados a cierta altura no son jalados por la gravedad; hace varios años que pasamos del punto de no retorno para que este mundo pueda ser mejor.
“Cada vez las trasnacionales son mas poderosas. Hace 100 años una revolución era posible, ahora ya no. El poder militar de Estados Unidos nos sobrepasa. Y quizá esa tristeza y ese coraje se perciba en estos cuentos.
Sin embargo, estoy convencido de que tenemos la obligación de seguir luchando, por dignidad. Soy un poco pesimista, pero con dignidad, porque pese a que las cosas están amoladas, no queda de otra que seguir echándole ganas. Quizá la vida no es mucho, pero es lo más que tenemos los seres vivientes.