os discursos oficiales no se preocupan demasiado por la realidad. Se trata de presentarlo todo muy bonito para el público, y la verdad es lo de menos.
Se trata del proyecto de Manzanillo, del que habría una planta para regasificar gas licuado, comprado a la trasnacional española Repsol. El discurso dice que va a ser más barato el gas natural, y que será menos costoso que si se trae por gasoducto de Texas o de Tabasco. Se cambiarían las plantas termoeléctricas, de combustóleo, por otras de gas natural, ciclo combinado.
¿Quién ha propuesto llevar gas a Manzanillo desde Texas o Tabasco en gasoducto? Al rato se va a presumir de que es más barato que traerlo desde Alaska. El precio contratado se basa en los precios de Henry Hub, Luisiana, que en el promedio de los pasados 20 años ha sido poco más de 5 por ciento más caro que el de Houston Ship Channel, en Texas. No se trata de importar uno ni el otro, sino dejar de quemar el gas mexicano y aprovecharlo para nuestro uso. Se trata de no quemar gas a diestra y siniestra y usar más racionalmente lo que tenemos. Pero no va a bajar el precio de uno ni del otro, de Texas o de Luisiana, por una obra en Manzanillo.
Hace tiempo recibimos una amplia información de Perú sobre este mismo gas, que se entrega allá a Repsol. Salió en mi artículo del primero de agosto pasado. Los peruanos protestaban porque se le entregaba a Repsol ese gas, que ellos consideran necesario para su propio país, a un precio de 52 centavos de dólar por millón de BTU. Si estuviera ya operando el contrato, el promedio de 2010 de ese gas a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) hubiera sido de 4 dólares, casi ocho veces más que lo que le costó a Repsol. Entonces, ¿para quién es barato ese gas?
Y eso que el año pasado no fue de los más caros para dicho combustible. Para el precio pactado para Manzanillo, el año más caro fue 2005, de 8 dólares por millón de BTU, el doble del valor de 2010. Pero la tendencia de largo plazo de las cotizaciones de ese gas natural es ascendente. Vamos a considerar décadas para ver cómo fluctúan a la larga.
El precio promedio para la fórmula del contrato Repsol-CFE aplicado a la década de 1991 a 2000 fue de 2.10 dólares. En la década de 2001 a 2010 ya fue de 5.27 dólares por millón de BTU, dos veces y media más que en la anterior. Así que no sería realista creer que estos precios puedan bajar. Más bien, lo que puede venir es un encarecimiento.
La solución en Manzanillo y su área no es con ese gas, pactado por la CFE para 18 años. Son plantas modernas, que pueden seguir usando combustóleo pero con medidas anticontaminantes. Se trata de plantas ultrasupercríticas, que consumen la mitad de combustóleo que las tradicionales, por el mismo kilovatios hora. Con esto, claro, ya no habría negocitos
vendiendo el país por 18 años a una trasnacional.
Pues resulta que ya salió el primer barco pactado, el buque metanero de Repsol
, el pasado 24 de junio. Pero la obra mexicana en Manzanillo, por variar, estaba y está retrasada, y se esperaba que empezara a recibir –gradualmente– ese gas licuado, pero a partir de finales de 2011. Y los de Repsol se fueron, mientras, a vender ese gas licuado del 24 de junio, a Chile y Argentina. ¿Cuánto le estarán pagando a Repsol de multa por el retraso? Eso, por lo visto, nunca lo van a decir.
En cuanto al gas natural mexicano, baja lentamente su producción en Burgos, paraíso del contratismo. De un promedio anual de mil 515 millones de pies cúbicos diarios en 2009, bajó a mil 479 en 2010. Lo que se produce en Chicontepec es mínimo, y en aguas profundas, nada.
En cambio, han aumentado su producción de gas natural las regiones Sur y Marina Suroeste, donde Pemex tiene buena parte de su trabajo propio. Subió la producción de las mismas desde 2004 hasta el tercer trimestre de 2010, en un 43 por ciento. En este último periodo la producción en las regiones ya era de 3 mil 004 millones de pies cúbicos diarios, más del doble que la de Burgos. Es obvio que México no necesita de contratistas ni de importar gas durante 18 años, y menos si deja de quemarlo. Y hay que considerar que se compromete a gobiernos futuros que no necesariamente hubieran querido padecer ese derroche ni seguir haciendo esos pagos.
Pero, claro, hay que comprar gas fuera del país, comprometiéndolo por 18 años, a una trasnacional generosa, y que nos venda ese gas a ocho veces el precio que le costó en Perú.