a antigua ciudad de México, que se levantó sobre la poderosa Tenochtitlan, estaba rodeada de señorios dominados por los mexicas, que en el virreinato recibieron el nombramiento de villas. Una de ellas fue Azcapotzalco, poseedora de una historia riquísima que data del siglo XIII, cuando se establecieron en ese lugar los tepaneca
(los que viven en el pedregal).
Fundaron el que llegaría a ser un poderoso imperio que dominó a los pueblos más importantes de la cuenca. Azcapotzalco, vocablo que proviene del náhuatl azcatl
que significa hormiga; potzoa
, acumular, y co
, lugar, lo que significa: en el hormiguero
. Seguramente, afirman sus actuales pobladores, aludiendo a su numerosa y laboriosa población. Constituyó un centro ceremonial y comercial de gran importancia, que tenía fama por sus técnicas artesanales especializadas en el trabajo de la concha, madera, piedra, hueso, pluma y, destacadamente, cerámica.
El señorío de Azcapotzalco decayó alrededor del año 1428, cuando los mexicas, tlatelolcas y texcocanos emprendieron una feroz ofensiva en su contra, hasta sacarlos de su territorio. Regresaron como súbditos de México-Tenochtitlan y su historia fue borrada por los conquistadores mexicas. Tras la conquista, los frailes dominicos fueron los encargados de evangelizar la zona, construyendo el templo y convento de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago, belleza arquitectónica que aún existe.
Es poco conocido el papel relevante que tuvo Azcapotzalco en la guerra de Independencia, donde se libraron sus últimas batallas. Al encontrarse la antigua villa en el camino que viene de Tlalnepantla a México, fue utilizada por el Ejército Imperial de Las Tres Garantías para cercar la ciudad y al ejército realista.
Tras varias batallas victoriosos, el 5 de septiembre de 1821 los insurgentes se trasladaron a la hacienda de Careaga en Azcapotzalco, en donde se reunieron Agustín de Iturbide, Vicente Guerrero y demás jefes del Ejército Imperial Mexicano de las Tres Garantías. Aquí establecieron su cuartel general hasta que llegó el momento de su entrada triunfal a la ciudad de México.
En el siglo XIX alcanzaron su auge las haciendas que poblaban Azcapotzalco, rica productora de maíz, trigo, cebada y hortalizas. A inicios del siglo XX comenzaron a edificarse casonas y palacetes de estilo europeo. Algunas de ellas han sobrevivido y nos hablan de la opulencia que hubo en Azcapotzalco, hasta que llegó el progreso con la industrialización, la cual se comió
las fértiles tierras para cubrirse de industrias; esto trajo de la mano la construcción de inmensos conjuntos habitacionales, para dar vivienda a la creciente población.
A pesar de esta profunda transformación urbana, Azcapotzalco ha logrado preservar valores, identidad, orgullo y varios monumentos valiosos. Esto se debe en gran medida a que existe un sentido claro de quienes son y de donde vienen. Es curioso ver como se autonombran orgullosamente chintololos
, sinónimo de tecpaneca o azcapotzalca.
Esto es una probadita de lo mucho que podemos conocer acerca de esta importante demarcación, en el número más reciente de la revista Artes de México, coordinado por Mónica del Villar. Como es lo usual en esta excelente publicación, los textos de los especialistas van acompañados de un extraordinario material gráfico. La portada nos muestra el Azcapotzalco decimonónico que pintó Juan O. Gorman, en los muros de la biblioteca que Vasconcelos fundó en este lugar en 1925.
El rumbo cuenta con un magnífico restaurante: El Bajío, que se encuentra en la avenida Cuitlahuac 2709. Ya hemos comentado que su dueña, Carmen Ramírez Degollado, Titita, cuida personalmente que las recetas de su abuela y su madre se continúen preparado con el mismo esmero y los mismos ingredientes; es de la mejor comida mexicana tradicional de la ciudad y la decoración es muy agradable. No se pierda las garnachas orizabeñas, las gordas infladas, el pato en mole y la barbacoa en fin de semana.