Un defensor más realista
nte las confusiones en que incurren algunos prestigiados defensores de la fiesta de toros al pretender recubrirla de falsa universalidad para disimular su colonialismo e hispanocentrismo a costa de la expresión taurina de otros países (véase en el número 1785 de la revista Proceso, correspondiente a la semana del 16 al 22 de enero, el artículo Vargas Llosa: taurinismo colonizado), mejor escuchar voces más sustentadas con respecto al incomprendido pero manoseado fenómeno taurino.
Manuel Camacho Higareda, doctor en lingüística por la Universidad de Essex, Inglaterra, maestro en Educación Superior, catedrático e investigador, conferenciante, poeta y ensayista, de quien la citada universidad publicó el año pasado el libro Estrategias de evaluación en relatos sobre la corrida de toros, observa:
El asunto taurino representa un tremendo capital de conocimiento humano, de modos de vida, de preservación de costumbres a lo largo de muchas épocas, de custodia de ecosistemas, de fomento de principios y valores que difícilmente se hallan concentrados con la misma densidad en otras prácticas sociales. Así, una parte importante de los rasgos identitarios de algunos pueblos está marcada por los significados históricos, sociales, antropológicos, políticos y económicos que anidan, ya sea de manera implícita o explícita, en todo lo que gira alrededor del toro bravo.
La fiesta de los toros no se reduce a las corridas ni a la mera satisfacción personal, intimista; no se limita al esparcimiento esporádico ni a la pachanga catártica en una plaza. En realidad se trata de una compleja urdimbre de intereses colectivos; es mucho más que un mero pretexto para las románticas añoranzas de tiempos pasados o para la contemplación de un polémico esteticismo; es mucho más que el espacio idóneo para el examen de popularidad a la hora de un brindis por parte del matador en turno al político en una localidad de barrera.
¿El espectáculo taurino es cultura o ya sólo se reduce a mitote de ricos?, pregunto al doctor Camacho Higareda y responde: la fiesta brava debe ser vista como una expresión cultural de gran provecho económico. Su capacidad para producir y derramar bienes debe ser potenciada, fortalecida y desarrollada hasta puntos industriales. No hay pecado ni contrasentido en ver a la cultura, y lo taurino es cultura, como una materia prima en beneficio de la colectividad. La riqueza de algunos países de Europa es originada por las actividades culturales hasta en un 8 por ciento
.
“Alguna vez preguntaron al conductor de un noticiero de televisión de gran audiencia que por qué no dedicaba mayor espacio a las cuestiones taurinas, y dio una respuesta lapidaria: ‘Porque no es negocio’. Entonces taurinos y gobiernos deben preguntarse qué se necesita para que la tauromaquia sea beneficiosa financieramente a nivel comunitario, no sólo de minorías.
“Según la agencia de noticias Europa Press, la fiesta de los toros en España mueve alrededor de 2 mil 500 millones de euros al año, unos 40 mil millones de pesos. ¿Cuánto dinero mueve en México? Porque de que mueve dinero, lo mueve. Identificar ese flujo monetario sería una condición básica hacia la necesaria postura renovadora del espectáculo, y después aplicar sofisticadas y habilidosas estrategias empresariales, no como se viene haciendo.
Se dice que el buen vendedor hasta piedras vende. ¿Por qué no calzarse el traje de buen vendedor y capitalizar en serio el bagaje cultural y socio-histórico, empresarial y mercadotécnico, de la fiesta brava? Reformar mediante imposiciones es más cómodo que adentrarse en los terrenos de las convicciones. Lograr un cambio de mentalidad implica una trayectoria de adentro hacia afuera; aficionados y público deben aprender a desear el cambio
, concluye el doctor Manuel Camacho Higareda.
Hoy por fin reaparece en la Plaza México Rodolfo Rodríguez El Pana. Si usted es de los que no han vivido el arte de la lidia a niveles de instantes mágicos, aproveche este parpadeo de la empresa y deslúmbrese.