omo una mujer codiciada por muchos, China exigió buen trato y respeto. Y lo consiguió la semana pasada en Estados Unidos, su mayor pretendiente.
Hace ocho días el presidente Hu Jintao fue recibido con 21 salvas en la Casa Blanca, al inicio de una visita de Estado a Washington. Con el presidente Barack Obama platicó mucho sobre una gran variedad de temas. Anunciaron acuerdos comerciales por un valor de 45 mil millones de dólares. Repasaron la agenda política multilateral y abordaron cuestiones militares.
También discutieron la situación interna en China. En un gesto sin precedente, Hu declaró que su país aún tenía mucho que mejorar en materia de derechos humanos. Curioso. Hu, que tiene detenido al premio Nobel de la Paz de 2010, se lo dijo al premio de 2009.
Sin embargo, Hu agregó que al hablar de derechos humanos y democracia en su país es necesario tomar en cuenta la complejidad de la sociedad china. Los dirigentes de otras naciones han esgrimido sin éxito argumentos parecidos. Pero cuando China lo hace, el resto del mundo escucha.
El presidente Hu va de salida y pronto habrá un relevo político más en su país. Insistió en que Obama lo recibiera con todos los honores, como lo hizo el presidente Bill Clinton en 1997 con el antecesor de Hu, Jiang Zemin. Hu quiso evitar una repetición de la visita que le hizo al presidente George W. Bush en 2006, cuando el protocolo fue inferior al de una visita de Estado. Al parecer, Hu quería que Estados Unidos le reconociera a China su lugar en el mundo. Y lo consiguió.
¿Quién lo hubiera dicho hace 40 años? Entonces Henry Kissinger andaba escondiéndose de la prensa mientras que en Pekín transmitía recados de Richard Nixon a Chou En Lai y Mao Zedong. Tras la muerte de éste y bajo la conducción de Deng Xiaoping, China inició la actual etapa de estabilidad política, desarrollo económico y apertura comercial que la ha convertido en el principal rival (y socio) de Washington.
¿Qué pensarán en Delhi, Moscú y Brasilia de la visita de Hu a Washington? Quizás Wikileaks nos proporcionará una pista. Se trata de los otros tres países que, junto con China, conforman el cuarteto del futuro, los llamados BRIC (un acrónimo inventado en 2005 por un economista de Goldman Sachs).
Nadie niega la importancia de esos cuatro países. Por minutos su crecimiento económico los está convirtiendo en el interlocutor natural (y preferido) de Estados Unidos, dejando en la cuneta de la historia a no pocos amigos tradicionales, incluyendo a los demás integrantes del G-7 (Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón y Reino Unido). Éstos se apresuran a colocar sus productos en los mercados de los BRIC. Piensen en las visitas de carácter netamente comercial del primer ministro David Cameron a China e India el año pasado.
Lo cierto es que los BRIC están dando mucho de qué hablar y sirven para imaginarnos el mundo del futuro. Hacia 2050, se dice, habrán transformado el paisaje internacional.
Para entonces China será la principal economía del mundo, seguida de India y Estados Unidos. Si al peso económico de China en 2050 le asignamos un valor de 100, India estaría en 70, Estados Unidos en 64, Brasil en 16, Japón y Rusia en 13 y México en 11. Los cuatro BRIC sumarían 199, mientras que los actuales miembros del G-7 tendrían un total de 116.
El mundo, según esos pronósticos, será muy distinto. En 2050 se seguirá hablando mucho inglés. El uso del chino mandarín habrá aumentado. Pero se hablará también más español (y menos francés).
Hay comentaristas en India que no están de acuerdo con algunas de las proyecciones acerca del mundo del 2050. Insisten en que hay una diferencia cualititativa entre su país y China. Se trata del bono democrático. Dicen que India está mejor equipada para ser una potencia mundial precisamente por su experiencia democrática. De ahí, en parte, las palabras del presidente Hu en Washington acerca de los avances políticos y en la esfera de los derechos humanos en su país.
Hacia 2050 el equilibrio militar en el mundo también será distinto. En teoría China se ha rehusado a embarcarse en una carrera armamentista con Estados Unidos. Sabe que los costos son altos y se acuerda de lo ocurrido en la Unión Soviética. Pero en la práctica ha aumentado su presupuesto militar (quizás tenga dinero para todo: desarrollo interno, inversiones, préstamos a medio mundo).
Entre otras cosas, China quiere convertirse en una potencia naval. No hay que olvidar que la resolución de la cuestión de su mar del sur
sigue siendo una asignatura pendiente. Quizás también en cuatro décadas el océano Pacífico habrá dejado de ser un mare nostrum estadunidense.
Uno de los renglones más importantes de las inversiones chinas de las últimas décadas ha sido en el campo de la educación en general y la ciencia y tecnología en particular. India está haciendo esfuerzos parecidos. He ahí una de las claves del peso específico de esos dos países en un futuro no muy lejano.
No hay que olvidar que hace 400 años China e India representaban 50 por ciento de la economía mundial. A mediados del presente siglo quizás habrán recuperado esa posición.
Durante 300 años Europa, y luego con su hijo predilecto trasatlántico, han llevado la batuta económica del mundo. Ahora China los está rescatando con comercio, inversiones y muchos préstamos. Los europeos están en apuros y han envejecido, pero envejecen siendo ricos. Los chinos, en cambio, son muchos y quizás no logren enriquecerse antes de envejecer.
China y los demás países del BRIC aportarán mucho al desarrollo mundial. Pero nadie puede saber hoy el alcance de su impacto en la historia. De ahí lo entretenido de los pronósticos.