Opinión
Ver día anteriorJueves 27 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Crisis y embate imperial
G

uardada toda proporción, hoy se observan inquietantes semejanzas con la dinámica económico/política entre 1929 y 1939: desde que en 2007 estalló la burbuja hipotecaria en Estados Unidos se presentan bruscos vaivenes financieros, bursátiles, productivos, con altas tasas de subempleo y desempleo crónico; también insuficiencias para el pago de deudas soberanas y conflictos cambiarios entre Estados Unidos, China y Europa, que algunos perciben como la antesala de guerras comerciales y de divisas. En 2010 persistieron en Estados Unidos cierres bancarios, embargos, desalojos a granel y síntomas de acentuada declinación económica y hegemónica a corto, mediano y largo plazos, que se manifiestan en acoples y también en desacoples monetarios, comerciales y geopolíticos.

Para Martin Feldstein, de Harvard, el estímulo del gasto federal se diluirá en 2011 por el deterioro de las finanzas estatales y locales, mientras la caída en los valores de los hogares reduce el gasto familiar. Así lo confirma el índice Case-Miller de S&P de hoy (26-I-2011). Los mega rescates a favor de Wall Street debilitan la economía real y se traducen en una ofensiva contra la clase media y popular, en un círculo vicioso presente en la advertencia hecha por Ben Bernanke, jefe de la Reserva Federal (Fed), al comité de presupuesto del Senado sobre la necesidad de controlar el déficit: de no hacerlo, dijo, los efectos económicos y financieros serían severos. Según Paul C. Roberts, ex secretario del Tesoro de Reagan, esto significa que la Fed no puede seguir imprimiento billetes indefinidamente para financiar guerras y rescates de los mega ricos, aunque ya Obama cedió al recorte impositivo a favor de los de mayores ingresos, y el Congreso aprobó la mayor partida militar jamás asignada en la historia.

La dinámica que desembocó en la Segunda Guerra Mundial muestra que usar la carta militar para enfrentar debilidades económicas es muy riesgoso. Albert Speer, ministro de armamentos de Hitler, en su testimonio ante el tribunal de Nuremberg reconoció que ciertamente la necesidad por el petróleo y otros recursos fueron motivo central en la decisión de Hitler de invadir a sus vecinos: hoy Estados Unidos acrecienta la guerra y ocupación en Irak, Afganistán y la expande a Paquistán y de Colombia a México y Centroamérica. Irak sigue ocupado con mega bases, 40 mil tropas y decenas de miles de contratistas manejados desde una embajada mayor que el Vaticano, al tiempo que se globalizan los riesgos de blowback y de intensificación bélica. Contener por la vía militar o de las operaciones clandestinas la dependencia del petróleo o la caída del dólar como moneda de reserva (dice el republicano Ron Paul que las guerras y los conflictos en los estados productores de petróleo suceden para mantener la hegemonía del dólar) es una invitación al caos y la guerra general como lo documenta W. Clark en Petrodollar Warfare (2005).

El librecambismo estadunidense es extraño. Opera desde un monumental gasto público mayor a 40 por ciento del PNB (en 1929 era 11 por ciento), desconfía de la mano invisible y se inclina por el puño militar y de la CIA: cuando invadió Irak lo primero que hizo fue convertir a dólares todas las transacciones petroleras realizadas en euros, y cuando estaba en curso el golpe de 2002 en Venezuela y Chávez era su prisionero, los golpistas, a instancias de Estados Unidos, propusieron sacar a Venezuela de la OPEP y aumentar en 400 mil barriles la oferta de crudo para abatir el precio. Paul Roberts (The End of Oil, 2004) narra que según el presidente del cártel petrolero, poco antes del operativo golpista ya circulaban las apuestas contra la OPEP en los mercados, pero cuando la población frustró el putch, los especuladores perdieron hasta la camisa.

Hoy que la revolución bolivariana maneja la mayor reserva de petróleo convencional y no convencional del mundo, desde el Potomac arrecia una multimillonaria guerra política en su contra, encabezada por la CIA, Newsweek, la CNN (¿Colonial News Network?) y los cipayos de siempre.