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Ver día anteriorLunes 31 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Dos discursos, dos visiones
E

l presidente Obama pronunció dos importantes discursos la semana pasada. El primero, en Tucson, llamando a la concordia y a la civilidad en el discurso político. El segundo, en su informe El estado de la nación, exponiendo a grandes trazos el plan para el desarrollo económico y la recuperación del empleo. El primero recibió la unánime aprobación de las fuerzas políticas. El segundo propició un desacuerdo generalizado. Para los liberales, el presidente cedió nuevamente a las presiones conservadoras de los republicanos, moviéndose a la derecha de sus propósitos de campaña. Para los conservadores, ignoró el mensaje del electorado de poner un freno en la hiperactividad gubernamental y, principalmente, reducir el déficit fiscal. En el sector moderado prevaleció la idea de que, acorde con su estilo conciliador, optó por el centro del espectro político.

Entre las medidas para controlar el déficit acordó congelar diversas partidas de gasto público por los siguientes cinco años, entre ellas los salarios de los empleados públicos, y la de revisar el plan de salud en aquellos rubros en los que pudiese reducirse su gasto. Sin embargo, los republicanos no estuvieron de acuerdo con la forma en que se refirió al problema del déficit.

La divergencia esencial entre conservadores y liberales sobre el déficit está expresada en un articulo de la revista The Economist de esta semana y otro publicado en The New York Review of Books por los economistas Robin Wells y Paul Krugman. Para la primera, el presidente hizo caso omiso del llamado de la comisión bipartidista nombrada para estudiar cómo reducirlo. La esencia de la propuesta del estudio es reducir el gasto gubernamental en diversos rubros, principalmente en los servicios, y revisar la estructura de impuestos que afecta a los sectores más interesados en la inversión. Vale recordar que esa comisión la encabezaron un demócrata y un republicano, ambos partidarios de un manejo conservador en el gasto del gobierno, según lo advirtieron diversas publicaciones liberales, entre ellas The Nation. Para Wells y Krugman, el asunto del déficit es sólo una excusa de los republicanos para continuar con su negativa en torno a cualquier propuesta que provenga de la Casa Blanca. Desde su punto de vista, una vez que surta efecto el programa de gasto propuesto principalmente en infraestructura, tendrá un impacto multiplicador, entre otras cosas por el empleo que generará. La economía crecerá y con ello el ingreso fiscal. Para ellos el déficit en sí no es el problema sino sus causas: 10 años de desregulación y subsidios fiscales al sector corporativo y a quienes reciben más altos ingresos.

A esto último cabe agregar que, en última instancia, todo cálculo económico es inútil si no toma en consideración el beneficio de las mayorías y no sólo el de quienes viven del trabajo de éstas.