El consejo supremo castrense prohíbe a funcionarios de Mubarak dejar el país
Los manifestantes se concentrarán en la plaza Tahrir un vez a la semana
Domingo 13 de febrero de 2011, p. 26
El Cairo, 12 de febrero. El primer día del nuevo Egipto terminó la noche de este sábado con seguridades para Israel y Estados Unidos, con una prohibición de que ex funcionarios del gobierno salgan del país y con el comienzo de un retorno a una vida no revolucionaria, en especial en El Cairo. Nunca hubo una ciudad tan complacida de ver resurgir sus notorios embotellamientos de tránsito.
Sin embargo, algunos manifestantes permanecieron buena parte del día en la plaza Tahrir, insistiendo en que se cumplieran sus demandas y se disiparan sus temores. Más tarde dijeron que se irían, pero que se volverían a congregar un día a la semana, signo de que no es una revolución concluida. Puede que el rey haya muerto, pero aún no hay un nuevo rey que ensalzar, sólo una regencia del ejército.
Los militares que hoy dirigen un Estado que era hasta el viernes el dominio de Hosni Mubarak no hicieron nada por calmar el clima de euforia. El consejo supremo de las fuerzas armadas pidió al actual aparato burocrático que continúe, para mantener en funcionamiento el Estado y la economía, en tanto se instala un gobierno de transición. El ejército asumió la misión de garantizar la transición pacífica del poder en el marco de un sistema libre y democrático que permita que un poder civil electo lleve al país hacia la construcción de un Estado libre y democrático
. Los manifestantes no lo habrían dicho mejor; hasta ahora, todo va bien.
También hubo, para alivio de Tel Aviv y Washington, una promesa de que todas las obligaciones y tratados internacionales
se mantendrán, incluido el acuerdo de paz de 1979 con Israel.
Estrechan medidas en los aeropuertos
Menos tranquilos estarán los ministros y funcionarios del régimen de Mubarak que jugaban con la idea de un boleto de ida hacia un exilio dorado. Los aeropuertos han recibido una lista de miembros del régimen derrocado y funcionarios actuales que tienen prohibido salir del país sin permiso del procurador general o el supremo consejo de las fuerzas armadas.
El ex presidente, Hosni Mubarak, no se encontraba entre estos frustrados vacacionistas internacionales. Permanece tras los muros de su palaciega residencia en el centro turístico de Sharm el-Sheikh, un anciano privado de autoridad para todo lo que no sea ordenar a qué hora desea tomar el desayuno. Y debe estarse preguntando si su derrocamiento será la última humillación que habrá de sufrir. Los bancos suizos ya han congelado cuentas en las que, se dice, guarda su multimillonario caudal, y ahora debe también considerar las probabilidades de ser arrestado, acusado y sometido a juicio. Tal vez su historial de héroe de guerra lo salve.
El primer día de un Egipto libre de Mubarak también estuvo marcado por un considerable relajamiento del toque de queda, que muy pocos han acatado, el cual ahora va desde la medianoche hasta las 6 horas, ya no desde las 20 horas. Los bancos reabrieron la semana pasada y el mercado de valores tiene programado reanudar funciones el miércoles, casi tres semanas después de haber cerrado. La mayoría de las tiendas de la capital han reabierto, y el canal de Suez opera con normalidad.
Junto con la continuación de la euforia vinieron los principios de una sustancial labor de limpieza en la ciudad. Los soldados retiraron barricadas; se remolcaron vehículos incendiados y muchas personas, entre ellas activistas con tapabocas, barrían las calles y se llevaban montones de basura. Muchos portaban letreros de disculpen las molestias, estamos construyendo Egipto
; algunos levantaron sus tiendas de campaña y se fueron a casa.
Otros pasaron buena parte del sábado jurando quedarse hasta que los militares completen el cambio hacia una democracia plena. “El ejército está con nosotros, pero debe cumplir nuestras demandas. Las revoluciones a medias acaban con las naciones –declaró a Reuters Ghada Elmasalmy, farmacólogo–. Ahora conocemos nuestro lugar; siempre que haya injusticia vendremos a la plaza Tahrir.”
En dos comunicados emitidos durante la noche, un grupo que congrega a organizadores de las protestas demandó que se levante el estado de emergencia y se forme un gobierno de transición, que prepare una elección a celebrarse en el curso de nueve meses, y un órgano que redacte una nueva constitución democrática.
Detrás de las celebraciones había una nota de cautela respecto de hasta dónde las fuerzas armadas, bajo el mando del mariscal Mohamed Hussein Tantawi, veterano ministro de Defensa de Mubarak, están dispuestas a permitir la democracia, en especial teniendo en cuenta que la hasta ahora proscrita Hermandad Musulmana es uno de los movimientos mejor organizados.
Es sólo el fin del principio
, señaló Jon Alterman, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. Egipto no avanza hacia la democracia, sino hacia la ley marcial, y el rumbo que seguirá está sujeto a debate.
La Hermandad Musulmana, a la que Washington mira con desconfianza comprensible, si no bien fundamentada, aseguró este sábado que no busca el poder, y elogió los esfuerzos de los nuevos gobernantes militares de transferir el poder a civiles. “La Hermandad Musulmana… no busca ganancias personales, así que anuncia que no se postulará a la presidencia ni buscará una mayoría en el parlamento; se considera sierva de este pueblo decente”, expresó.
Al caer la noche en El Cairo, tanques y soldados permanecían en las calles protegiendo cruceros importantes y edificios del gobierno. Ahora que la amenaza de una posible confrontación entre el ejército y los manifestantes ha desaparecido, los cairotas se tomaban fotos del recuerdo unos a otros y con los sonrientes soldados en los retenes para registrar el primer día de la era post Mubarak. “No imagine que viviría un día así… Sólo espero que el nuevo sistema en Egipto nos beneficie y se realicen nuestros sueños –declaró a Reuters Essam Ismail, cairota de treinta y tantos años–. No puedo creer que esto haya ocurrido.”
Y, con un satisfactorio y repentino cambio de actitud, los periódicos antes pro gubernamentales, junto con la televisión y la radio estatales, dieron un giro de 180 grados y felicitaron al pueblo egipcio. El diario Al Ahram, que había sido partidario de Mubarak, llevaba un titular de primera plana que proclamaba: El pueblo derrocó al régimen. La juventud egipcia obligó a Mubarak a irse. Los egipcios han estado celebrando hasta el amanecer la victoria en la primera revolución popular de su historia
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© The Independent
Traducción: Jorge Anaya