n 1910 se fundó la Universidad Nacional, que congregó a la Escuela Nacional Preparatoria y escuelas ya existentes: medicina, jurisprudencia, ingeniería y arquitectura. Se crearon la Escuela de Altos Estudios y la Rectoría, que habría de ser la cabeza de la nueva institución. Aunque no se puede negar que la flamante universidad fue la heredera de la Real y Pontificia Universidad, la primera en el continente americano. De hecho la mayoría de las escuelas que la conformaron fueron parte de ella.
Desde siempre la antigua ciudad de México y la universidad han tenido una historia común; es difícil imaginar la vida de la una sin la otra. En 1553 se dio la primera cátedra, y a partir de entonces, la universidad comenzó a hacer sentir su presencia en distintos ámbitos de la vida de la ciudad. Su influencia se sentía asimismo en la vida intelectual; la imprenta, igualmente la primera en nuestro continente, sumó a la producción de libros de carácter religioso, otros temas que demandaban los universitarios para sus estudios.
Son varios los edificios que la universidad fue ocupando a lo largo de los siglos; entre otros, el que muchos consideran que fue la primera sede, ubicado en la esquina de Moneda y la Plaza Seminario, hoy Manuel Gamio. Este edificio actualmente es la sede del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC) de la UNAM, que dirige con gran eficacia Alicia Ziccardi, aunque por reparaciones, estos días ocupa una sede provisional.
Esta dependencia conjuntamente con el Gobierno del Distrito Federal, acaba de publicar el libro 1910: La Universidad Nacional y el barrio universitario. La magnífica obra es producto de una investigación colectiva realizada por destacados investigadores. Los coordinadores de la misma son la doctora Ziccardi y el historiador Carlos Martínez Assad, quienes, además, escriben interesantes textos.
Los colaboradores nos llevan de la mano por el entorno social y cultural que caracterizaba el que habría de conocerse como barrio universitario
, espacio que se conformó en el corazón de la vieja ciudad de México, donde se localizaban las diversas escuelas.
La obra nos recuerda que la comunidad universitaria de esa época, no sólo desarrollaba actividades académicas en el barrio sino que allí vivía y transcurría su vida cotidiana. Los distintos autores nos hablan de las librerías, cafés, teatros, clubes, cantinas, cabarets, cines y billares que eran parte fundamental de la vida de los universitarios.
El texto de Guillermo Boils Morales nos cuenta la historia de los edificios que alojaron las escuelas: todos de enorme valor histórico y artístico. Estela Morales Campos nos habla de las bibliotecas, librerías y editoriales y María de Lourdes Alvarado platica las dificultades y logros de las mujeres que pretendían ser universitarias en esa época. Mónica Toussaint nos da ilustrativos testimonios de historia oral.
El libro nos brinda interesantes fotografías, que entre otras, nos permiten conocer cómo era el edificio de la antigua universidad, que se destruyó en 1908 por orden de Justo Sierra. Se va a presentar el próximo sábado 26 de febrero, a la una de la tarde, en el contexto de la XXXII Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.
Al concluir la presentación, ¿no le apetece ir a saborear un buen cabrito? El mejor lugar en el Centro Histórico es el Cabrito Astur, antes Bar Sobia, en su misterioso y encantador sótano, ubicado en la calle de Palma número 40. Entre lambrines de madera y espejos que datan de los años 50 del pasado siglo, lo reciben con apetitoso caldo de camarón y unos taquitos de cortesía.
Tras degustar algunas entradas viene el disfrute del cabrito, con sus tortillas de harina suavecitas y un buen guacamole. Después del postre, la casa le manda para acompañar el café, un beso de ángel agradable digestivo que cierra una buena tarde.