Sábado 26 de febrero de 2011, p. a16
¿Un instrumento hermoso a más no poder?
El oboe.
Ojos cerrados: el oído percibe un sonar que proviene de algún plano espacio-temporal lejano y al mismo tiempo tan cercano que la vibración de la alta madera del hautbois, que es el nombre original de este artefacto benigno inventado en el siglo XVIII, produce vibraciones semejantes al zumbido apenas perceptible de un ósculo depositado en tierra por un hada, un duende. Elevación y ensueño.
El violonchelo, el oboe, el fagot, poseen misterio y fascinan. Las partituras que esos instrumentos han producido es sin embargo escasa, en orden descendente: sí, hay bastante para el chelo, y sería suficiente con las Seis Suites de Bach, pero la naturaleza humana se ha prodigado en esa silueta femenina que suena felina, silba sibilina, adivina el pensamiento y vibra en la epidermis, que se eriza. ¡Ah, el violonchelo!
Hay bastante también para oboe, sobre todo en el barroco. No así para fagot y ni decir del contrafagot, que es materia aparte.
La buena nueva es que en los estantes de novedades discográficas esplende un manantial, un alto surtidor que el viento arquea: la nueva grabación del maestro Albrecht Mayer, oboísta principal de la –consenso–: mejor orquesta del mundo, la Filarmónica de Berlín.
Este álbum sucede a la gema anterior: In Venice y se ata en círculo a otro más anterior aún: Lieder ohne Worte (Canciones, lieder, sin palabras) título magnífico que explica, a su vez, la naturaleza del nuevo: Voices of Bach. Works for oboe, choir and orchestra (Decca Records).
La voz tendente a lo nasal del oboe, su aroma tan penetrante y suave, su perfume dulce en equilibrio de tonos que resulta en extremo expresivo sin edulcorar jamás, el sonido definitivamente misterioso y arrebatador, sin violencia, tan sereno, del oboe, se parece mucho al de la voz humana en su aspiración a lo divino.
Esa naturaleza intrínseca propició el nuevo disco de Mayer, quien tomó decisiones osadas: cantar, mediante su oboe, la música canora de Bach, esa fuente nutricia, piedra angular de la cultura de Occidente.
Andreas Tarkmann realizó transcripciones de Cantatas de Bach para que las cantara el oboe de Albrecht. Otra decisión osada: encomendar a un coro, hiperespecializado, el Trinity Baroque, la masa canora y por último, pero no a lo último, The English Concert puso la parte orquestal.
El resultado es de una belleza al mismo tiempo espectacular y mesurada, desbordada y quieta. Belleza en éxtasis.
Hay un símil inevitable: los tres discos del sax noruego Jan Garbarek con el conjunto canoro de excelencia Hilliard Ensemble, en especial el primero y el tercero: Officium y Officium Novum, donde un instrumento de sonoridad tan peculiar, tan plena de misterio y encanto, se unta al canto igualmente sublime de un coro.
El procedimiento de Garbarek(www.jornada.unam.mx/2011/01/08/index.php?section=cultura&article=a12n1dis) es la improvisación en estado puro, mientras que Albrecht Mayer aplica el sistema musical conocido como cola parte
, que consiste en realizar decoraciones sonoras barrocas siguiendo el contorno de la melodía.
Otra de las maravillas de este disco del oboísta principal de la Filarmónica de Berlín es que incorpora, además de un coro y una orquesta especializados, a dos familiares muy cercanos del oboe: el inconmensurablemente hermoso sonido del oboe de amor, también conocido como oboe d’amore y cuya alma femenina posee, por tanto, mayor hondura, sabiduría, serenidad y fulgor incandescente. El otro primo-hermano del oboe que también figura en este álbum imprescindible es el corno inglés.
Ah, por cierto, el oboe de amor entró prácticamente en desuso. Pocos autores lo aquilatan. Uno de ellos es el flaco de platino Maurice Ravel, cuyo himno sexual Bolero –donde rescata la voz del oboe d’amore– sonará esta noche y mañana al mediodía con la OFUNAM en la Sala Nezahualcóyotl.
El mucho amor del oboe de amor.