Opinión
Ver día anteriorSábado 26 de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y Sociedad

Escuela tradicional y escuela activa

C

uando la esperanza nos invade, mejor ceder la palabra y guardar nuestra voz. Hoy habla Jean Piaget sobre la escuela tradicional y el derecho a la educación: la lógica no es innata en el niño. La lógica formal, en el sentido corriente y adulto del término, empieza a constituirse hasta los 11 o 12 años de edad, y su consolidación llega hasta los 14 o 15 años.

Estos datos reales modifican profundamente los términos del problema pedagógico y la significación del derecho a la educación. Éste significa, en primer lugar, el derecho a estar situado en un ambiente escolar que consiga elaborar a fondo el pensamiento lógico; la educación no es sólo una formación, sino una condición formadora.

La escuela tradicional ofrece al alumno una cantidad considerable de conocimientos que acaban por olvidarse al paso del tiempo. Los partidarios de la escuela activa opinan que si queda tan poca cosa de los conocimientos aprendidos por encargo, la extensión del programa importa menos que la calidad del trabajo. Se trataría mejor de que el alumno conquistara por sí mismo un cierto saber a través de investigaciones libres y de un esfuerzo espontáneo; ello dará como resultado una mayor seguridad de recordarlo; sobre todo, permitirá al alumno la adquisición de un método que le servirá toda la vida, y que ampliará su curiosidad sin riesgo de agotarla. En lugar de dejar que su memoria domine su razonamiento o de someter su inteligencia a unos ejercicios impuestos desde el exterior, aprenderá a hacer funcionar su razón por sí mismo y construirá libremente sus propios razonamientos.

En una palabra, el principio fundamental de los métodos activos se inspira en el de las ciencias: entender es inventar o reconstruir por invención, y no hay más remedio que doblegarse a este tipo de necesidades si se pretende formar individuos capaces de producir o de crear y no tan sólo de repetir.

Las investigaciones sicológicas que hemos realizado acerca de la evolución de las operaciones racionales –dijo el epistemólogo suizo– proporcionan datos decisivos en favor de los métodos activos, y de la necesidad de una reforma educativa mucho más radical de lo que muchos partidarios de la escuela activa se imaginan.

Los exámenes escolares no son objetivos porque se basan en la memoria más que en las capacidades constructivas del alumno; son una auténtica plaga de la escuela tradicional, porque se convierten en un fin en sí mismo, y porque vician las relaciones normales entre maestro y estudiante, lo que compromete la alegría de trabajar y la confianza mutua.

Para Fernando, con cariño