Sábado 12 de marzo de 2011, p. a16
Todo proyecto firmado por Gidon Kremer con la Kremerata Báltica ya es sinónimo de calidad.
Hemos documentado la discografía anterior de este agrupamiento de jóvenes letones dirigidos por el gran violinista, también letón, Gidon Kremer, activador de proyectos tan propositivos y plenos de frescura como el álbum titulado After Mozart (Nonesuch records), donde suena la música de Leopold y su hijo Wolfgang Amadeus, además de tres partituras inspiradas en esa música (after Mozart, de acuerdo con el título) y el resultado es tan delicioso como escuchar, por ejemplo, una versión de La Sinfonía de los Juguetes con soniditos de gadgets, telefonitos celulares y juguetes electrónicos en lugar de las versiones conocidas, con silbatos y tamborcitos de El Año del Caldo (o bien: del Año Uno Caña, o del Dos Pedernal), o bien The Messenger, partitura de Valentin Silvestrov que ilustra el vuelo angelical de la música de Wolfangus Amadeus Muzartus.
Otro de los episodios magníficos de la Kremerata Báltica es el álbum titulado Happy Birthday, con el que celebraron su sexto cumpleaños: divertidérrimo: variaciones sinfónicas de esa conocida canción (Happy Birthday, que solemos cantar-traducir como El Sapo Verde, jeje) a la manera de Mozart, Beethoven, Brahms, Schumann, Dvorak, o en forma de vals, polka (ahí fue donde la polka torció el rabo) y otras formas de exquisita diversión melómana.
El nuevo proyecto de Gidon Kremer y su Kremerata Báltica se titula De Profundis e incluye una docena de obras de origen variopinto con un denominador común: un profundo y elevado código espiritual.
Inicia con la bellísima Escena con grullas, de Sibelius, un autor cuya música, toda, suena siempre a agua, sabe a agua, moja y revivifica. Enseguida suena algo igualmente hermoso, como una luz blanca que llueve sobre nuestro cuerpo entero: Passacaglia, del estoniano Arvo Pärt, otro enviado de la divinidad, compositor alado. El tercer track es el que titula todo el disco: De Profundis, de la joven y hermosa compositora lituana Raminta Serksnyté (su foto esplende en el mero ombligo de esta página impresa) y luego la Sexta Fuga de Schumann (no nos referimos a un Houdini de época, ni a un preso reincidente, sino a la sexta obra en formato fuga del compositor alemán don Beto Schumann) y enseguida un pasaje sublime, Trysting Fields de nuestro querido amigo, el genial compositor británico Michael Nyman, seguido de un Minueto de Schubert y después una obra de Stevan Kovacs, otra de Shostakovich, seguida del Sogno di Stabat Mater, de la joven y bella compositora siberiana Lera Auerbach, que da paso a la Melodia en La Menor (Canto de Octubre), del maestro Astor Piazzolla y enseguida la que a mi gusto es la más bella e intensa de todo el disco, al igual que la de Arvo Pärt: Flowering Jasmine, del letón Georgs Pelecis y el disco culmina con una obra maestra de Alfred Schnittke: Fragment.
El disco despliega en su diseño la serie fotográfica titulada Soul of Fuel, de Alexandra Kremer-Khomassouridze y Gidon Kremer anota en el cuadernillo de notas al programa reflexiones en torno a lo simbólico y práctico en cuanto al tema del petróleo, el aceite, el combustible. Aunque dice que no quiere lanzar mensajes panfletarios, arremete contra quienes ubica como los malos de la historia cruenta que se vive en aquellas regiones del planeta, sin tomar en cuenta el papel de Estados Unidos en el conflicto, en la lucha milenaria por el poder y el dinero.
Sin embargo, en la práctica, y sin tomar en cuenta el texto de Kremer, el disco es una reflexión profunda desde lo más hondo (De Profundis), no así desde el abismo (como hay quienes gustan traducir así desde el latín este término), una disquisición espiritual de esas que transforman, para bien, a las personas.