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Presuroso viaje por latitudes, técnicas y utopías
 
Periódico La Jornada
Domingo 13 de marzo de 2011, p. 3

De prisa, de manera vertiginosa, porque la inauguración es inminente y sólo faltan unos minutos para las 14 horas del sábado, el curador Gerardo Mosquera se arma de una diadema con micrófono y una bocina en la cintura y comienza un recorrido por una pequeña, pero a la vez monstruosa muestra de 100 años de artes plásticas críticas en América Latina.

Desde la planta baja advierte que, afuera, un buitre de Murray mira hacia el Palacio de Bellas Artes. Y adentro, al pie de las escalinatas, la foto gigante de un indígena del Amazonas, cámara en mano, devuelve la mirada a los espectadores desde la década de los 70.

Es el arranque de la mirada plural, pero siempre crítica, de la exposición Crisisss. América Latina, arte y confrontación. 1910-2010.

Son casi 200 obras y más de 100 artistas de todos los países de América Latina, y algunos invitados de otras latitudes, además de un siglo de creación y un amplísimo abanico de técnicas y corrientes: óleo, dibujo, grabado, murales, collage, instalaciones, performance, foto, video. Un esfuerzo quizá sin precedente en la búsqueda de un diálogo entre las obras y de éstas con el público.

Los nombres de los autores y las obras se confunden, no se escuchan bien, ni hay tiempo para verificar las cédulas. Suenan nombres famosos: Posada, Siqueiros. Pero sobre todo muchos desconocidos, en especial extranjeros. Sin embargo, la gran mayoría de las obras alcanza a deslumbrar al tropel de reporteros e invitados.

Mapas invertidos, fosas comunes, utopías, realismos, asuntos chilenos, argentinos, una bandera de Paraguay desmaterializada. No es, aclara Mosquera, un relato totalizador, ni académico ni eruditamente histórico. Aunque sin duda es una mirada esclarecedora y una visión de conjunto, como podría haber muchas más.

En una pared se observa la famosa Colombia, hecha con la tipografía de Coca-Cola. Hay una sala de la Revolución Mexicana, otra de la cubana. Hay una pared de ladrillos azul cielo, como singular utopía. Un artista brasileño puso a bailar el rigor concretista.

Los discursos son imágenes, la imagen pública está hecha de palabras, las tribunas están vacías y aplastan a una persona. La voz editada de Fidel Castro dice sólo cifras, igual que su adversario Bill Clinton. Hay un paisaje social cubano, crítico, no para turistas, dice el curador en referencia a otra obra.

La voz de Juan Rulfo pide una y mil veces: diles que no me maten. Pero cuando se llega a México, recuerda con tristeza Mosquera, eso ya no es discurso. Por esa área al parecer colocaron obras de Semefo y de Teresa Margolles.

Dos Yeguas del Apocalipsis (un par de creadores gay chilenos), recrean Las dos Fridas para ayudarle a exorcisar la comercial y acrítica fridomanía. Es una mirada desde Sudamérica, comenta una de las Yeguas, presente en Bellas Artes como varios otros creadores mexicanos y extranjeros. El cuerpo roto de Frida se parece mucho al cuerpo roto de Chile durante la dictadura, agrega, como si hiciera falta.

Una cortina de baño recrea escenas cortesanas; al fondo, en una pared de azulejos blancos (¡que contradicción!), fueron colocados unos rollos de papel higiénico. El artista explica algo, pero no se entiende ni se escucha su nombre, sólo que es cubano. Hay prisa.