Perder el alma
on incontables los ejemplos de fortaleza del contradictorio espíritu japonés, que lo mismo mezcla misticismo con materialismo, tradiciones con modernidad, valores con enajenación y estrés, o sensibilidad con derroche. En cualquier caso, esas contradicciones le han permitido recuperarse tras invasiones y derrotas, alianzas bélicas desafortunadas, ataques atómicos, terremotos y tsunamis, y una eficaz adaptación del sistema capitalista.
El sismo de 8.9 grados Richter que azotó a Japón el viernes fue debido a fallas de empuje en o cerca del límite de la zona de subducción o deslizamiento entre las placas del Pacífico y la de Norteamérica. La primera fue empujada por debajo de la fosa de Japón y de la placa de Eurasia
. Como explicación científica puede ser clara, lo que no lo es son los bandazos de la lógica –invento humano– contra los caprichos, naturales o inducidos, de nuestro planeta, que desde la aparición del hombre no logra con éste una relación del todo armoniosa y menos en las recientes centurias, soliviantado por la sentencia bíblica de que podía enseñorearse de la Tierra, es decir, apropiársela y explotarla sin límite. Se trataba de ser felices con el mundo, no a costa de éste.
Así, los desastres calificados de naturales no sólo perjudican a los más desprotegidos. La condición azarosa de la existencia rebasa niveles económicos y tecnologías de punta, y la presencia cotidiana de la muerte, evitable e inevitable, no ha sido suficiente para expandir la conciencia de los individuos respecto del compromiso ético, no sólo económico, de preservar el barco en que vamos todos, se tenga boleto de primera o de cuarta.
Ciencia, tecnología, eficacia, productividad, ventas, éxito y acumulación de cosas y dinero, ¿suprimen la obligación con el mantenimiento de este barco común? Trabajar como enajenados en empresas-hogar cuyos productos se venden en todo el mundo, ¿ahuyenta la muerte y da verdadero sentido a la vida? El exitismo de países con economías más o menos boyantes, ¿vale los niveles de deshumanización de sus pueblos? ¿Prevalecer sobre otros es receta para posponer el final de cada uno? ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma?, dicen que dijo Cristo. ¿De qué sirve a unos acumular en exceso mientras otros carecen de lo indispensable? Si aprendiéramos las lecciones de la muerte, tendríamos otras actitudes ante la vida.