El gobierno auspicia que EU invada el país con aviones no tripulados, dice el constitucionalista
Anuncia iniciativa para que los acuerdos internacionales sean ratificados mediante plebiscitos
espías mayores, sostuvo el ministro retirado Juventino Castro y CastroFoto Víctor Camacho
Sábado 19 de marzo de 2011, p. 7
El gobierno de Estados Unidos sí viola la soberanía nacional y la Constitución con el vuelo de aviones no tripulados sobre territorio mexicano, la introducción de armamento para uso de las bandas de criminales y el espionaje que hace desde su embajada, sostuvo el ministro en retiro Juventino Castro y Castro, presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados.
Para el experimentado constitucionalista, resulta deplorable la actitud de Felipe Calderón Hinojosa porque no cumple con la defensa irrestricta del interés nacional. En entrevista, adelantó que se presentarán iniciativas de reforma a la Constitución para que todo tratado o acuerdo con otros países sea sometido a aprobación mediante la consulta ciudadana.
Argumentó que “la soberanía nacional se encuentra afectada; Estados Unidos toma determinaciones respecto a nuestras autoridades y nuestro territorio, y esto debería frenarlo el presidente de la República, quien sea el presidente, y no me refiero específicamente al señor (Felipe) Calderón.
La Constitución en su artículo 42 establece que hay un espacio aéreo
, situado sobre el territorio nacional, y queda claro que las autoridades estadunidenses no pueden ordenar en México ningún acto de tipo administrativo ni militar, y además el presidente de la República es el encargado de velar por ello, y específicamente la Secretaría de Relaciones Exteriores.
–La canciller Patricia Espinosa ya confirmó que el gobierno mexicano solicitó la intervención estadunidense.
–He sabido con estupor que la secretaria había pedido la intervención de estos aviones. No está defendiendo el territorio nacional, y está auspiciando que sea invadido y, por supuesto, el espacio aéreo. Si no le ponemos fin aumentará al grado que Estados Unidos con el pretexto de defender a sus connacionales podrá invadir el país, o influir directamente en la elección de presidente de la República, sometiéndolo aún más que al actual.
–¿Advierte una probable invasión a territorio nacional?
–Yo fundamento todas mis afirmaciones en información que me llega. Si la cancillería acepta ceder ante el gobierno de Estados Unidos, el presidente debe ordenarlo. Al señor Calderón la Constitución le da el manejo de la política exterior, es uno de sus atributos constitucionales, y ¡no está cumpliendo con su deber!
–El gobierno mexicano manifiesta que se trata de cooperación, que siempre ha existido.
–Estamos hablando de la soberanía nacional. Esto es el territorio nacional, que comprende mar territorial y espacio aéreo. No puede nadie decir al pueblo que a nombre de la relación bilateral ‘vamos a ceder la soberanía’. Eso es gravísimo. ¡Hasta cuándo se indignará México porque se cede con tanta facilidad la soberanía nacional!
–¿Es una omisión deliberada del Ejecutivo?
–Creo que no hay planeación internacional. La Constitución le dice al presidente en qué términos debe manejar la política exterior, cómo defender la dignidad de la nación. Sí hay omisión deliberada del señor Calderón.
–¿Qué papel desempeñan los embajadores de Estados Unidos en México?
–¡Son espías mayores! Son los que nos envían para que le informen a Washington las debilidades de México y sus posibilidades de entrar aquí. Sus embajadores son los vigilantes que informan de inmediato al Departamento de Estado.
Con dureza, el ministro acusa lo que considera el principal defecto de la sociedad mexicana: todas estas cosas nos pasan por la indiferencia del pueblo de México. El pueblo es el que debe resolver estas cuestiones. Proponemos que ningún tratado o acuerdo se celebre sin la autorización del pueblo. Debe hacerse a través de la participación directa de la sociedad. Esto se ha visto obstaculizado por aquellos que se oponen a la revocación de mandato. Nosotros pugnamos por que en consulta pública se pueda hacer la revocación de mandato, al más alto nivel.
–¿Incluido el presidente de la República?
–Incluido el presidente de la República. Claro, ese peligro lo ven quienes son timoratos y se oponen a que el pueblo gobierne. Prefieren interpretar que el artículo 39 de la Constitución habla de la soberanía nacional y el 41 establece cómo se ejerce: tenemos un defecto constitucional tremendo porque quien interpreta señala que la única forma de ejercer el poder es nombrar representante, y entonces cuando uno vota cede el poder, cede la soberanía.
Y por eso queremos que los acuerdos y negociaciones internacionales sean votados y ratificados por el pueblo, a través del plebiscito, la revocación del mandato o la iniciativa popular.
–Con esa interpretación todo se justifica desde el gobierno.
–¡Y sabrá Dios qué cosas más no conocemos! Cuando hagan crisis nos van a salir a decir: ¡no, nosotros lo autorizamos, no hay problema! ¿Cuál violación de la soberanía? Si el Presidente dice que no hay violación a la soberanía, ¡no hay!
–La Jornada ha ventilado con profusión las comunicaciones de los embajadores de Estados Unidos en México, y se ha generado una corriente de opinión pública que demanda respuestas.
–Yo creo que se debe seguir publicando. Y ¿cuál es el daño por decir la verdad? Manejar la verdad para un pueblo es fundamental. Debe continuarse con esto, se ha puesto el dedo en la llaga, pero seguramente vamos a saber muchas más cosas. Creo que debemos modernizarnos y no sólo decir que el presidente de la República sea el responsable en el ejercicio de su cargo por delitos graves y violaciones a la Constitución, sino por delitos específicos que se le deben imponer.
–¿Como cuáles?
–Por sus omisiones en política exterior. Se debe decir cuáles normas debe seguir el presidente, pero también se deben decir las consecuencias. Si no lo hace el presidente, ¿qué pasa?
–Pero el presidente en la actualidad sigue siendo un semidiós, un huey-tlatoani. ¿Debe desmitificarse?
–Por supuesto. Yo pretendo que hay que cambiar la educación. No sólo la que se imparte en las escuelas en los primeros años, sino la que imparten los padres. Si no convencemos a los padres, será inútil cambiar la cultura del mexicano en su relación con el poder político.