Di no a la histeria de las drogas
i no a la histeria de las drogas es el título de uno de los últimos textos de William Burroughs, uno de los escritores que de manera más profunda incursionaron en los excesos y que además vivieron para contarlo y reflexionarlo. También es autor de Yonki (didáctico manual para un drogadicto) y Almuerzo desnudo, entre otros libros, en los que plasma sus principales reflexiones en torno de los estados alterados.
Pero, particularmente, el texto aquí mencionado cobra especial vigencia no sólo porque fue escrito al menos un año antes de su muerte (1997) y publicado en el libro Drogas, la prohibición inútil, que antologara el escritor mexicano Jorge García Robles en 1996, sino también porque Burroughs suscribe la pertinencia de despenalizar las drogas como la más sana y razonable de las soluciones
y, por otro lado, su postura rompe el estigma institucional de considerar a los consumidores como delincuentes, y cuestiona el prejuicio ideológico que considera una traición a la contracultura el hecho de pretender convertir las drogas en un artículo más de consumo capitalista, como denunció el sábado pasado el escritor Heriberto Yépez en su columna del suplemento Laberinto.
En tono irónico (característico de Yépez para provocar debates, en ocasiones desafortunados), dice: “Consecuencia directa de la ideología liberal –el derecho absoluto del individuo sin que importe el contexto social–, ¿en eso paró la contracultura y la izquierda? ¿en reclamar el derecho a consumir? La oposición está dopada. Y quiere comprar drogas en Starbucks”.
Desde luego que la perspectiva de Yépez es en muchos sentidos equívoca. En primer lugar la contracultura no se suscribe a las ideologías y sólo existe cuando provoca el movimiento de la cultura como consenso. En la apuesta por despenalizar las drogas existe la contracultura, pero una vez despenalizadas éstas, la contracultura habría cumplido su ciclo (la cresta de la ola
) y sería de nuevo cultura. Lo importante es que esta apuesta tiene el cometido de romper de alguna manera con la inercia de corrupción y muerte que genera la prohibición. La provocación de nuestro amigo Heriberto Yépez desafortunadamente suscribe argumentos más cercanos a los prohibicionistas gubernamentales que a la lucidez que tanto se requiere ante un panorama de incertidumbre y violencia.
En el mencionado texto, Burroughs anota: “Recordemos que durante el siglo XIX y principios del XX –‘los viejos buenos tiempos’ que los conservadores tan cariñosos evocaban–, opiáceos, tinturas de cannabis y cocaína eran vendidos en farmacias, por medio del mostrador, de costa a costa; y Estados Unidos no se vino a pique por esto, no hay modo de saber cuántos adictos había en ese entonces, pero me atrevo a suponer que fueron sorpresivamente pocos. A mucha gente simplemente no le gustaban esas drogas... El resultado de esto es que no existía el mercado negro, puesto que no había beneficios económicos involucrados”.
Y mientras seguimos esperando dejar de ser contraculturales (al menos en este rubro) y convertirnos en sucios consumidores capitalistas
de drogas legales, están todos invitados a la marcha por el Día Mundial por la Despenalización de la Mariguana, que se realizará mañana a las 12:30 horas, en el Zócalo, la cual es hermana de la convocada por el poeta Javier Sicilia y que llegará al Distrito Federal el domingo. Todos contra la absurda violencia generada por la prohibición de las drogas (no por las drogas mismas o su consumo), ya que el poeta Sicilia también apuesta por la despenalización de las drogas como parte del pacto civilizatorio que propondrá en el Zócalo, todos por: ¡No más sangre!
Los Pellejos, alucinante
Hace unos días el artista visual y roquero Daniel Guzmán nos obsequió un ejemplar del acetato que reúne las primeras canciones de la banda punketa Los Pellejos. Se trata de una alucinada propuesta visual, musical, poética y provocadoramente punk, producida por el bajista de Café Tacvba, Quique Rangel. Ya en un par de ocasiones escuchamos las divertidas guarradas de canciones, como La torta, El gas, Baby y Abuelita, que se debaten entre el surrealismo y la ironía más procaz. El diseño del disco es de Alejandro Magallanes y las devastadoras ilustraciones son de Mariano Villalobos y Daniel Guzmán. Se trata de una propuesta de vanguardia sin comparación alguna. Felicidades y Salud.
Que el performance siga más vivo que nunca
Un aire de gran vitalidad es el que le ha dado al Festival Internacional de Performance la presencia de Martín Rentería, quien ha volcado su amplia experiencia internacional (radicó fuera del país los pasados cinco años) para convertirse en el director de este encuentro que se realiza en Ex Teresa Arte Actual. Asistimos a las tres sesiones en las que participaron ocho performanceros de Finlandia, Holanda, Estados Unidos e Inglaterra, por México el experimentado maestro César Martínez (con un trabajo de durísima crítica al gobierno actual), quienes pasaron de la más íntima tristeza (la bella Suvi Parrilla de Finlandia) hasta la desmadrosa fiesta comandada por el inglés-mariachi Rodney Dickson. Con públicos multitudinarios que demostraron la vigencia de esta polémica disciplina.