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Disquero
El éxtasis del escultor de sonidos
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Periódico La Jornada
Sábado 7 de mayo de 2011, p. a16

Tres décadas han transcurrido desde que uno de los grandes revolucionarios de la cultura musical abandonó el cuerpo, dejó ya intacto el piano, pero ese instrumento sigue sonando, en éxtasis vibrante.

Ese sonar perenne explica la persistencia de novedades discográficas postmortem, cada vez más nítidas en su sonar merced al avance de la tecnología y a cada vez más refinados procesos de edición y selección de materiales, su oportunidad entrepiernada con su pertinencia.

En los anaqueles de novedades discográficas esplenden joyas, varios álbumes de reciente producción con materiales de su último periodo productivo. Uno de ellos se titula precisamente El último concierto, realizado el 10 de septiembre de 1980, cinco días antes de perecer.

Otra de estas novedades se remonta 20 años atrás: The Legendary Bill Evans Trio. The 1960 Birdland Sessions, con materiales rescatados de una radiodifusora que transmitía en vivo en gloriosas madrugadas. La escucha de este disco nos transporta de manera exacta a esos días, cuando la radio formaba un aura comunitaria de los aconteceres valederos.

Antes de ocuparnos del más reciente de estos estrenos tecnológicos, es decir, de estas novedades discográficas vueltas tales mediante el arte de la edición discográfica más depurado, remito a un texto de mayor extensión que publiqué recientemente sobre el tema: www.revistadelauniversidad.unam.mx/8611/pdf/86espinosa.pdf y que toma como pie pivote (válgase la jerga basquetbolística) el que es uno de los mejores discos de Bill Evans: Sunday at the Village Vanguard, una obra maestra comparable con un óleo de Fra Angelico.

El referente resulta relevante porque en ese álbum-joya, Bill Evans alcanzó, con Scott LaFaro y Paul Motian en formato trío, lo que muchos artistas persiguen hasta morir, sin alcanzarla: perfección.

Días después de grabar ese disco, el contrabajista Scott LaFaro falleció en un accidente automovilístico y con él murió también una parte de Bill Evans, quien vivió vidas de gato, sobrevivió al dolor de otras muertes y volvió a organizarse en tríos de jazz y reincidió sin remedio en la belleza.

Es el caso del disco más reciente de entre los materiales rescatados de la herencia que nos legó Bill Evans: The Brilliant, hermoso título para describir la madurez creativa de este pianista gigantesco con su último trío en vida: Marc Johnson en lugar de Scott LaFaro y Joe Labarbera en el lugar de Paul Motian, como antes había logrado otra epifanía: You Must Believe in Spring (mi disco favorito de Bill Evans, de plano) con Eddie Gomez y Eliot Zigmund.

Cuando alguien ha alcanzado lo inefable, logra la iluminación. Trasciende. Ese proceso de lo mortal a lo divino que experimentó ese artista lo puede vivir de igual manera quien escuche la música de Bill Evans, en éxtasis brillante.

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