annes, 14 de mayo. El primer día de la competencia estuvo dedicado a las mujeres en problemas; el segundo, a los grandes temas desperdiciados, y hoy, el tercero, fue el turno de las películas pequeñas, cosa rara tratándose del primer fin de semana. (También, es cierto, tocó el estreno, fuera de competencia, de la cuarta entrega de Piratas del Caribe, pero no perdamos el tiempo).
La competidora israelí Hearat shulayim (Pie de página), de Joseph Cedar, toca un dilema ético en el mundo de la academia. Por un error, se le otorga el premio Israel (algo así como el Premio Nacional de Ciencia) a un acomplejado filólogo, cuyo mayor mérito en la investigación del Talmud ha sido ser referido en un pie de página por una eminencia. Resulta que el verdadero premiado es el hijo, quien ha reunido mayores virtudes académicas. El hombre siente grandes culpas de despojar de tal reconocimiento a su padre e intenta revertir la decisión.
Sobre este tema, el polaco Krsysztof Zanussi, en los años 70 y 80, hubiera podido derivar toda una reflexión acerca de los manejos políticos de su sociedad, así como elaborar una variante moderna del drama edípico. Cedar no es tan introspectivo. Logra resolver su relato de la manera más funcional posible, pero la dimensión estrictamente individual del asunto le resta resonancia. Además, no le ayuda una partitura musical que parece extraída de una comedia hollywoodense de los años 60. Una vez más, la competencia le ha quedado grande a una película que hubiera hecho un papel apenas decoroso en Una Cierta Mirada o la Quincena de Realizadores.
Por abordar un tema escabroso, a la cinta austriaca le ha tocado el tratamiento de segunda, que consiste en una sola función vespertina, para público y prensa, que es como ser invitado a pasar a la fiesta por la puerta trasera. Michael, opera prima de Markus Schleinzer, retrata la vida cotidiana de un pederasta que tiene preso en el sótano de su casa al niño a quien somete a abusos sexuales. Sin ningún enfoque distintivo o revelación que altere una descripción de frialdad clínica, la película se limita a confirmar lo que uno supone es un pederasta. Desde luego, el protagonista epónimo es un nerd desagradable, cuya vida social es casi nula; así también, habrá connotaciones sádicas en el trato de su víctima, un niño del que desconocemos su procedencia. La película concluye precisamente en el momento más interesante: cuando la sociedad está a punto de descubrir la verdadera identidad de quien parecía un tímido empleado de compañía de seguros.
Como ya es tradición, el festival de Cannes reveló su inoperancia al cambiar la rutina. En cuanto hay una función que implica una asistencia mayor o diferente a la normal, los encargados se hacen camote. La entrada al gran teatro Lumière fue caótica, como de costumbre, con acomodadoras que tenían diferentes versiones sobre quiénes iban sentados adónde. Con 64 años de experiencia uno pensaría que ya tendrían planchada la logística.
A la que se le marginó a una función especial de medianoche, por ser en cambio demasiado populachera, fue a la cinta china Wu Xia, del cineasta hongkonés Peter Ho-sun Chan. Dentro del género de las artes marciales, la película tiene una variante original: el héroe, quien pertenece a una tradición guerrera, ha preferido ocultarse bajo una existencia ordinaria. Es un detective que descubre su identidad real al examinar las evidencias de las acciones, aparentemente accidentales, con las que el hombre ha matado a dos peligrosos asesinos.
Además del virtuosismo formal y coreográfico al que nos tiene acostumbrado el género del wu xia, precisamente, la película denota una curiosa influencia del programa televisivo CSI. Igual, cada hipótesis de un crimen va acompañada de un breve flashback en que se exploran orgánicamente las consecuencias de tal o cual golpe. La diferencia es que el detective lo hace de acuerdo con los puntos de la acupuntura y el manejo de la energía o Qi.
A estas alturas. el festival no ha cumplido la promesa de calidad que parecía anunciarse en un principio. Hasta el clima se echó a perder hoy con una lluvia repentina. Ya no hay respeto.
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