Opinión
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La Trieste de Magris
E

n 1954 viajé a Italia, no me acuerdo por qué, lo que sí tengo grabado en la memoria es que de repente al pasar por Trieste los viajeros, en su mayor parte italianos, empezaron a abrazarse, entusiasmados, y a gritar a voz en cuello, algunos sollozando, Trieste para i triestini! Entonces había tres clases de pasajeros, los que viajaban en primera, segunda y tercera; yo era de estos últimos, una estudiante con la que sus generosos compañeros de jornada compartían el vino y el pan.

El pasado 13 de mayo estuve en Barcelona para gozar los últimos momentos de mi triunfo, haber  ganado en la entrega número 20 del Premio Juan Rulfo en la Feria de Guadalajara, hoy privado de su antigua identidad para transformarse en el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Además de reforzar mi ego en un divertido diálogo sostenido en la Casa de América con mi querido amigo Tono Masoliver, tuve la suerte de ver en un museo de la ciudad una exposición memorable: La Trieste de Magris. Al verla, entendí, casi 60 años después, esas expresiones de júbilo recién descritas: después de cruentas represiones del gobierno de Tito, en la ex Yugoslavia, la ciudad fue devuelta a Italia.

Trieste es una ciudad fronteriza, el lugar de la utopía, un no lugar, como suelen decir o dijeron quienes han vivido o pasado un tiempo en ella: Trieste, una ciudad asediada, de paso, lugar clave del antiguo imperio austro-húngaro, punto de encuentro de diversas religiones, lenguas, culturas (eslavas, germanas, latinas), escenario de cruentas guerras, campos de concentración y disputas territoriales, ciudad situada  a orillas de un río y del mar, punto limítrofe entre la Europa occidental y la Europa oriental.

Así la describe Claudio Magris, el gran escritor italiano nacido allí en 1939: “El no lugar de Trieste es un centro que atrae y rechaza, fagocita e irradia. En los siglos XVIII y XIX, gentes de todas partes de Europa llegan allí, llevando su cultura y amalgamándose en la ciudad y en su sustancial italianidad (…) Pero estas llegadas y salidas no son sólo llegadas y salidas de grupos numerosos, comerciantes, obreros o funcionarios del Imperio habsbúrigico, Trieste, ‘ciudad de papeles’, ‘ciudad de escritores’, también ha atraído y luego rechazado a algunos literatos…”

Entre ellos estaba Italo Svevo, seudónimo de Aron Héctor Schmitz (italiano y suevo, es decir alemán), empleado de su suegro en la industria de pinturas para barcos Veneziani y autor de La conciencia de Zeno, de 1923, novela donde es evidente la influencia de Freud, a quien Svevo envió sus manuscritos; James Joyce, quien enseñaba inglés en la escuela de idiomas Berlitz en esa ciudad, introdujo sus obras en Francia, donde de inmediato advirtieron su importancia; más tarde, el poeta laureado Eugenio Montale lo difundió y ensalzó en su patria.

La poesía de Umberto Saba fue asimismo reconocida y difundida por Montale. Su vida estuvo marcada por sucesivas crisis sicológicas de las que salió gracias a la ayuda de Eduardo Weiss, el introductor del pensamiento siconalítico en el ambiente científico y cultural de Italia, también residente en Trieste, y como Saba, víctima de las leyes raciales que los obligaron a ambos a refugiarse lejos de su ciudad.

Marisa Madieri fue esposa de Magris durante 32 años; nacida en Fiume, tuvo que exiliarse en Trieste, donde vivió en un campo de refugiados. Experiencia compartida con muchos de sus compatriotas y que en la actividad que reseño está representada elocuentemente por un amontonamiento de valijas y enseres domésticos abandonados por los que huían. Muy activa en el campo social publicó diersos trabajos sobre la pobreza y la emancipación de la mujer y varias novelas, Así que usted comprenderá y La exposición.

Magris concluye: “Trieste, una ciudad que un viajero definía como bellísima a principios del siglo pasado, pero en la que se tenía la sensación de no estar en ningún lugar. La Trieste recreada aquí no es un lugar, sino más bien la hipótesis, la nostalgia, la profecía, la ficción de un lugar; es un arca que recoge, recompone y salva los añicos del gran sueño que fue, sepultado bajo el diluvio de la historia…”

Magris es el autor de uno de los más bellos libros sobre el imperio austro-húngaro y otro sobre el Danubio, río al lado del cual están situadas varias de las más hermosas ciudades del este de Europa, igualmente visitadas en esta exposición.