a muestra Siqueiros paisajista en el museo Carrillo Gil enseña mucho sobre el temperamento y las ambiciones expansivas del pintor-muralista quien aportó innovaciones al medio pictórico, en dimensión superior a la de sus afamados colegas.
Entre las que se exhiben, la más temprana es un pastel de 1913. Se trata de un Siqueiros antes de Siqueiros
, según acertado título del recordado maestro Xavier Moyssén, en un ensayo publicado en Anales 45, del Instituto de Investigaciones Estéticas (1976). La cédula correspondiente en el Carrillo Gil está equivocada, pero gentilmente se me advirtió que sería corregida.
La composición sobre yute pintada en Taxco, en 1931, parece fantasmagórica y el diseño de las colinas se reitera en la conocida litografía de Emiliano Zapata, también de 1931.
Conviene prestar atención en los rasgos siqueirianos que se reiteran, como las formaciones pedregosas o las montañas, pródigas en tonalidades ocre, siena, amarillo de Nápoles. Siqueiros es expansivo hasta en su firma y además puede deducirse que fue impaciente, quiso captar lo que percibía en el menor tiempo posible y así su mano y su mente fueron creando retórica, por eso hay rasgos formales que se parecen excesivamente, aunque no se equivalgan.
Las mujeres que concibió como formaciones pétreas en Canteras mágicas, fechado el 25 de marzo de 1964, poco antes de egresar de Lecumberri, guarda analogía con la montaña de oro: Anhelo inútil también de 1964. En esta alegoría moralizante, el tratamiento de las masas humanas es el mismo que se detecta en murales de su autoría. Otra pintura de 1964 alude a Shakespeare y se titula Macbeth o el pánico criminal, pero no se trata del bosque
integrado por quienes amenazan al rey, sino igualmente de un paisaje pedregoso.Tal vez el pintor asistió a alguna representación de Macbeth y se impresionó con la conciencia del rey que luchó denodadamente y cayó en derrota. Los comentaristas del personaje han dicho que no estaba seguro mas que del momento presente y quizá a Siqueiros le sucediera lo mismo. De aquí su impronta.
Aparte de lo ya mencionado, hay escasas piezas tempranas exhibidas y todas las que pertenecen a la colección del propio museo, junto con las del acervo de la Sala de Arte Público, con alguna excepción, son probablemente las mejores. Pongo como ejemplo Antenas estratosféricas, impactante piroxilina de 1949.
Varias composiciones son proyectos que anteceden a secciones de murales, no obstante son obras conclusivas que se mantienen independientemente del propósito para el que fueron pergeñadas. El de 1973, designado como nota
por el propio Siquieros, para un mural del estado de México que no llegó a efectuarse, es muy efectivo y quedó incrustado en un boceto de mayor tamaño, aunque no sea, propiamente hablando un paisaje, como sí lo es Urbanización industrial del altiplano, de 1956, una fantasía algo megalómana que resultó en esa estupenda pintura en la que el firmamento indica la proximidad de tormenta. También El petróleo en México, de 1967, es una composición tormentosa que resulta premonitoria.
La museografía ofrece dos espacios esquinados, en los que se exhiben fotografías difícilmente perceptibles, porque un solo foco las semilumina. Las congregadas en la primera planta fueron tomadas por un trabajador de la Compañía Federal de Electricidad y alcanza a advertirse su excelencia. La precaución, conveniente para su preservación, quizá resultó algo exagerada, igual que con las fotos de incendios en Chicago, que generaron por parte del pintor, fuego y nubes de humo en varios cuadros, entre los que resalta Bosque en llamas, de 1956. Es consabido el interés y el conocimiento que Siqueiros puso en la fotografía, como lo analiza el libro-catálogo Siqueiros en la mira publicado por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Este aspecto queda bien resaltado en la exposición, aunque Siqueiros posaba él mismo y hacía posar a sus próximos (a Angélica en varias ocasiones) no siempre conservó rasgos identificables, situación palpable en la curiosa pintura Aurora de México, en tonalidades áureas. La pintura de Siqueiros es fotogénica, las grandes reproducciones fotográficas digitales instaladas para ser vistas desde las rampas, compiten con los originales ante la apreciación de algunos visitantes.
Nacimiento del fascismo, cuadro de dimensiones discretas, objeto de un estudio acucioso que dio como resultado hará un par de años la pormenorizada exposición en la Sala de Arte Público, mantiene estatus de obra maestra. En cambio me parece que Fantasía o realidad, de 1973, parece pintado por ayudantes, es composición poco afortunada. Hay que prestar atención a las litos para el Canto General, de Pablo Neruda (1968), aquí los impulsos desatados de primera mano alcanzan síntesis radicales como las que son propias de procederes caligráficos orientales.