omo ya es costumbre en el mes de mayo, la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) inició un paro de labores y un plantón indefinidos, en el centro de la ciudad de Oaxaca, luego de rechazar la oferta económica de los gobiernos federal y estatal. Según los maestros, las respuestas oficiales a su pliego petitorio son mínimas e insuficientes
. Sin embargo, la oferta que se les hizo fue por una cantidad muy respetable, más de mil 300 millones de pesos, y aunque dicen los sindicalizados que en realidad el monto es menor, y que las sumas no ajustan, todo sugiere que este nuevo paro está movido más por los intereses políticos del magisterio oaxaqueño que por sus necesidades económicas. Al menos así lo planteó su líder, Azael Santiago Chepi, en una entrevista de radio con Carlos Puig, el pasado lunes 23.
Según el maestro Santiago Chepi, en realidad los maestros no tienen interés en un aumento de presupuesto, lo que buscan es la transformación democrática del estado
, lo cual implica la lucha por la defensa de los derechos humanos, el castigo a los responsables de agresiones, muertes y desapariciones, y objetivos generales tenuemente vinculados con la educación de los niños. Ciertamente, todos estos son temas que deben formar parte del currículum escolar; no obstante, no me queda muy clara la pedagogía de la práctica magisterial en esta nueva movilización. En cambio, no dudo de que la interrupción de la disciplina escolar tiene un costo muy elevado para el aprendizaje de nuestros niños de las matemáticas, del español, de la geografía y de la historia. No en balde los pequeños oaxaqueños obtienen los más bajos puntajes en las evaluaciones nacionales. ¿Cómo va a ser de otra manera, si su formación está sujeta a las actividades políticas de sus maestros, y éstas responden a los intereses de partidos y líderes para quienes esas luchas son prioritarias?
En la mencionada entrevista, el maestro Santiago Chepi también habló de una propuesta por el mejoramiento educativo, que presentó la sección como alternativa a la Alianza por la Educación, pero no entró en detalles. Así que los radioescuchas no tuvimos oportunidad de saber en qué consiste el programa que han elaborado; en cambio, quedamos bien enterados de sus demandas políticas.
Las declaraciones del maestro Santiago Chepi sugieren que, gobiernos van y gobiernos vienen, los maestros oaxaqueños no quitan el dedo del renglón: son una fuerza política que quiere ser reconocida como tal. Antes lo hicieron con el infame PRI que representaba Ulises Ruiz; ahora la emprenden contra Gabino Cué, que llegó al poder como candidato de una coalición antipriísta. La primera conclusión que podemos extraer de la reincidencia de los maestros es que sin importar el partido que esté en el palacio de gobierno, ellos tienen una arma poderosísima e inalterable: las escuelas que, con los niños, son rehenes de los maestros y su verdadera carta de negociación con el gobierno. Así es, y cuando los maestros se imponen al gobernador o a las autoridades educativas con un paro pueden estar defendiendo sus derechos, pero también –y tendrán que admitirlo– están pasando por encima del derecho de los niños a la educación. Después de esta movilización que ahora se inicia es posible que los maestros resulten beneficiados, que hayan demostrado fuerza para asumir el control del estado, y ya no sólo de las escuelas; los niños, en cambio, ya desde el lunes están siendo perjudicados, y lo seguirán siendo en tanto los maestros no regresen a las aulas. No hay más que recordar lo que ocurrió en 2006, cuando a consecuencia del paro los alumnos tuvieron que terminar el semestre a trompicones, pues en tres semanas tuvieron que cubrir trabajo de cuatro meses. No queda más que imaginarse cómo lo hicieron.
Más allá de que una movilización de magnitud magisterial difícilmente puede ser igualada, no deja de llamar la atención cómo los demás hemos aprendido a resignarnos a que nuestros niños pierdan horas de clase y la oportunidad de aprender, de desarrollar su potencial, de educarse. Mucho hablamos de la crisis de la educación nacional, de una catástrofe silenciosa
, pero poco hacemos para exigir a los maestros que asuman su responsabilidad en las puertas del futuro que se cierran en las narices de nuestros niños. Los maestros parecen haber transmitido a los padres de familia, y a los mismos niños, su indiferencia en relación con la educación.
Por último, este nuevo episodio de la lucha magisterial en Oaxaca pone en evidencia otra de las promesas frustradas de la democracia mexicana: la despolitización de los sindicatos que, una vez que la diversidad ideológica de la sociedad y la lucha por el poder hubieran sido canalizadas por partidos y elecciones, se habrían abocado a concentrarse en lo que es su materia de trabajo, a saber en este caso, la educación de los niños. El insuperable involucramiento de los maestros en la lucha política expresa su insatisfacción con los partidos, que es la de muchos, así como indiferencia hacia sus labores docentes. Si nuestra democracia funcionara como debería de hacerlo, los sindicatos no serían primeramente una fuerza política; estarían concentrados en la defensa de los derechos laborales de sus agremiados, en la promoción del mejoramiento de sus condiciones de trabajo. No tendrían tiempo de organizar partidos políticos y tampoco estarían buscando confrontaciones con el gobierno.