Fue sepultada ayer en el panteón Británico
Estaban sus hijos, Pablo y Gabriel, así como Isaac Masri, y Nora, hija de Kati Horna
Viernes 27 de mayo de 2011, p. 6
Breve, discreta, casi familiar, sin ceremonia de cuerpo presente, como ella lo dispuso, fue la despedida física de la pintora Leonora Carrington, sepultada ayer en el panteón Británico, alrededor de las 2 de la tarde.
Dos epitafios, escritos a mano por sus hijos Gabriel y Pablo Weisz en una hoja de papel, quedaron en las oficinas del cementerio y pronto estarán a la vista en una lápida que será colocada sobre la sepultura.
“I will always look into your eyes.” (Siempre miraré en la profundidad de tus ojos), dice Gabriel (Gaby). “Like a strong blinding light of imagination you came, and you left us.” (Llegaste como una deslumbrante luz de imaginación, y ahora nos dejas), consigna Pablo.
El pequeño cortejo salió de la funeraria del Pedregal de San Ángel, unos 10 minutos antes de la una de la tarde, y una hora después, el féretro con el cuerpo de la creadora ya era bajado a la fosa.
La presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Consuelo Sáizar, acompañó el cortejo fúnebre, pero al llegar al camposanto prefirió retirarse por respeto a la petición de privacidad de los familiares.
La familia, dijo la funcionaria, agradece el cariño y el interés de la prensa y de la ciudadanía en general, pero ha preferido una ceremonia discreta.
En el cementerio estaban, entre no más de 30 personas, Pablo, Gabriel y sus respectivas esposas, el promotor cultural Isaac Masri y la hija de la fotógrafa húngara Kati Horna, Nora.
Además estaba el artista canadiense Alan Glass, también surrealista y quien había visitado a su amiga Leonora hace 15 días, y pasó dos horas con ella. Pero no tomaron el té como de costumbre, porque la pintora ya se encontraba delicada de salud.
Nietos de Carrington no pudieron asistir a los funerales, porque viven en el extranjero. La visitaron hace unas semanas y podrían regresar para el homenaje del sábado, en el Palacio de Bellas Artes.
Antes de sellar las lápidas de cemento de la tumba de Leonora Carrington fue colocada sobre el ataúd una pequeña bandera mexicana. Las tres primeras paletadas de tierra fueron echadas por el escultor José Sacal.
Las coronas y arreglos florales fueron puestos por los sepultureros en la cabecera de la tumba, y alguien afincó un rehilete multicolor en la tierra recién removida.
Tras dar las gracias a los pocos presentes, Martha Patricia Weisz, esposa de Gabriel, comenzó a leer los textos de los epitafios, y terminó la lectura, éste último.
Rodeada de árboles ya descansa Leonora, bajo la tierra como ella lo había pedido, ahora en una existencia más allá de la realidad física, sumida quizá en algún sueño propio o ajeno, sin duda muy parecido a las misteriosas y entrañables imágenes de sus lienzos.
Ahí quedó su cuerpo, pero su imaginación cegadora, su luz deslumbrante, queda en los ojos, la memoria y la admiración de quienes han conocido y conocerán su obra.