ominique Strauss-Khan, quien fue director del Fondo Monetario Internacional, de golpe y porrazo pasa de héroe político y económico a caer y caer en un salto al abismo, en doliente espectáculo para consumo de los clientes de los medios de comunicación. Ver a este hombre brillante y famoso a punto de llegar a la presidencia de Francia convertido en un vulgar delincuente
genera todo tipo de emociones. Los medios de comunicación, como fiscales sádicos, así lo sentenciaron. Lo de menos era la realidad jurídica. Strauss-Khan debe vivir en el desamparo original del que todos huimos.
Qué bien captó estos procesos sicológicos y sociales la espléndida escritora española María Zambrano, alumna de don José Ortega y Gasset, en su libro España sueño y verdad. Doña María escribe: “de esos instantes de soledad que dan nacimiento a la filosofía –sicoanálisis– dan también nacimiento a la tragedia. Es la soledad del hombre que se siente confundido frente a su destino. Los dioses le hablan claramente pero le piden cosas ininteligibles. La piedad, es decir, la relación con los dioses, se hace contraria a las leyes del Estado, como Antígona, o manifiesta un absurdo que contraría lo más sagrado de la ley natural, como en Edipo.
Continúa: “el hombre no ha abandonado sus pretensiones. Su vecindad y aun mezcla con los dioses, su vida inocente en el mundo primario del mito le ha quedado como pretensión, como designio. Y ante la conciencia y sus leyes, se produce la primera ‘inhibición’. La inhibición que impide al hombre manifestar sus pretensiones de ser un dios o de ser como un dios. ¿Qué son frente a ésta las otras inhibiciones? ”
Y es muy curioso que Freud, quien tuvo la innegable genialidad de sorprender el fenómeno de la inhibición en la sique humana, la haya atribuido solamente a esa libido
que, aun situada en la zona más profunda de la vida, no llega a manifestar su última profanidad, su ilimitado apetito. ¿No sigue esto alentando en toda inhibición, pues que se trata de la experiencia originaria, aquella en que el hombre se encuentra arrojado a la tierra como rey, si se quiere, pero encerrado dentro de unos límites inexorables?
Y así dice Zambrano: “bajo diversas formas, lo únicamente inhibido reaparecerá incesantemente. Lo ‘humano’ no podrá quedar encerrado dentro de los límites razonables trazados por la filosofía, avisada hija del desengaño, y se manifestará sus sueños, tremendas pesadillas, la repetición de la conducta, síntomas, ensoñada esperanza; se llamara amor, ansia de eternidad, afán de poder absoluto, de absoluta justicia. Y hasta en el interior de la filosofía llegará a albergarse bajo nombres como el de ‘saber absoluto’. Y será siempre la misma irreductible reclamación de la criatura que no se resigna a haber perdido el Paraíso sin haber ganado ser como un dios. Aún más; a la conciencia corresponde un tiempo humano que es el tiempo del pasado, presente y porvenir, la cinematográfica cinta que se desliza y que no podemos sobrepasar.
Mientras, el mundo fabuloso, el hombre interviene en un tiempo, actúa en un tiempo que lo traspasa. Lo más sutil de la condena del hombre al bajar a la tierra y habitarla concientemente es que ya no puede actuar sino en el tiempo regular de un solo plano. Y tiene que renunciar a adivinar y presentir, a mezclar pasado y futuro, a moverse en ese tiempo que podríamos llamar de la evolución creadora; donde, sin embargo, habita íntimamente. Es el descubrimiento de la intuición, el tiempo de la creación, íntimo, por el cual participamos de la vida misma en su último misterio. En ese tiempo tienen lugar los ensueños, de él nacen las mentiras que forman los mitos, esos delirios en que el hombre se inventa a sí mismo. En los sueños somos el que no fuimos, y el que será aparece como nuestro último aliento ancestral.
Así, en los mitos, quizá lo que llegue el hombre a ser le ha sido ofrecido por ellos como su ancestro primero, su ensueño originario. El tiempo creador donde nace el ensueño personal se abrirá paso en la claridad de la conciencia.